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l jurado popular ha declarado culpable de un delito de homicidio a Carmen Merino por la muerte de su novio, Jesús María Baranda. Los jueces legos consideran que la acusada «participó como autora» en la muerte del finado, por la «intencionalidad» previa que mostró al ... realizar la búsquedas en internet «si desaparece mi marido sigo cobrando la pensión» y «cuánto tarda en descomponerse un cuerpo» con su ordenador y la reiterada compra de productos de limpieza. Además, el jurado considera, por unanimidad, que Merino lo hizo con la intención de aprovecharse económicamente de los bienes y dinero de Jesús Marí, al haber sido nombrada heredera universal en el testamento de su pareja. En cambio, no han considerado que la posibilidad del asesinato, como planteaban las acusaciones, ya que «nadie nos ha podido demostrar la cantidad exacta de Diazepam ingerida, ni que ella lo suministrara». Aun así, han entendido que los hechos ejecutados por Merino causaron la muerte de su pareja por «las huellas encontradas en las bolsas que envolvían el cráneo», además de que se produjera la búsqueda de «cómo desatascar una motosierra» desde su ordenador el 26 de febrero, « cuando, según ella, Jesés se encontraba de viaje y manifiesta que no llegó a usarla».
A la pregunta de si la acusada es culpable de matar a su pareja sabiendo y conociendo lo que hacía, el jurado ha respondido, por mayoría, que sí, en base a la prueba pericial psiquiátrica.« No presentaba trastorno psicótico, alteración afectiva mayor, ni trastorno de personalidad. Además conserva sus facultades cognitivas y volitivas con tinte de realidad preservada». Finalmente, el jurado ha rechazado conceder los beneficios de suspensión de la pena y proponer al Gobierno el indulto total o parcial de la pena que se le imponga.
Tras escuchar el veredicto, el fiscal ha solicitado una condena de 15 años de cárcel, el máximo que permite la ley en el delito de homicidio. Propuesta a la que se ha adherido la acusación particular. De su lado la defensa ha anunciado su recurso de apelación ante el TSJC y, de forma subsidiaría, solicitaría la pena mínima de 12 años y medio por este delito.
La cabeza, en una caja
El caso se remonta a febrero de 2019, cuando desapareció Jesús Mari. No fue hasta abril cuando sus primos y amigos presentaron una denuncia, mes y medio después de sospechar de las condiciones en que se había producido su desaparición. Más o menos cuando dejaron de creer la versión de la que por entonces era su pareja, que en todo momento mantuvo que él la había abandonado para «vivir la vida».
Esas sospechas de la familia se confirmaron cuando el 28 de septiembre apareció la cabeza del hombre en una caja precintada que la mujer había entregado a una amiga para que la custodiara con el peregrino pretexto de que contenía unos «juguetes sexuales». Un contenido que no quería que los agentes encontraran en su vivienda cuando acudieran para investigar la desaparición del jubilado vizcaíno. Detenida y ante el juez, Merino ofreció una excusa endeble: el cráneo se lo habían dejado unos desconocidos en la puerta de su vivienda y ella decidió conservarlo porque era «el único recuerdo que tenía de él».
La búsqueda del cuerpo se extendió por los alrededores de Castro, las fincas de los familiares, el vertedero de Meruelo, y un terreno del País Vasco. Sobre todo después de conocer que Merino había encargado a una limpiadora del edificio que le ayudara a sacar a la basura unas bolsas negras muy pesadas.
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