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Agnès Lassalle impartía clase de español a sus alumnos de Secundaria del liceo Santo Tomás de Aquino, un centro privado de San Juan de Luz ... que cuenta con un elevado porcentaje de alumnos de Irun y Hondarribia. «Todo iba normal», dice Inés, una joven de padres españoles que vive en Guéthary. La profesora, de 50 años, hablaba en medio del aula, donde las mesas habían sido dispuestas formando una 'u'. Sin mediar palabra, T. M., un joven de 16 años, se levantó con un objeto en la mano. «Lo había sacado de su mochila, era algo que llevaba envuelto en un pañuelo», señaló más tarde uno de sus compañeros. El joven se acercó a la puerta del pasillo, echó el pestillo para bloquear su acceso desde fuera y se dirigió hacia la maestra. «Fue tranquilamente hacia ella», afirma Inés.
Eran las diez menos cuarto de la mañana. Faltaban apenas quince minutos para que concluyera la clase. T.M. se detuvo frente a Lassalle, que estaba de espaldas, escribiendo algo en la pizarra, y le dio un pequeño toque en el hombro para que se volviera. La profesora se giró y vio lo que su alumno llevaba en la mano. Entonces gritó. «Yo pensaba que llevaba un destornillador», dice un estudiante. Era algo más que eso. «He levantado la cabeza del libro y he visto a mi compañero con un cuchillo en la mano. Al principio no me creía lo que estaba pasando, me parecía que todo era mentira», explica Inés. El joven alzó el brazo y asestó a su profesora una puñalada en el pecho. «Era un cuchillo grande, de carnicero». La mujer dio un paso hacia atrás y cayó al suelo. Murió una hora más tarde pese a los intentos de los servicios de emergencias por reanimarla.
Al ver lo que ocurría, los alumnos entraron en pánico. El aula tiene tres puertas, la que da al pasillo y otras dos que conducen a las clases adyacentes. Fue por estas últimas por donde los estudiantes huyeron. Acababan de ver cómo apuñalaban a su profesora y desconocían las intenciones de su compañero. No sabían si seguiría agrediendo a más gente. Lo único que sabían era que debían huir. «No sé si había gritos o no, no lo recuerdo. Dejé todo sobre la mesa y salí corriendo del instituto», dice Inés. Corrió y corrió hasta llegar a un comercio donde pudo llamar a su madre para decirle lo que había pasado.
«Todos empezamos a gritar», afirma Paul. Él estaba sentado frente a T. M. cuando se levantó con la intención de matar a la profesora. Tras ver lo ocurrido también corrió, pero pudo llevar su móvil consigo. Una vez en la calle avisó a la Policía. «Me han preguntado en qué zona del instituto había pasado todo y me han dicho que no entre, que me quede fuera», explica.
T.M. no parecía tener intenciones de apuñalar a más gente. «Se quedó quieto, como atontado, con el cuchillo en la mano y en alto», pero enseguida reaccionó. Corrió el pestillo de la puerta y salió al pasillo para intentar escapar, pero para entonces los profesores de las clases de al lado ya habían salido al exterior. Fue el de Matemáticas quien lo interceptó. Se situó ante él y comenzó a hablarle hasta que dejó el cuchillo en el suelo. Enseguida llegaron otros dos enseñantes, que mantuvieron al agresor retenido hasta la llegada de la Policía.
No transcurrió mucho tiempo desde que Paul llamó para pedir ayuda hasta que apareció una ambulancia, los Bomberos y la Policía, que se hizo cargo del agresor. El joven fue trasladado a la Comisaría de San Juan de Luz y de allí a las instalaciones de la Policía judicial de Baiona. La Fiscalía de esta localidad, que ha asumido estas investigaciones, se centra por ahora en un presunto delito de asesinato, asumiendo que el menor actuó de manera premeditada. Fuentes de la Fiscalía señalaron que desde el primer momento se desestimó la hipótesis terrorista.
