Investigan el hallazgo de restos óseos en la ladera del Oiz donde se estrelló el avión en 1985

El análisis aún no ha concluido, aunque los resultados podrían llegar en cuestión de horas. A la espera del informe definitivo, fuentes del Departamento de Seguridad señalaron que todo apunta a que los restos corresponderían a una persona, no a un animal. Los vestigios óseos fueron hallados por un grupo de cinco integrantes, entre los que se encontraban tres periodistas de El Correo.

Este equipo se encontraba en la zona para realizar un reportaje sobre la sorprendente presencia aún de pedazos del fuselaje y otros objetos del 'Boeing 727' de Iberia que el 19 de febrero de 1985 chocó contra la antena de televisión de ETB en la cima del monte y se precipitó ladera abajo, arrasando un pinar de unas 10 hectáreas.

Al parecer, en los últimos meses, el paraje se ha convertido en un lugar de búsqueda para aficionados a los detectores de metales. Además, la existencia de trabajos forestales en el entorno y las fuertes tormentas de las últimas semanas habrían sacado a la luz multitud de piezas que nunca fueron recogidas. Hay que recordar que el trimotor explotó cuando descendía a gran velocidad por la ladera y parte del fuselaje se detuvo en un área de difícil acceso. Los 148 cuerpos resultaron mutilados y sus restos quedaron esparcidos por todo el monte, que se convirtió en una gran tumba colectiva. Hubo muchos problemas para identificar a las víctimas y organizar los funerales, lo que generó un dolor inmenso y añadido al de la pérdida de un ser querido entre los familiares.

La historia del hallazgo de los restos óseos de este pasado miércoles comienza el lunes con una conversación entre Rubén Santos y el periodista que firma esta crónica. Santos es un fotógrafo de Loiu. En su cuenta de Instagram (@yusta88_urbex) muestra sobre todo lugares abandonados. El joven transmitió al redactor su preocupación porque se estaba produciendo un expolio de objetos del avión accidentado en Oiz.

Este periódico contactó entonces con Alberto Bóveda, exjefe de Bomberos del aeropuerto de Bilbao. Bóveda, jubilado desde hace dos años, fue de los primeros profesionales en llegar al lugar del siniestro en aquel fatídico 19 de febrero de 1985. Otros dos periodistas de este diario se unen al grupo y los cinco se citan el miércoles para inspeccionar el paraje natural, con el objetivo de realizar un artículo. Tras una caminata de cuatro kilómetros por senderos y pistas en mal estado, empiezan a encontrarse con restos metálicos con remaches, sobre todo pedazos de aluminio que Bóveda, que ha pasado media vida entre aviones, identifica de forma inequívoca como piezas del fuselaje. El reguero es constante, desde pequeños fragmentos hasta trozos de un metro.

En las proximidades de un riachuelo, el grupo se topa entonces con un montón de vestigios apilados, entre los que se puede ver la tapicería de un asiento, un zapato, una plancha de metal con los característicos colores rojo y amarillo de Iberia o una bandeja rota para la comida. Entre todos esos objetos, el grupo observa también un hueso de unos 15 centímetros. Esa misma tarde, el hallazgo es comunicado por El Correo al Departamento de Seguridad. Y es entonces cuando el juez abre la investigación que se espera que aporte luz en breve.