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Laura González
Barakaldo.
Sábado, 10 de febrero 2024, 01:00
Impotencia, rabia y una profunda tristeza. Eso es lo mostraron en la mañana de ayer los rostros de los compañeros de Silvia López Gayubas, la ... mujer de 48 años que fue asesinada presuntamente a mano de sus dos hijos adoptivos, de 13 y 15 años, en su propia casa en Castro, en la urbanización Monte Cerredo, este pasado miércoles. Celadora en el hospital de Cruces, quienes compartieron con ella sus jornadas de trabajo, y también amigos y excompañeros, decidieron realizar una sentida concentración en su honor a las puertas del centro sanitario baracaldés, el que Silvia dejó hace unos días sin saber que ya no volvería jamás a él.
«No me puedo creer todavía que no la vaya a ver ni a hablar con ella nunca más», apuntaba entre lágrimas Izaskun Díez, sin haber asimilado aún el final fatal de su amiga. Ambas se conocieron hace unos meses, preparando las oposiciones, y junto con otra chica hicieron piña. «Creamos casi desde el principio un grupo de Whatsapp y estuvimos hablando con ella hasta ese mismo día, sobre las dos de la tarde», relató visiblemente afectada. «Ya por la noche me llamó esta otra amiga y me lo contó todo. Yo me quedé temblando», añadió. Un estado de 'shock' en el que se encuentran todavía todos los allegados, conocidos y familiares de Silvia.
«Es imposible lo que ha pasado. Era majísima, encantadora, siempre iba con una sonrisa, y muy cariñosa. Yo antes trabajaba en Urgencias y ella venía todas las mañanas, antes de irse a Medicina Nuclear, para poder saludarme. Siempre iba sonriente, feliz, y dando abrazos», declaró Izaskun. Las tres amigas habían aprobado las oposiciones, y habían celebrado juntas ese gran logro. Silvia quería aspirar a más, ascender de puesto dentro del Servicio Vasco de Salud, por lo que ya había asegurado a varias personas cercanas su intención de seguir estudiando para ocupar una plaza mejor.
Durante los cinco minutos que duró la concentración fueron varios los compañeros de esta mujer, que llevaba trabajando aproximadamente un año en el hospital de Cruces, los que no pudieron reprimir las lágrimas. Estaban celadores, pero también enfermeros y auxiliares, médicos, personal del área quirúrgica, técnicos sanitarios... Los abrazos entre ellos se repetían a cada instante. Miradas perdidas, al suelo, gestos de incredulidad, y sobre todo, de mucho dolor.
El silencio se rompió con una atronadora ovación, y se repitieron los abrazos y los gestos de cariño y ánimo entre todos los presentes, antes de volver al trabajo como habían salido a la calle, con un nudo en el estómago y el corazón encogido, como siguen desde el pasado miércoles. La gran mayoría de sus compañeros, muy afectados, no quisieron hacer ningún tipo de declaración, pero hubo quienes confirmaron a este periódico que Silvia hablaba de sus hijos, «bien, como todo el mundo», afirmando que la terrible noticia les ha dejado «destrozados».
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