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La iglesia del barrio La Torre de Valencia está llena de artículos de primera necesidad.
Reparto

Una iglesia convertida en centro comercial

Decenas de personas acuden a por comida, ropa o medicamentos a la parrocuia Nuestra Señora de la Gracia, en el barrio valenciano de La Torre, a las afueras de la capital

Beñat Arnaiz y Maite Jiménez

San Sebastián | Enviados especiales a Valencia

Viernes, 8 de noviembre 2024, 09:19

Valencia capital apenas se vio afectada por la DANA y la normalidad es absoluta en la capital de la Comunitat Valenciana. Caminar con las botas de barro es lo extraño cuando a apenas 5 kilómetros es la regla general y en las aguas que acompañan a la Ciudad de las Artes y las Ciencias reluce su azul de siempre. Los únicos puntos que no se salvaron son los que se encuentran fuera del anillo que forma el nuevo cauce del río Turia. Es el caso del barrio La Torre.

Es la primera población que uno se encuentra después de atravesar uno de los diversos viaductos que sobrevuelan el Turia, que poco a poco empieza a parecerse a un río aunque el agua sigue siendo marrón y la basura, formada por restos de árboles, piedras y otros objetos, persiste. El fango y el mal olor empieza a notarse, señal de la necesidad de volver a tener que ponerse la mascarilla. Una de las primeras cosas que se encuentra uno accediendo a La Torre desde su entrada principal desde Valencia es una iglesia y una plaza repleta de puestos, carpas, voluntarios, afectados y efectivos militares.

Se trata de la parroquia Nuestra Señora de la Gracia, nuevo epicentro social de este barrio de casi 5.000 habitantes que está entre Valencia y Benetússer donde en su interior hay una cantidad enorme de ropa, alimentos y medicamentos. Una cola principal nace a las puertas de la parroquia y zigzaguea entre los árboles de la plaza. Es la fila de los afectados, que acuden a este lugar como si fuera el supermercado de la zona porque, en realidad, no hay ninguno operativo a varios kilómetros a la redonda.

«Una pesadilla»

Es el caso de Sonia y María del Don. «Nunca» habían «imaginado» que iban a «tener que vivir algo así». «Es una pesadilla», dicen. «Cuando te despiertas piensas si habrá pasado o lo has soñado, es horrible, parece una película», se lamentan, y apuntan que «los pueblos están mucho peor. La gente mayor está que no puede ni salir a la calle, con las puertas de casa con coches y muebles». Ellas, dentro de lo malo, han tenido suerte. Sus respectivas casas no han sido afectadas, al vivir en un quinto y un décimo. «Pero el garaje sí se nos ha llenado de agua», dicen. «Han venido muchos voluntarios a ayudarnos, pero no hemos perdido nada comparado con quienes han perdido la casa». Estos días están a base de comida básica, y tener la oportunidad de acudir a la parroquia les ha salvado. «'Consum' está hecho polvo», dicen haciendo referencia al supermercado más cercano.

Las dos mujeres acceden a la parroquia. Las mesas forman una 'U' y los productos están ordenados por tipos de alimentos: agua, leche, ropa, medicamentos... Observamos cómo una madre prueba cómo le quedan unos pantalones a su hija, de no más de tres años, mientras el trasiego de voluntarias alrededor del altar es continuo. Una de ellas nos atiende rápidamente para explicar cómo está la situación. «Todo el vecindario tiene aquí los productos básicos para cada día», explica mientras se recoloca los guantes. Llevan en funcionamiento desde el mismo día de la riada. «Reaccionamos rápido y nos convertimos en un servicio básico para la comunidad. Nos piden de todo. Desde el desayuno por las mañanas, con pan y leche, hasta ropa, colchones, mantas, sábanas... La gente no tiene nada. También les llenamos un poquito la despensa. Les surtimos de pasta, arroz y legumbres». A lo largo del día, además, «varias empresas» les llevan comida caliente. «Son donaciones de particulares y empresas que han conseguido nuestro contacto. La gente es maravillosa», sostiene esta mujer.

Mientras Arnau, coordinador de toda la ayuda, nos explica cómo surgió la iniciativa de establecer en la parroquia la ayuda, tarea que requirió primero la limpieza del lugar, y apunta que han llegado hasta el punto de tener que recoger el material a demanda por la cantidad de ayuda que han recibido durante estos pasados días, Sonia y María del Don salen cargadas con todo lo que necesitan para seguir con sus vidas adelante en unas condiciones mínimas.

Reanudamos nuestro camino hacia Sedaví y Benetússer, zonas más afectadas en las que son más visibles los destrozos aún, nos encontramos con el 'Consum' al que las dos mujeres entrevistadas hacían referencia. No nos permiten acceder a su interior, pero desde el exterior se ve cómo no para de entrar gente para limpiar y cómo los que salen respiran aliviados del peste que hay en los pasillos del supermercado. Nos asomamos y, efectivamente, el olor es insoportable.

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