Voluntarios
El orgullo de la generación del barroVoluntarios
El orgullo de la generación del barroMarcela Salazar, Beñat Arnaiz y Maite Jiménez
San Sebastián | Enviado especial a Valencia | Enviada especial a Valencia
Sábado, 9 de noviembre 2024, 06:52
A medida que uno se aleja del centro de Valencia y se acerca a las calles y carreteras próximas al nuevo cauce del Turia y a las localidades afectadas por la DANA hace ya once días empieza a ver un desfile de personas que no ... dan el pego en una ciudad española de casi 800.000 habitantes. Palas, botas de agua, mascarillas o carros llenos de alimentos y bolsas que corresponden más a un entorno lejano al primer mundo.
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Ese es el primer aspecto que sorprende. El segundo, que un porcentaje considerable de esas personas son jóvenes, una franja que puede ir desde los 16 años hasta casi los 30. En una época de etiquetas que cuesta entender sus orígenes y sus porqués –millenials, Z, alfa...–, esta población ha empezado a ser llamada y será recordada como 'la generación del barro' por ser la que, ante el abandono que los afectados por la DANA sufrieron en las primeras 48 horas de la catástrofe, salieron de sus hogares, caminaron kilómetros y kilómetros y se pusieron a trabajar sin descanso para ayudar a sus paisanos.
Ese movimiento, local en un primer momento, ha llegado a miles de jóvenes que se han querido sentir aludidos y no han dudado en sumarse a una emocionante colaboración ciudadana que se mantiene en el tiempo gracias a que hay estudiantes que tienen sus clases suspendidas, otros que hacen huelga por no tenerlas, y trabajadores que están agotando sus últimos días de vacaciones del año para dedicarlos a ayudar. Es la marea de voluntarios que hace frente a las consecuencias de la DANA.
Patxi Antolín Donostia
Valencianos y no valencianos retiran el fango de las calles, como es el caso de Patxi Antolín. Este donostiarra de 22 años y vecino del barrio de Altza estudia enfermería en Valencia desde hace cuatro años, y estos días ha ayudado junto a sus amigos a los vecinos de Utiel, Algemesí y Sedaví. «Vamos un día sí y un día no y a pueblos diferentes. Al principio probamos en repetir dos días seguidos, pero acabamos supercansados porque para llegar a los pueblos vamos en coche hasta donde nos deje la policía y luego tenemos que andar dos o tres horas hasta las zonas afectadas», cuenta Antolín, estudiante de Enfermería en la Universidad Católica de Valencia.
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Almudena Santos
Explica que suele salir de su casa en Malvarrosa a las 7.00 horas y vuelve sobre las 18.00. «Es pronto, pero se hace rápido de noche y tenemos que volver andando al coche», dice, normalmente por calles que siguen sin recuperar el alumbrado público. El primer día que salieron a ayudar fue el jueves, un día después de conocerse la gravedad de la situación, porque el miércoles «fuimos a buscar botas de agua, escobas y palas y estaba todo agotado». Las necesidades que los cientos de miles afectados requieren son inabarcables y hay trabajo para todo el día. Pero lejos de pedir, las víctimas también quieren dar todo lo poco que tienen. «Nos preguntan si queremos bocatas, si queremos descansar, si queremos agua... Están muy agradecidos porque se han sentido abandonados y aislados».
El pasado fin de semana las instituciones trataron de organizar a los voluntarios en la Ciudad de las Artes y las Ciencias para trasladarlos en autobuses a zonas necesitadas, lo que provocó el enfado de un gran grupo porque muchos fueron llevados a centros comerciales, como el de Bonaire. «Nosotros vamos por nuestra cuenta porque no queremos limpiar una tienda. Queremos ayudar a la gente y a los vecinos de los pueblos a sacar el agua de los bajos, que son los más necesitados».
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Teresa Rivas Mislata
Otra manera de llegar a las poblaciones afectadas incorporada esta semana es el autobús gratuito. En una intersección de una avenida cercana a la estación de trenes Joaquín Sorolla nos encontramos, sobre las 9.30 horas, con una fila de casi un centenar de personas esperando a que llegue el autobús que les lleve a Paiporta. Teresa Rivas, de Mislata, es una de ellas. «Mi trabajo está en Paiporta, mis familiares viven en Paiporta y voy a ayudarles. Al principio estaba haciendo caminatas de dos horas para ir y otras dos para volver y se agradece el autobús, aunque han puesto pocos porque fíjate toda la gente que hay. Mucha se tiene que quedar esperando al siguiente», y la frecuencia es 'lo que tarde en venir el siguiente' al no haber ningún horario establecido.
