Borrar
La brújula que busca el norte del trabajo

La brújula que busca el norte del trabajo

empleo ·

La exministra y presidenta de la Fundación Cotec Cristina Garmendia traza el futuro del mercado laboral en 12 claves. «¿Quién renuncia hoy a la lavadora? El desafío que encaramos es otro».

Martes, 1 de diciembre 2020, 06:29

Cualquier hipótesis sobre el futuro del empleo resulta particularmente aventurada en este tiempo de incertidumbres. El debate, no obstante, es tan necesario como apasionante. Si bien conviene desconfiar de los visionarios que reduzcan a una lista muy simple las profesiones del mañana o especulen sobre qué perfil se buscará dentro de unos años, es obligado recopilar datos, analizar tendencias, compartir conocimiento y elaborar propuestas que orienten a los estudiantes y trabajadores; sobre todo, a los más jóvenes. Ya no podemos asegurar a un alumno de Secundaria que si estudia tal o cual grado nunca le faltará trabajo, ni debemos recomendarle que se especialice todo lo que pueda para triunfar en su carrera. La propia naturaleza del trabajo se debe ir transformando de forma permanente. En cambio, es imprescindible aportar algunas claves que condicionan desde hoy el futuro del empleo. Señalar, por ejemplo, las capacidades, habilidades y competencias que más está demandando el mercado laboral; insistir sobre la revolución que está trayendo la tecnología; entender la importancia de la formación humanista; y desechar muchos clichés que han perdido vigencia. Por el bien de todos, por todo lo que está en juego, al menos vamos a intentarlo.

1INDUSTRIA 4.0: AUTOMATIZACIÓNEl concepto de Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0 fue acuñado en 2016 en el seno del Foro Económico Mundial. El término equipara la actual revolución tecnológica con el impacto que tuvo en la historia la aparición de la máquina de vapor, la electricidad o la informática. Esta cuarta etapa industrial, en la que confluyen disciplinas como la física, la biología y la informática, ha traído consigo la progresiva automatización y digitalización del trabajo. La robótica, la inteligencia artificial, la impresión 3D, el internet de las cosas, la nanotecnología o los vehículos autónomos multiplican cada día el porcentaje de tareas en las que los humanos pueden ser reemplazados por máquinas. No en el futuro, hoy mismo. Y esto no va a parar. Las máquinas ofrecen ventajas indiscutibles: son eficaces, son obedientes, no cobran, no descansan. Según distintos estudios, en la actualidad las máquinas podrían ocupar entre un 40 y un 50% de todo el empleo que conocemos, con algunos sectores particularmente afectados. No olvidemos que la industria ha pasado de suponer el 34% de la actividad y el 25% del empleo en torno a 1970, a representar apenas el 11% de la actividad y el 10% del empleo en 2019.

2EN QUÉ NOS SUPERAN LAS MÁQUINASEl siglo XX se despidió con la primera derrota del campeón del mundo de ajedrez ante una computadora. Veinte años antes ese avance tecnológico resultaba impensable. Veinte años después lo que resulta increíble es que la mente humana superase hace tan poco a las máquinas en computación. Tengamos esto claro: no podemos competir con los robots en trabajos mecánicos, repetitivos, especializados, en cualquier cosa que tenga que ver con procesar datos e información, en tareas de contabilidad, de administración, de archivo... No podemos y además no hay necesidad. Por suerte, las máquinas están a nuestro servicio. La tecnología no es el enemigo, no nos empeñemos en competir con ella. La tecnología es a menudo la mejor solución a muchas de nuestras necesidades. Si un trabajo puede hacerlo una máquina, debe hacerlo una máquina. ¿Quién renuncia hoy día a la lavadora? El desafío que encaramos es otro.

