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Llegan a Gipuzkoa tras dejar su país de origen, donde eran presas fáciles por su situación de vulnerabilidad, esperando encontrar una vida mejor que ... solucione no solo su futuro, sino el de la familia que han dejado atrás. Lo que se encuentran es una situación de exclavitud, en forma de explotación sexual, a la que son sometidas sin remedio, ya que no tienen ni papeles ni dinero, pero sí una deuda que pagar a las personas que les han traído hasta aquí. El dolor, físico y mental, llega hasta tal punto que muchas solo encuentran dos formas de mitigarlo: las drogas, o la muerte. A veces ambas.
29 víctimas de trata sexual en Euskadi han sido liberadas entre 2018 y 2022.
50% de lo que ganan por servicio se lo dan al tratante por la deuda contraída con ellos
Es parte del drama que acompaña a las víctimas de trata y que cada vez es más habitual en las visitas que ONG como Fiet Gratia hacen a los lugares donde se ejerce la prostitución. «Cada vez nos encontramos más patologías duales, problemas de salud mental con consumo de drogas. Y la mayoría de las veces es para menguar el dolor. Les preguntas por qué consumen cocaína y te contestan que les digas si hay alguna otra forma de sentir menos dolor, o de poder estar ausente mentalmente, de evadirse. Y en consecuencia vemos mujeres con ideaciones suicidas», asegura Margarita Díaz, coordinadora de detección nacional de la entidad, que lleva trabajando apenas un año en Gipuzkoa. En ese tiempo, han atendido a 500 mujeres que ejercen la prostitución solo entre Irun y San Sebastián. La mayoría, asegura, son víctimas de explotación sexual. «Son mujeres que no tienen padrón, ni documentación, que tienen un proceso migratorio muy complejo. Es como si no existieran y las mafias se aprovechan de ello. Tienen que dar el 50% del servicio a los dueños de los pisos, pagan la droga, el alcohol, los preservativos, los lubricantes... tú me diras que les queda».
La mayoría son mujeres de origen latinoamericano, principalmente de Colombia, Paraguay y Brasil. «También hay chicas de Europa del Este, las españolas son minoritarias». Tienen entre 18 y 35 años, y casi todas vienen de países de conflictos. «Cuanto más vulnerable es el contexto de las mujeres en su país, más facil es la captación».
Asegura que los tratantes «campan a sus anchas» en Gipuzkoa, sobre todo después de la pandemia, que cambió radicalmente las formas de prostitución al consumo en pisos y chalets particulares, abocando aún más a la clandestinidad a quienes la ejercen. «Hay pisos de prostitución muy cerca de tu portal o de tu casa», pero al ser privados, el acceso es mucho más difícil.
Las policías rastrean internet en busca de anuncios para hacer controles en pisos y detectar casos de explotación. Entre 2018 y 2022, las fuerzas y cuerpos de seguridad identificaron 29 víctimas de trata sexual en Euskadi, aunque saben que hay más y las operaciones siguen abiertas. La última que ha trascendido ha tenido lugar este mes de octubre, con la detención por parte de la Policía Nacional de dos ciudadanos chinos –un hombre y una mujer– acusados de regularizar con falsos contratos de trabajo a mujeres que eran explotadas sexualmente. Las víctimas fueron detectadas durante un control preventivo del mencionado cuerpo policial en un piso en Irun donde se ofertaban servicios sexuales con mujeres orientales. El miedo y los problemas por el idioma dificultaron mucho la labor policial, pero finalmente descubrieron que todas procedían de zonas empobrecidas de China, donde tenían a familiares que dependían económicamente de ellas.
Esas cargas familiares son precisamente el principal hándicap a la hora de poder rescatarlas, que es el fin último de oenegés como Fiet Gratia. «Son pocas las que piden salir, porque detrás de cada una de ellas hay una historia, a cada cual más dramática. La mayoría te dice que no quiere estar donde está, pero tiene una familia que alimentar en su país de origen, y esas cargas familiares son las que les impiden salir de la prostitución», explica Margarita. Una ventaja de la que las mafias se aprovechan. «Les amenazan con contar a sus familias lo que están haciendo o con hacerles daño».
A ello se suma la desconfianza que tienen, alimentada también por sus explotadores, especialmente hacia la policía, ya que la que han conocido en su país no está dispuesta a ayudarlas. «Son cada vez más reacias, sienten miedo. Estamos notando una desconfianza tremenda, detrás de la cual hay un discurso que los proxenetas les hacen interiorizar, de 'no te fíes, te van a quitar el pasaporte, va a entrar la policía'. Nos está costando mucho convencerlas de que son víctimas, es una labor muy complicada», reconoce la coordinadora de la entidad.
Y cuando lo consiguen, se encuentran con un nuevo obstáculo: la Justicia. «No se lo ponen nada fácil», asegura Margarita, y narra una experiencia reciente. «Durante la declaración de una mujer que era testigo protegido se dio un detalle de su personalidad que permitía ser identificada por los tratantes. En cuanto salió me dijo: 'Por favor, sácame de este país, prefiero quitarme la vida antes que pasar por esto'. Tenía pánico, por ella y por su hija. Y les gestionamos el retorno voluntario».
Desde Fiet Gratia advierten de que España es el país de la Unión Europea «que más prostitución consume, y el tercero en tráfico humano del mundo». Y aseguran que las cifras no van a bajar, en tanto «la segunda vertiente» siga creciendo. «Hablamos de la pornografía, que se está empezando a consumir en niños de 8 años, quienes se están formando un imaginario sexual que no existe y que van a querer llevar a la acción. Son los futuros potenciales consumidores de prostitución».
Además, Margarita afirma que son los propios tratantes los que «han hecho creer a la sociedad que las víctimas lo hacen por libre elección». Un error que zanja con una frase: «Mientras exista prostitución, habrá explotación sexual».
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