Arán, Marcos y Jordi Ibiza
La fila para esperar al autobús la rompe de repente un grupo de tres hombres para pasar con una bicicleta que tiene en su parte delantera el habitual carro para meter a los niños dentro y poder transportarlos. Se detienen delante de la gente y comienzan a preguntar si necesitan algo. El vehículo está cargado de palas, botas, mascarillas, guantes y agua. Son Marcos, Jordi y Arán, que es quien nos explica de dónde son y a dónde van tan cargados. «Soy policía local en Ibiza, pero como no nos han autorizado a venir hemos decidido hacerlo de forma voluntaria. Hemos cargado lo que hemos podido en Ibiza, porque la gente allí también ha colaborado mucho, y hemos podido traer unos 40 pares de botas, 40 palas, mascarillas, guantes, agua... Y ayer llevamos 300 kilos de pienso para una protectora de animales». Sobre su particular vehículo, cuenta que «nos hemos inventado un carro para poder pasar porque tampoco queremos molestar a los servicios de emergencia. Caminamos hasta donde podamos e intentamos llegar a las zonas donde menos recursos han llegado. Nos hemos levantado a las seis y media de la mañana y nos iremos cuando ya no podamos más, cuando seamos una molestia».
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Al acudir de manera voluntaria, apunta que «tenía guardados días para final de año porque yo no soy de Ibiza, soy de Teruel, y no los había utilizado hasta ahora para pasar la Navidad con la familia en casa, pero he acortado las vacaciones para venir aquí y echar una mano». En cambio Marcos, otro de los integrantes del grupo, «se ha cogido 15 o 20 días para estar en Valencia. Yo me voy mañana», explica.
Vicent Chiralt Museros
Hay otros que no han necesitado pedir días porque siguen estudiando y la universidad mantiene las clases suspendidas desde el martes 29 de octubre a las 14.00, unas horas antes del impacto de la DANA. Es el caso de Vicent Chiralt, de la localidad de Museros, que junto a sus amigos Sergio, también de Museros, y Ana y Alejandro, de Massamagrell, han hecho una ronda por los pueblos afectados. «Hemos estado en Picaña, Paiporta, Alfafar, Sedaví... A cualquier sitio que vayas ves que falta muchísimo personal y ayuda. Salimos de casa a las seis y media porque más tarde hay muchísimo tráfico, al fin y al cabo muchas de las carreteras del sur están cerradas, y aparcamos al lado del nuevo cauce del Turia y de ahí vamos andando».
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Este grupo que no oculta su indignación con los dirigentes políticos, «sean del color que sean», por haber dejado «abandonados» a los afectados las horas posteriores, que fueron un 'sálvese quien pueda'. Portan una valiosa herramienta al equipo habitual: una bomba de agua. «La tenía un amigo y aunque es pequeña, sirve para vaciar sótanos y garajes. Incluso nos la han pedido los bomberos». Sin embargo, este grupo se dirige en esta ocasión de vuelta a Valencia antes de tiempo porque se les ha roto su herramienta estrella. «La tubería no es muy grande y además de agua hay muchos restos como piedras, ramas o barro que también entran, y se nos ha estropeado. A ver si podemos arreglarla, pero seguiremos ayudando con bomba o sin bomba».
Álvaro Illescas Valencia
En las calles ya totalmente embarradas pasamos por un bajo. Los rótulos del exterior indican que se trata de un pequeño taller, aunque viendo el interior podría tratarse de cualquier cosa. Vemos a un grupo de jóvenes trabajando duro con las palas y la escoba. Uno de ellos es Álvaro Illescas, de 17 años. «Llevamos toda la semana viniendo. Nos levantamos a las nueve, cogemos el bus y volvemos sobre las cuatro a casa para comer». En un escenario normal su rutina sería la de despertarse a las siete para ir a clase, pero este adolescente de Valencia desvela que «no nos han suspendido las clases y estamos en huelga. Hay muy poca gente haciéndola, pero creo que es más importante venir aquí a ayudar que ir una semana a clase».
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