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Después del confinamiento, Sara y yo vimos la luz al final del túnel de manera literal: treinta veces literal, mientras atravesábamos treinta túneles del viejo tren del Plazaola. El virus chafó nuestros planes de pedalear toda Italia a partir de abril, pero en cuanto levantaron ... la barrera el 21 de junio, montamos las alforjas, la tienda y el saco de dormir en las bicis, y salimos por el Leitzaran: otro camino que conduce a Roma.
Cruzamos los impresionantes 2,7 km del túnel de Uitzi, ideal para empezar el viaje de novios, según contaban hace cien años, porque el tren era muy lento y regalaba quince minutos de oscuridad absoluta. Dentro se encuentra la divisoria cantábrica-mediterránea: las aguas que gotean hacia la boca norte van al Cantábrico; las que gotean hacia el sur van, como nosotros, al Mediterráneo. Antes de pasar en barco a Cerdeña, pedalearemos las tierras del Ebro hasta su desembocadura. Será nuestro modesto viaje transIberiano.
Por ahora va plagado de túneles optimistas. En Valdelgorfa, Teruel, comimos unos raviolis rellenos de crema de setas que ya anticipaban la Toscana, y los digerimos pedaleando al fresco por una vieja galería ferroviaria de 2,2 km que cruza el meridiano 0. En los equinoccios, el sol atraviesa este túnel de boca a boca, de hemisferio a hemisferio. Así pasamos al otro lado del mundo sin salir de la provincia de Teruel: suena bien como lema para un viaje.
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