3LA CLASE MEDIA AMENAZADALa automatización representa sobre todo una amenaza para la clase media. En el peor de los escenarios, aquel en el que no tomáramos medidas para responder a la revolución tecnológica, partirá a la población empleada en dos. De un lado, los profesionales más cualificados; del otro, los trabajadores con salarios más bajos. En medio, los robots. Es necesario recordar que el problema no son las máquinas, sino lo que hacemos con ellas. Que avancemos hacia un futuro utópico o distópico dependerá, como tantas veces en la historia de nuestra especie, de nuestra capacidad de adaptación. Nuestro gran reto es aprovechar las oportunidades que nos ofrece la tecnología digital en beneficio de toda la sociedad, olvidarnos de las tareas más monótonas y peligrosas, ocuparnos únicamente en actividades que exploten las habilidades que nos definen como especie, mejorar nuestra calidad de vida, encontrar más tiempo para el ocio, cultivar la creatividad, la empatía, la vida familiar y los intereses personales. Nada de esto sería posible sin ayuda de las máquinas. Paradójicamente, representan una oportunidad para iniciar la era de los valores y las habilidades humanas. Aprovechémoslo.

4APARICIÓN DE NUEVOS EMPLEOSEn las anteriores revoluciones industriales los puestos de trabajo destruidos fueron sustituidos por otros nuevos. El tercer informe del Foro Económico Mundial (FEM) sobre El futuro del empleo, publicado el pasado octubre, calcula que la revolución robótica creará 97 millones de nuevos empleos. Entre las principales profesiones emergentes destacan las que tengan que ver con la economía de datos y la inteligencia artificial; la creación de contenido y el desarrollo de productos; la computación en la nube; o la economía ecológica. Los robots nos desplazan de tareas que se les dan mejor que a nosotros, pero a cambio generan nuevos empleos: alguien tiene que diseñar el robot, supervisar su funcionamiento, programar algoritmos y tomar decisiones. La opinión de los ciudadanos es menos optimista. Según la III Encuesta de Percepción Social de la Innovación, que realiza Cotec cada año en colaboración con Sigma Dos, solo la mitad de los españoles cree que el empleo destruido será sustituido por nuevas ocupaciones. Dos de cada tres encuestados asumen que la tecnología destruirá muchos de los trabajos actuales y que las máquinas serán pronto capaces de asumir tareas tanto rutinarias como creativas. Uno de cada tres no se siente preparado para competir con las máquinas por un empleo. Y el 80% opina que la sociedad no se está preparando de manera adecuada para ese futuro inmediato.

5DOS GRANDES TRANSICIONES A FAVOR DE LOS TRABAJADORESFrente al pesimismo que provoca la transición de una economía enteramente analógica a otra mayoritariamente digital, conviene recordar que estamos asistiendo a otras dos grandes transiciones que generan nuevas oportunidades para el trabajo humano: el cambio de un modelo de producción y consumo lineal a otro circular y la evolución desde un modelo de financiación e inversión basado en lo material a otro que valora también los intangibles.Estas otras dos grandes transiciones también tienen su reflejo en el empleo y en ambos casos generan más trabajo para las personas que para las máquinas. Los robots son capaces de extraer materiales o ensamblar piezas de una máquina, pero son peores que los humanos a la hora de reparar, reciclar, reutilizar o reducir el consumo, tareas que definen a la economía circular y que generarán nuevas profesiones. En cuanto a la revalorización de los intangibles, basta recordar la máxima de que un ordenador, por sofisticada y avanzada que sea la tecnología que incorpore, no deja de ser una máquina de escribir cara hasta que el talento humano lo pone a funcionar.

6LO QUE NOS HACE IMBATIBLESLa mitad o más de los empleos que se desempeñarán en un futuro próximo no los conocemos hoy. Pero sí podemos afirmar que en muchos de ellos, al menos en las próximas décadas, mantendremos una ventaja insalvable respecto a la tecnología. Las máquinas no sustituirán a los humanos en actividades que nos definen como especie y en las que por ahora somos mucho mejores que ellas. Entre muchas otras: ser creativos y tener nuevas ideas; asesorar, gestionar y resolver problemas; provocar e interpretar emociones; improvisar ante situaciones inéditas; combinar conocimientos de distintas disciplinas; enriquecer el desempeño profesional con experiencias, intereses y aficiones personales; cooperar, relacionarse, comunicarse; ejercer el liderazgo y tomar decisiones; desarrollar y aplicar pensamiento crítico… En general, las tareas que mezclan actividad mental y física, que requieren empatía, ni les gustan a las máquinas, ni nos gusta a nosotros, cuando las demandamos, que nos las facilite un robot. Cuando necesitemos cuidados (enfermos, personas mayores, niños), seguiremos prefiriendo que nos los proporcione una persona que un robot. Lo mismo ocurrirá con muchos servicios (hostelería, peluquería, trabajo doméstico). El desafío en estos casos no será tanto conservar estos empleos como evitar que los trabajadores se precipiten por una pendiente de temporalidad, baja remuneración, desprotección social, etcétera (un peligro agravado por la actual pandemia). En puestos de alta cualificación y responsabilidad, donde se toman decisiones que afectan a colectivos grandes o conllevan un alto riesgo económico, también seguiremos viendo a personas antes que a algoritmos, si bien el apoyo de la tecnología será cada vez más importante.

