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Tecnología y humanismo

Planeta digital | Deportes ·

Sábado, 5 de diciembre 2020, 07:54

Desde la Revolución Industrial en el primer cuarto del siglo XIX, se han ido sucediendo acontecimientos como la mejora exponencial de los medios de comunicación en su capacidad de llegar al gran público, la cinematografía, la televisión, los transportes... y en las últimas décadas la irrupción de internet y las redes sociales han agigantado la cultura del deporte en todo su espectro, desde el lúdico al más profesional y sofisticado. Los deportistas famosos tienen un gran eco social y se convierten en amplificadores de las bondades de cualquier elemento cercano a su actividad.

Con estas premisas, el maridaje entre la necesidad de éxito de los deportistas y los clubes, con la posibilidad de negocio de las empresas del sector, ha hecho que el crecimiento tecnológico dirigido al deporte sea cada vez mayor. Las marcas invierten muchos recursos en investigación y elaboración de productos para seguir siendo competitivos en el mercado. Deporte y empresas generan un bucle que se retroalimenta en aras de un beneficio mutuo.

Mis dotes adivinatorias, y la celeridad de la evolución tecnológica, no alcanzan para a ver lo que será el futuro. Los ordenadores cuánticos, el big data, la mejora de las ciencias biomédicas, me asusta pensar en la ingeniería genética... Todo ello combinado puede tener unos resultados inimaginables. Como contrapunto, también sucede que no todos los supuestos avances son realmente prácticos, muchos tienen más de envoltorio que de contenido. Tampoco la revolución desde un punta de vista empírico es tan grande como en ocasiones parece. Pese a la evolución tecnológica de las dos últimas décadas, 10 de los 24 récords mundiales de atletismo y 11 de 23 en el caso de las mujeres son del siglo anterior. Si bien es cierto que sobre muchos de ellos recae la sospecha del dopaje.

Una de las tareas primordiales de las instituciones en estos tiempos debe ser la de arbitrar normas que eviten el deporte se desnaturalice y pierda su esencia. Va a ser importante no 'robotizar' a los deportistas o modificar el escenario de forma artificial. La perspectiva humanista que siempre ha tenido esta actividad no debe perderse en ningún caso. La figura del entrenador debería continuar siendo imprescindible, el ser humano es complejo y todas las variables no caben en un programa informático. La calidez, cercanía y compresión de una persona son insustituibles. Por otra parte, los entrenadores tendrán que actualizarse para gestionar y coordinar de forma transversal las aportaciones de los profesionales de otras ciencias afines.

El equilibrio entre ciencia e intuición debería seguir teniendo cabida en el mundo del entrenamiento. Junto a las tecnologías más avanzadas, el cronómetro, la cinta métrica y el ojo clínico siguen siendo herramientas fundamentales en el día a día.

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