
Prado debuta con mensaje conciliador
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El nuevo obispo de San Sebastián agradece a la corporación municipal su entrega a la ciudad «más allá de ideologías»El nuevo obispo, Fernando Prado, se ha estrenado este viernes en la misa del día de San Sebastián y envió un mensaje de agradecimiento a los políticos del Ayuntamiento, desde el alcalde Eneko Goia -presente en la celebración- y los concejales hasta los miembros de la oposición. Les dio las gracias por su «entrega y buena voluntad» al servicio de la ciudad.
«Gracias de corazón por querer construir y mejorar la vida de todos. Más allá de las ideas políticas de unos y de otros; más allá de toda ideología, vivís entregados al servicio de vuestros conciudadanos, a veces incomprendidos, sin el agradecimiento que tal vez no acertamos a expresaros, sabiendo que, como todos, intentáis hacer las cosas lo mejor que sabéis y podéis, al servicio del bien común. Yo os agradezco expresamente vuestra entrega y vuestra ejemplaridad», dijo Prado en su homilía ante una nave central prácticamente llena de fieles.
El prelado animó a los miembros de la corporación municipal a «seguir queriendo ser buenos servidores de los ciudadanos, como yo quiero ser un buen obispo», al tiempo que les pidió que no permitan «que los sinsabores cotidianos o los errores cometidos por omisiones o por los límites humanos que todos tenemos, minen» su ilusión por mejorar la vida de todos. «Contad siempre con mi cercanía y mi cariño sincero», concluyó.
Prado se dirigió a los fieles para recordarles que «los problemas y la fiesta a todos nos igualan» porque «en el dolor y en la fiesta, nos olvidamos de lo secundario y nos acercamos a lo primordial». «Celebrando juntos saboreamos esa unión y ese sueño que queremos vivir siempre. Lo que vivimos en un día, lo quisiéramos todos los días. Sí, es posible celebrar juntos, es posible convivir juntos y ser felices juntos. La fiesta es símbolo de una unión que es mucho más real en nosotros que aquello que nos pueda dividir», subrayó.
El misionero claretiano invitó a «pedir al señor que, a pesar de las inclemencias del tiempo, nos conceda un día de fiesta lleno de alegría, de concordia ciudadana, de verdadera paz y fraternidad. Que el frío del ambiente se llene del calor de la amistad y de la ciudadanía compartida. Os deseo en este día, de corazón, toda la bendición de Dios para vosotros y para vuestras familias».
También tuvo palabras para «aquellos que no pueden celebrar, quienes por diferentes razones se ven excluidos de la fiesta». Dedicó su «bendición especial» a los enfermos y las personas en soledad y mostró su solidaridad «con los más necesitados, con quienes también compartimos ciudadanía y fraternidad». «Sin ellos, la verdadera fiesta de la vida no es del todo completa», advirtió antes de la eucaristía.
La solemnidad de las voces del Orfeón Donostiarra, en conjunción con la gravedad de los tambores y barriles de la tamborrada infantil de Euskal Billera, la más antigua de la ciudad, redondeó una misa en la que fue difícil no sobrecogerse, incluso para alguien no fuera donostiarra.
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