7EL IMPACTO DE LA PANDEMIAApenas empezábamos a darnos cuenta de que el empleo estaba cambiando de forma radical como consecuencia de la automatización. Dábamos los primeros pasos para sustituir los empleos destruidos por otros de nueva creación. Iniciábamos la construcción de un futuro en el que las máquinas y los humanos íbamos a convivir en armonía, cada cual dedicado a lo que mejor sabemos hacer. Entonces llegó el coronavirus SARS-CoV-2 y todo saltó por los aires. La pandemia de Covid-19 ha provocado una destrucción de empleo sin precedentes en todo el mundo, afectando sobre todo a los trabajadores más desprotegidos (mujeres, jóvenes, salarios bajos, escaso nivel educativo). Las consecuencias son impredecibles.La reinvención del empleo forzada por la Cuarta Revolución Industrial estaba llamada a ser larga y compleja. Pero la pandemia ha acelerado el proceso a niveles exponenciales, ensanchando las brechas de equidad. El informe del FEM prevé que en los próximos cinco años se destruirán en todo el mundo cerca de 85 millones de empleos como consecuencia de la digitalización. No hay que entrar en pánico. Hay que reaccionar y tomar decisiones. Pero la solución no llegará por sí sola. Exige que hagamos cambios radicales. Exige una respuesta política global.

8UN LLAMAMIENTO A LA REACCIÓN POLÍTICALa directora gerente del FEM, Saadia Zahidi, decía hace unas semanas: «La ventana de oportunidad para la gestión proactiva de este cambio se está cerrando rápidamente. Las empresas, los gobiernos y los trabajadores deben planificar la colaboración urgente para implementar una nueva visión de la fuerza laboral mundial». Es preocupante que uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad no forme parte todavía de la agenda de ningún partido político. La acción política es cortoplacista, rara vez se ocupa de retos que no pueda amortizar en el plazo de una legislatura. Lo sufrimos con la amenaza climática y también con la falta de planificación ante el desafío que representa la tecnología para el futuro del empleo. Tan solo una toma de conciencia por parte de la sociedad de la importancia de este reto histórico, que se traduzca luego en una presión libre de ideología a toda la clase política, traerá algo de luz y esperanza. Los países más prósperos del mundo son también los más automatizados. Pero la riqueza no llega por sí sola, es necesario prepararse, emprender cambios profundos, acompañar la Cuarta Revolución Industrial de iniciativas políticas transformadoras.Ese tipo de movilización colectiva es lo que busca la campaña de Cotec en change.org #MiEmpleoMiFuturo. En una carta abierta de siete puntos pide a los políticos medidas para fomentar la inclusión, invertir en conocimiento, proteger el talento, establecer códigos éticos para el uso de las máquinas o repensar de arriba abajo el sistema educativo. La iniciativa cuenta con cerca de 100.000 firmas y sigue abierta y sumando apoyos.

9RENOVAR EL SISTEMA EDUCATIVOEs urgente cambiar lo que enseñamos y la manera en que lo enseñamos. Los retos de hoy no se pueden superar con las fórmulas de ayer. La necesidad de adaptación que como sociedad debemos hacer al desafío (y la oportunidad) que representa la revolución tecnológica empieza, como casi todo lo importante, por la educación. Los métodos tradicionales de aprendizaje, basados en memorizar contenidos, realizar ejercicios de manera repetitiva, especializarse en áreas de conocimiento determinadas, obedecer órdenes sin cuestionarlas, establecer sistemas de evaluación competitivos y orientar la formación hacia un concepto de empleabilidad tradicional no son aptos para el tipo de tareas que demanda el actual mercado de trabajo, ni mucho menos aún, las que demandará el futuro.Solo quienes pueden pagarse una educación extra llegan a superar estos límites. Como explica gráficamente el vídeo de #MiEmpleoMiFuturo, llevamos siglos educándonos para ser «una Inteligencia Artificial cutre». La formación básica que reciben los estudiantes está encaminada a desempeñar tareas en las que las máquinas son mejores que nosotros. La educación, por tanto, debe cambiar de arriba a abajo para potenciar aquello en lo que siempre seremos mejores que las máquinas, que coincide además con lo que más nos gusta hacer y mejor se nos da, porque nos sale de forma natural.

