
La pregunta ya no es si es posible, sino ¿cuándo?
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La tecnología permitiría vivir en un mundo sin 'cash'. Es cuestión de tiempo. La única brecha que queda es la generacionalCuando Chang recibió su smartphone y su código QR no salía de su asombro. Este mendigo de Pekín fue uno de los elegidos en el año 2017 por el Gobierno chino para llevar a cabo una prueba piloto consistente en facilitar a las personas que viven de la caridad la tecnología necesaria para poder recibir limosna a través del móvil, mediante aplicaciones como WeChat o Alipay, las más utilizadas en el gigante asiático. La experiencia fue un éxito y hoy a nadie extraña ya ver a un indigente con dos grandes tarjetas plastificadas colgadas del cuello (una para cada aplicación) con su foto y el código de barras que permite al generoso transeúnte hacer su donación de manera digital. Es una cuestión de pura supervivencia. El 14% de los chinos afirma salir ya a diario a la calle sin dinero en efectivo y un 40% lo hace con menos de 100 yuanes (13 euros), según un estudio de Tencent, el gigante tecnológico dueño de WeChat.
China dejaba así anticuado un vídeo que se hizo viral en 2015 en el que se podía ver a un mendigo de la India sacando un datáfono a una turista que intentaba eludir el donativo con el conocido argumento de 'no llevo suelto'. Una imagen, la del mendicante con lector de tarjetas, que desde entonces se ha repetido a lo largo de los cinco continentes.
En el lado opuesto del mundo y de la escala social, Marta es una joven empresaria de éxito que vive a caballo entre Barcelona e Ibiza. Para ella el 'cash' es algo «engorroso» y «del pasado». Siempre lleva algo encima, pero solo porque «aún hay muchos sitios en los que no puedes pagar de otra forma», lo que le parece «increíble». Evita las monedas y billetes siempre que puede, incluso cuando sale de fiesta. Los clubes y discotecas que más frecuenta ofrecen el sistema 'paytouch', por el que la cuenta se abona a través de la huella dactilar. Una vez registrado en el comercio y tras asociar una tarjeta de crédito a su huella, paga cada consumición cómodamente colocando su dedo índice en el lector que le ofrece el camarero.
Ricos y pobres, Oriente y Occidente... el mundo avanza sin pausa hacia el final del efectivo. O al menos hacia su uso residual. Es cuestión de tiempo. Porque la única brecha que se mantiene es la de edad. Los más mayores siguen prefiriendo el dinero «contante y sonante», en tanto que los jóvenes se han subido de forma natural al carro de pagar con el móvil, más cómodo incluso que con tarjeta. Cada gran compañía tecnológica tiene su propia plataforma de pago (Apple pay, Google pay, Samsung pay...), lo mismo que cada banco. También están las llamadas 'fintech', creadoras de sistemas de pago 'online', o los intermediarios como Paypal. Las opciones son, desde luego, múltiples. Solo hace falta vincular a la aplicación una tarjeta y esta se puede quedar en casa junto a la hucha con las monedas y los billetes. El móvil y una conexión a internet son suficientes.
Facilidades
Sin efectivo ni para limosnas ni para 'bote' Se intuía que el mundo cambiaría cuando se pudiesen hacer con tarjeta o móvil los pagos más pequeños y cotidianos. Ese día ha llegado.
Ejemplos
Dinamarca y Suecia, cerca del 'cash 0' Los países escandinavos llevan la delantera. En Suecia el efectivo supone ya menos del 10% de las operaciones y Dinamarca fue el primero en poner fecha al adiós a monedas y billetes: 2030.
En España, la cifra de tarjetas en circulación lleva cuatro años encadenando máximos históricos. En junio había 87 millones de unidades, según los datos del Banco de España, un 3,7% más que un año antes y un 21% más que hace una década.
La crisis del coronavirus no ha hecho sino acelerar el proceso. En lo que va de 2020 se han puesto en circulación un millón y medio de nuevos plásticos en el país. En paralelo, las retiradas de efectivo de los cajeros cayeron un 52% en el segundo trimestre. Cierto que esta caída espectacular estuvo condicionada por el confinamiento, pero la tendencia ya era descendente. En 2019 el número de operaciones había retrocedido un 2,79% respecto al año anterior y un 11% respecto a 2008. Y el parque de cajeros automáticos ha caído por debajo de los 50.000. Quedan exactamente 49.976, una cifra desconocida desde 2002 y casi 12.000 menos (un -19%) que los 61.714 que se alcanzaron en 2008.
Hace unos años se decía que el efectivo solo tendría posibilidades de desaparecer cuando los pequeños comercios por un lado, y el público por otro, aceptasen cobrar/pagar cantidades menores por medios digitales. Que el pago virtual sirviese para hacer frente a nuestras actividades más cotidianas.
Ese día ha llegado. El billete de autobús, el periódico en la librería, la consumición de Marta en la discoteca... Ni que decir tiene las compras, aunque sean de pocos céntimos, en los comercios por internet. Son ya varias las iglesias españolas que disponen de una máquina para recaudar el 'cepillo'. Incluso hábitos tan arraigados como el 'bote' de las cuadrillas tienen los días contados a causa del Bizum, un sistema de pagos instantáneos entre particulares y de compras en comercios con el que basta conocer el número de teléfono del receptor para ingresarle dinero en su cuenta.
