
La preocupación de una madre por el comportamiento de su hijo fue lo que puso la lupa de la Ertzaintza sobre el monitor de surf. ... Según recordó ayer una ertzaina, en agosto de 2021, esa mujer, amiga suya, le confesó que «estaban ocurriendo unos hechos» que «no sabía en qué consistían» pero estaba «sorprendida por la relación» que el chico tenía con el surfista, por lo que le pidió «que hablara con su hijo». De manera informal, la agente habló con el joven, que, aunque le costó verbalizarlo, acabó confesando algunos hechos que hasta entonces había callado.
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Este testimonio llevó a la Policía vasca a tratar de buscar otras posibles víctimas. Primero hablaron con las familias, que en su mayoría reaccionaron incrédulas pues varias tenían relación personal con el procesado.
Según coincidieron tres agentes que participaron en las declaraciones, a los menores «les costó mucho contar lo que llevaban dentro». A uno que de entrada le fue imposible «sacarlo» y dio «una versión edulcorada», le dejaron unos días hasta que finalmente narró los presuntos abusos. En general, temían «la reacción» de un hombre al que «idolatraban» y también «la repercusión» que tendría el caso o «que no se les creyera». Al final, explicándoles que «iban a estar protegidos, se decidieron a denunciar».
De sus pesquisas, a través de testimonios de alumnos de distintos años y algunos sin relación entre sí, los ertzainas concluyeron que el procesado repetía «un 'modus operandi' establecido desde hace mucho tiempo». Así, elegía «a los más vulnerables», chicos «bien parecidos», y primero «se ganaba su confianza», les «ayudaba o apoyaba» en cuestiones personales, les generaba «cierta dependencia» de él y les mostraba «su cariño delante de los demás», les hacía «sentirse únicos, especiales», y luego «se ganaba la confianza de sus padres» para poder estar «a solas con el menor».
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Dos ertzainas se mostraron seguros de que hay «más víctimas» que no han denunciado. Y descartaron que los que han dado ese paso estuvieran motivados por algún tipo de rencor o venganza, pues estaban «cohibidos, tristes».
Por otro lado, un agente contó que cuando arrestaron al monitor a la vuelta de un campamento, le incautaron un gramo de droga. Y en el registro de la vivienda donde vivía con su madre, hallaron un ordenador en el que había unas 4.200 imágenes «de menores», de chicos «muy jóvenes» de 12 o 13 años, fotografías de desnudos «en poses sexuales».
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