10LA FORMACIÓN CONTINUARevolucionar la educación soluciona el futuro. ¿Pero qué pasa cuando el futuro llega sin avisar? La formación continua, que tantas veces se invoca con insuficiente convicción, se ha vuelto imperativa. El informe 'El futuro del empleo' sostiene que muy pronto las empresas más competitivas serán las que reconsideren y mejoren las habilidades de sus empleados actuales, al tiempo que prevé que casi la mitad de los trabajadores que mantengan su empleo en los próximos cinco años necesitará realizar cursos para afianzar sus competencias básicas. En España partimos además con desventaja. Contamos con más titulados universitarios que la media de la OCDE, pero solo uno de cada cinco adultos tiene una formación de Bachillerato o de FP de ciclo medio, la mitad que en otros países desarrollados.Esto afecta a la empleabilidad de buena parte de la población activa y sobre todo lastra su adaptación a las nuevas exigencias del mercado laboral, que demanda de los trabajadores capacidad de innovación: creatividad, resolución de problemas, pensamiento crítico. El problema se agranda al observar la baja cualificación de nuestros empresarios, que nos sitúa a la cola de Europa. En esta interrelación creciente entre economía y formación todo el mundo está llamado a asumir el reto de construir una sociedad mejor. El presente exige educar para innovar e innovar para educar. Todos, no solo los jóvenes, somos protagonistas de esta nueva revolución industrial.

11TALENTOS OCULTOSLa crisis económica de 2008 agudizó un problema de nuestra economía, el desajuste entre las competencias de los trabajadores y el tipo de tareas que realizan, sobre todo entre los profesionales jóvenes con estudios superiores. Tradicionalmente se decía que la culpa era del sistema educativo, que proporcionaba excesivos graduados, pero diferentes estudios realizados por Cotec concluyen que la mayor responsabilidad recae en las dificultades del sistema productivo para aprovechar las competencias de esos nuevos profesionales, sobre todo en periodos de bajo crecimiento económico, como el actual.La sociedad 4.0 representa una oportunidad para reivindicar y aflorar talentos que ahora están marginados o devaluados. Por supuesto, todos tendremos que adquirir y actualizar de manera permanente habilidades digitales, pero el futuro deparará sorpresas por donde quizá menos se esperaba: por una revalorización de nuestra condición humana. Los captadores de talento empiezan a valorar habilidades de autogestión impensables hace solo unos años, como la resiliencia, la tolerancia al estrés y la flexibilidad.

12UN REGRESO A LAS HUMANIDADESEn el terreno del conocimiento, asistiremos a una nueva era para las Humanidades, que siempre fueron claves, pero, tantas veces, también invisibles. Ahora cobran una importancia inesperada en un contexto en el que primará la capacidad de pensar, de crear, de encontrar soluciones nuevas a partir de las enseñanzas del pasado, de desarrollar ideas inspiradas en el arte. La gente especialmente dotada para entender las emociones ajenas, para la empatía y el cuidado de los demás, tendrá un lugar protagonista en el futuro mercado de trabajo, si atendemos a los pronósticos que auguran una sociedad más envejecida. Todas las capacidades relacionadas con el ocio encontrarán también su sitio, favoreciendo que lo que ahora es una afición se convierta en una profesión.La flexibilidad, la adaptación al cambio, la gestión de la incertidumbre son cualidades fundamentales ante la tendencia en aumento del llamado trabajo líquido, ese modo diferente de concebir las relaciones laborales, sin rigideces de horario, jerarquías o compromisos. Un proceso que también la pandemia ha acelerado, al mostrar que estábamos más preparados de lo que creíamos para el teletrabajo, las videoreuniones o la asistencia virtual a eventos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco La brújula que busca el norte del trabajo