No cabe duda de que tecnológicamente ya sería posible vivir sin efectivo. Solo falta profundizar en el cambio de costumbres.
Quien conoce bien estas es Miguel Ángel Zamorano, director de gestión de tiendas y marketing del grupo Uvesco, propietario de los supermercados BM y Super Amara. Apunta que los pagos con tarjeta en sus establecimientos «se han duplicado en cuatro o cinco años, gracias en buena parte a la comodidad que supone la tecnología 'contactless'». Añade que «el Covid ha supuesto un salto exponencial en esa tendencia, con un aumento del 20% en estos meses». A día de hoy, el 70% de las ventas se cobran a través del terminal y solo un 30% en efectivo. Zamorano advierte de que «a más comodidad para el cliente, más uso de los medios digitales». En este sentido, anticipa que Uvesco prevé lanzar el próximo año una aplicación para poder pagar la compra a través de códigos QR sin necesidad de pasar por caja
Si una entidad entiende de pagos digitales es BBVA, primer banco que comercializó tarjetas en España y que lanzó el pago por móvil. Su director de medios de pago, Antonio Macías, no cree que el efectivo acabe desapareciendo del todo, ya que «siempre quedará algún uso residual», pero sí que caerá a la «mínima expresión». No se atreve a hablar de plazos, ya que el uso masivo del dinero electrónico requiere no solo de un cambio de hábitos, sino también de «factores regulatorios para que esa transición sea segura y sostenible». Considera que «el regulador se está moviendo», y pone como ejemplo la directiva europea PSD2, que regula los servicios de pago digitales y refuerza el nivel de protección de los consumidores que entró en vigor el año pasado. Pero avisa que completar el giro hacia un mundo 99% digital «llevará tiempo».
Entretanto, medidas como que la Banca haya elevado durante la pandemia a 50 euros el límite para poder pagar con tarjeta sin necesidad de teclear la clave, los topes impuestos por los gobiernos a los pagos en efectivo (en España 2.500 euros) o los límites también a las disposiciones de 'cash' en las sucursales (3.000 euros), sirven para impulsar el tránsito del dinero físico al virtual.
Tarjetas
87 millones de unidades estaban en circulaciónen España en el segundo trimestre del año, récord histórico. Son un 3,7% más que un año antes y un 21% más que hace una década.
Cajeros
-52% cayeron las retiradas de efectivo coincidiendo con el confinamiento, acelerando una tendencia que ya había reducido este tipo de operaciones un 2,79% en 2019 .
Los límites
2.500 euros es el tope que se puede pagar en efectivo en España. El máximo que se puede sacar del banco sin justificar son3.000 euros.
El gran caballo de batalla es la confianza y la seguridad. Y para eso ha venido blockchain, la última tecnología para gestionar transacciones (no solo monetarias) en el entorno digital. Óscar Lage, responsable de ciberseguridad y blockchain de Tecnalia, asegura que con este sistema «se termina de cerrar el círculo» para dar el impulso definitivo a la cuenta atrás para el final del efectivo.
Vinculado popularmente a las criptomonedas como el bitcoin, las aplicaciones del blockchain van mucho más allá. Hablamos de tecnología, de las 'tripas' de internet. En resumen, se trata de un registro de operaciones distribuido en varios nodos de una red (cadena de bloques, de ahí su nombre), pero con el más alto grado de seguridad y confidencialidad ya que está encriptado. Entre otras muchas aportaciones, el blockchain permite, por ejemplo, quedar al margen del sistema financiero tradicional y que cada individuo pueda ser su propio banco.
Una situación que supone un reto para las instituciones tradicionales (gobiernos y bancos centrales), que tratan de adelantarse y dirigir a los ciudadanos a un mundo de intercambios monetarios digitales bajo su control. Los países escandinavos llevan la delantera. Dinamarca fue el primero que se propuso acabar con el dinero en efectivo -fijó 2030 como fecha- y ha fomentado medidas como la creación en 2013 de MobilePay (algo así como el Bizum danés). Suecia le ha tomado la delantera. El 70% de su población utiliza el sistema local Swish, y los pagos en efectivo han caído por debajo del 10% del total. Allí también los mendigos aceptan donativos a través del móvil. Noruega o Canadá son otros países donde el uso de monedas y billetes es ya testimonial.
El siguiente paso, en el que ya están inmersos varios países y la propia UE, es crear criptomonedas nacionales.
El Banco Central Europeo (BCE) ha iniciado el proceso para desarrollar su propia criptomoneda, el euro digital, como alternativa a las de otros países y a las no 'oficiales' como el bitcoin o la libra que proyecta Facebook. Con ella, Europa daría soporte a las operaciones realizadas en su divisa electrónica y tendría un control sobre estas. El valor sería el mismo que el del euro físico, pero permitirá que las transferencias se ejecuten al instante y operaciones inferiores a un céntimo.
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