Un terremoto virtual sacude los cimientos del gigante tecnológico con sede en Menlo Park (California). Facebook es mucho más que una red social, mucho más que una plataforma para que se comuniquen entre sí ciudadanos de todo el mundo. Sus ingresos provienen mayoritariamente de anunciantes y se contabilizan por miles de millones de dólares. Tantos que la Comisión Europea ha propuesto este miércoles imponer una tasa temporal del 3% sobre su facturación (también sobre la de Google, Apple o Amazon, compañías muy hábiles a la hora de pagar impuestos en Europa).
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«Como mínimo esta crisis va a permitir que muchas personas pierdan la inociencia sobre lo que hacen con su información personal en internet», reflexiona Josean Marín, profesor del doble grado en Derecho más Comunicación de la Universidad de Deusto. «Nos hace más conscientes de a qué se dedican este tipo de empresas, a vender nuestros datos», corrobora Nagore de los Ríos, consultora de comunicación y 'big data'.
«Nos exponemos libremente en un sitio al que puede acceder cualquiera, muchas personas son muy inocentes, pero toca espabilar... creen que su 'facebook' es de su propiedad pero los propietarios son otros y prácticamente pueden hacer con su información lo que quieran», explica la también exdirectora del Gobierno Abierto y Comunicación en Internet del Gobierno Vasco. «No critico su modelo de negocio, hasta las administraciones explotan los datos de sus usuarios, pero deben hacerlo dentro de los márgenes de la ley», añade. Y no somos pocos los que nos exponemos pues aunque no hay datos oficiales se calcula que están en Facebook tres cuartas partes de los adultos europeos. A nivel de Euskadi el único dato objetivo lo dio en 2016 un estudio que revelaba que 97% de la juventud vasca se conecta a diario a las redes sociales.
Que Facebook comerciaba con los datos de sus usuarios era conocido (y en teoría aceptado por todos sus usuarios al registrarse), sin embargo ha traspasado los límites de la ética y de la legalidad al permitir que éstos fueran usados con intenciones políticas. «Tenemos unas estructuras democráticas asentadas y no debemos permitir que las nuevas tecnologías se utilicen para socavarlas y para manipular a la ciudadanía; esto siempre ha existido pero ahora es posible hacerlo a nivel masivo», dice Josean Marín.
Las conocidas como 'fake news', informaciones falsas y tergiversadas, mensajes de odio, campañas de desprestigio y otras prácticas que se han avivado en las redes sociales venían ya socavando la credibilidad de las mismas. Las sospechas sobre la influencia que han tenido en las elecciones que dieron acceso a la Casa Blanca a Donald Trump o en el referéndum sobre el Brexit se acrecientan con este último caso. «Hay empresas cuyo negocio es la manipulación y la desinformación. Su capacidad de influencia depende de cada sistema democrático y del peso de las redes sociales en la sociedad, en el peso que tienen en la dieta informativa de su ciudadanía, pues hay personas que solo se informan por Facebook», explica Marín. Iñaki Jiménez ofrece una clave complementaria: «La lectura en las redes sociales es superficial, está claro por ejemplo que muchas personas retuitean sin leer el contenido».
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Quien es más activo da también más datos de sí mismo a la plataforma. «La tecnología es capaz de diferenciar grupos de intereses muy concretos de forma que prácticamente se pueden personalizar los mensajes que se envían a los usuarios, son eslóganes que se van generando y enviando en función de lo que se sabe de ellos». Hasta tal punto puede llegar a ser específico un mensaje, favorable o contrario a una idea o a una persona, que acaba siendo muy diferente del original: «Hay políticos a los que les oyes decir una cosa y en redes sociales puedes ver cómo dicen otra muy diferente». El objetivo es impactar e influir en la opinión y en la decisión del voto de la víctima, tal y como han revelado los propios responsables de Cambridge Analytica, la empresa que se aprovechó de los datos que le daba Facebook.
La 'película' en la que una gran empresa tecnológica estadounidense ve cómo sus usuarios se quedan expuestos a terceros no es nueva. En el pasado les ha ocurrido a Yahoo, a PayPal o a Ashley Madison, según recuerda el profesor de marketing digital Iñaki Jiménez. «Como en otros casos bajará su cotización bursatil y perderá usuarios; la confianza es primordial para los usuarios y les va a costar recuperarla», vaticina.
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Jiménez introduce en la reflexión cómo usamos nuestro derecho a la intimidad: «Desde la popularización de internet no es igual, ha cambiado su significado... debemos ser conscientes de que la inteligencia artificial está continuamente procesando todos nuestros datos incluso a cada minuto con aplicaciones tan cotidianas como Whatsapp». No es casualidad, recuerda Josean Marín, que el origen de este problema con Facebook se remonte a 2012, «cuando se produjo la explosión de los smartphones y Facebook entraba masivamente en los mismos; esto permitió acceder a muchos más datos personales, a prácticamente identificar los gustos y comportamientos de cada usuario... el sueño de un publicista».
La aplicación que todos llevamos en el bolso o en el bolsillo, la que abrimos en cualquier lugar y en todo momento es precisamente propiedad de Facebook, que fue multado por compartir con Whatsapp datos sin consentimiento de los usuarios. Un trasvase de la vida privada de millones de personas en todo el planeta que le ha salido barato a la compañía californiana, con multas millonarias que son migajas para quien ingresa más de 4.000 millones de dólares cada trimestre. Multas baratas que ningunean el derecho a la intimidad de los 2.130 millones de usuarios de Facebook. Sin embargo Josean Marín es optimista de cara al futuro: «En Euskadi estamos muy bien protegidos, gracias a la labor de la Agencia de Protección de Datos pero además en mayo se implantará en toda la Unión Europea una nueva legislación más restrictiva sobre la privacidad, solo faltará entonces que los ciudadanos acompañemos a las leyes con sensatez a la hora de movernos por internet».
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«Internet surgió para compartir y eso está en riesgo ahora, con estas prácticas ilícitas pero también por las medidas que promueve el gobierno de Donald Trump contra la neutralidad de la red», señala Marín, quien confía en que este escándalo suponga un punto de inflexión. También deposita en la propia tecnología la solución: «el 'blockchain' nos dará en el futuro mayor seguridad a la hora de proteger nuestros datos pues dejarán de estar almacenados en un único punto». El problema no se agota en Facebook, pues otros gigantes del ramo como Google, Amazon o Apple también almacenan y gestionan miles de millones de datos. El reto estará en que sea efectiva la presión que hagan los ciudadanos pues tendrán herramientas legales suficientes.
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