«Después de apuñalar a madame Lassalle ha dicho que no se sentía él mismo al hacerlo», asegura un compañero del agresor. Sus conocidos definen a T.M. como un estudiante tranquilo y muy solitario que había empezado a estudiar en el centro el pasado mes de septiembre. Nunca había tenido problemas con Lassalle y sacaba muy buenas notas. Al parecer, «tomaba medicación ya que padecía problemas mentales». Según estos compañeros, tenía ocupaciones clásicas para un joven de esta edad aunque también podía tener algunos enfados repentinos. Parece ser que el día anterior a la tragedia dio una bofetada a un alumno de Secundaria. Según fuentes citadas por la televisión pública francesa, el agresor ha declarado que estaba poseído antes del ataque. En algunas ocasiones había llegado a decir a sus compañeros de clase que «a veces oía voces que le pedían que hiciera cosas».
Durante varias horas, los alumnos permanecieron confinados en el interior del instituto y muchos supieron lo que había ocurrido por los mensajes que empezaron a recibir en sus móviles. «A nuestra clase han venido dos señoras que nos han dicho que íbamos a hacer un simulacro de atentado y que teníamos que quedarnos donde estábamos. Al principio creíamos que era una broma. Nos han mentido para que todos estuviéramos tranquilos», asegura Fatou, una alumna del centro de enseñanza.
Les dijeron también que no miraran al exterior, incluso algunos profesores idearon juegos con los alumnos para que nadie perdiera la calma, pero algunos pronto se dieron cuenta de que estaban siendo testigos de una tragedia, sobre todo los de las aulas próximas al lugar de la agresión. «Veían sangre en el pasillo y nos lo han contado», dice Fatou.
«Estábamos en la clase de abajo y hemos oído gritos y ruidos de mesas que se movían», afirma uno de los alumnos. «Ha venido un profesor muy preocupado y nos ha dicho que había pasado algo», explica otro. «Sabíamos que no podía ser algo leve, que quizá había habido un atentado», añade.
Los teléfonos de los padres comenzaron a sonar. «Me han llamado para pedirme que fuera a buscar a mis hijos, porque tengo dos en el liceo», afirmaba la madre de Paul. «He llegado a la una de la tarde y no he podido verlo hasta las tres y media». Hasta que pudieron salir del colegio, donde se habilitó un servicio de urgencias médico-psicológicas para alumnos y profesores que lo necesitaran, los jóvenes permanecieron acompañados de psicólogos.
El presidente francés, Emmanuel Macron, se sumó en las redes sociales al «dolor» de la familia y allegados de la docente asesinada, incidiendo en que los profesores «consagran su vida a transmitir el saber a futuras generaciones». Hasta el instituto, en el que estudian unos 1.100 alumnos, se desplazó el ministro de Educación, Pap Ndiaye, quien anunció que todos los centros educativos de Francia guardarán hoy, a las 15.00 horas, un minuto de silencio. «Es tiempo de emoción, de solidaridad. Es la nación entera la que da testimonio de su aflicción y de su emoción», declaró.
El ministro, que destacó «la dedicación excepcional» de Agnès Lassalle con sus alumnos, alabó la reacción de los profesores del liceo. «Primero me preguntaron por sus alumnos. Primero pensaron en los estudiantes, antes de preocuparse por ellos mismos». En una rueda de prensa celebrada en el exterior del centro de enseñanza, Ndiaye recalcó que «nada sugería la ocurrencia de una tragedia tan terrible. Este es un establecimiento muy tranquilo, conocido por su seriedad y la serenidad de su clima escolar». Preguntado por la trayectoria del adolescente detenido, el ministro indicó que no tenía conocimiento de «un informe o circunstancias especiales» que sugirieran la posibilidad de que pudiera producirse una agresión como la de ayer.
Desde que asumió el cargo, no es la primera vez que el ministro visita un establecimiento de enseñanza por hechos similares. El pasado 13 de septiembre, un estudiante de Secundaria de 15 años apuñaló en la garganta a un profesor de un instituto de Caen. La víctima, de 63 años de edad, fue dada de alta del hospital unos días más tarde.
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