Era obvio: se trataba de un auténtico golpe de suerte. Y es que el pasado 8 de enero Seanathan Bates se encontró con un flamante iPhone 14 Pro en pleno paseo matutino. El terminal estaba en perfecto estado, con un buen nivel de batería y, además, con el modo avión activo. Nada parecía salirse fuera de lo común hasta que, en un momento dado, este diseñador de videojuegos descubrió una notificación: en ella la aerolínea Alaska Airlines comunicaba a su cliente un nuevo cargo por extra de equipaje. Lo llamativo no era el importe en sí, sino que... atendía al vuelo 1282, ése que recientemente se había visto obligado a aterrizar de emergencia por un importante problema de presurización.
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Entonces sí, entonces saltaron todas las alarmas. Y este desarrollador estadounidense lo puso en manos de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte. Las primeras hipótesis de la investigación no dejaron lugar a la duda: el flamante smartphone se había precipitado al vacío desde una altura de casi 5.000 metros después de que estallara la ventanilla del Boeing 737 Max 9, en pleno vuelo rumbo a California (Estados Unidos). Increíble. Lo más llamativo era que no tenía un sólo rasguño: estaba en perfecto estado, con su protector de pantalla y una inconfundible interfaz 'made by Apple'. Esta vez, el azar sí parecía haber hecho de las suyas... ¿O no sólo?
«Yo no lanzaría mi smartphone desde un avión en marcha para comprobarlo, pero hoy en día hay altísimos estándares de seguridad y protección que garantizan la robustez y alta durabilidad de los mismos- afirma Herminio Granero, director ejecutivo de Ingram Micro Iberia-. Uno de los indicadores objetivos son las garantías de certificación IP que clasifican el grado de resistencia. El estándar de alta protección es el IP68, pero el nivel máximo se lo lleva el IP69K, que indica una altísima robustez del producto en movimiento, sumergido y con recepción de chorros de agua a presión... e incluso resistencia ante limpieza de vapor y altísimas temperaturas».
Es evidente (o al menos eso esperamos) que nuestro móvil no experimentará nunca semejante grado de adrenalina tras una caída libre de 4.750 metros, pero lo cierto es que en un episodio como el del vuelo 1282 de Alaska Airlines la suerte tuvo un gran protagonismo. La pregunta es: ¿quizá excesivo? «La suerte influye, sí. Pero sólo es uno más de los factores que determinan el daño que sufrirá un teléfono: toda caída, por pequeña que sea, es un riesgo para la integridad del smartphone. A veces se nos cae de una mesa y se rompe la pantalla, y otras se precipita por las escaleras y apenas se producen unos rasguños en un borde. ¿Por qué sucede eso? Es uno de los misterios de la tecnología», se justifica Herminio Granero.
A día de hoy todos los terminales se someten a estrictos controles de seguridad que ponen a prueba la resistencia de los materiales... y nuestra torpeza. Eso sí, no son infalibles. «No se puede garantizar que la pantalla del móvil no se vaya a rayar en una caída, independientemente de su dureza. Están diseñadas para que si llevamos las llaves en el mismo bolsillo que el móvil, con el movimiento y posible roce el panel no se raye. Pero eso no implica que podamos lanzar el móvil sobre un cubo lleno de llaves y que la pantalla no se vaya a romper... ¿Y si se clava una llave en la pantalla al caer?».
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Es más, este director ejecutivo de Ingram Micro Iberia ahonda en la gran cantidad de variables que entran en juego. «Cuestión diferente es si se nos cae el móvil sobre una superficie lisa, como baldosas, o más o menos mullida, como hierba o arena. E incluso en este último caso, sobre la arena podríamos enfrentarnos a que haya alguna piedra o restos de un material que supera la dureza máxima soportada...», argumenta.
Nadie se ha librado alguna vez de asistir con impotencia a la caída de su propio smartphone al suelo. Y en estos caprichos de la gravedad, la que sale peor parada siempre es la pantalla. Cómo no. «Es la parte más frágil de un móvil, y además es la más extensa, por lo que hay mucha superficie para que la probabilidad juegue en nuestra contra en caso de caída», explica Herminio Granero. Eso sí, para nuestra desgracia no se trata del único componente que podría deteriorarse, ya que el móvil también puede sufrir internamente.
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¿Y lo peor que le podría pasar? Cualquier daño que afecte al corazón del dispositivo, como pueden ser los circuitos básicos, el procesador, la memoria interna, etc. «Son elementos cuya sustitución es prácticamente imposible, porque suponen la esencia misma del teléfono. Si se me rompe un altavoz o la batería, los puedo sustituir. Pero si se deteriora el procesador no es tan sencillo, y mantener la viabilidad del dispositivo no siempre será posible». Por eso, más vale prevenir que lamentar: milagros como el del iPhone 14 Pro de Alaska Airlines suceden una vez en la vida.
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