'Doom Eternal', un delicioso ballet macabro

id Software reivindica la marca que originó el shooter subjetivo

ANTONIO SANTOS

Martes, 7 de abril 2020, 06:56

Un puñado de genios del estudio id Software inventó el género de disparos en primera persona hace ya cerca de 30 años; y aunque allí no queda ya ninguna de aquellas leyendas, parece que en la memoria colectiva del estudio ha quedado grabada la secuencia del ADN puro del FPS. Velocidad. Adrenalina. Ruido. Valor por encima de precaución. Desenfreno y exceso. Entender bien al enemigo. Buscar sin piedad sus puntos débiles. El resto es todo adorno, cuestiones de estilo: quizá uno agradezca otras cuestiones o prefiera tal o cual enfoque, pero ésa es la esencia de la receta.

Publicidad

DOOM (2016) revitalizó y actualizó la fórmula clásica, y todos nos dijimos al probarlo: ah, casi me había olvidado; pero esto era, justo esto. Un festival de balas y sangre a una velocidad endiablada, combinando un diseño de niveles brillante, una inteligencia artifical fantásticamente cruel y la estética excesiva de los Doom clásicos: un gore coñón con un punto de humor negro, con un tono épico casi indistinguible de lo que sería su parodia. Cuatro años después Doom Eternal eleva la apuesta a base de añadir unos cuantos elementos más y elevarlo todo al cuadrado, como un guitarrista slasher que después de marcarse el solo de su vida suba el volumen del ampli al 11.

Por resumir, por si alguien tiene mucha prisa y no le da para leerse el artículo entero: Doom Eternal es un juego fantástico, uno de los mejores FPS de la década, con una campaña divertida a rabiar. Un buen FPS no se juega sólo con las manos, sino con el cuerpo entero: sin darte cuenta agachas la cabeza cuando ves que te vas a zampar un misil, o empiezas a ladear el cuerpo y dar saltitos para esquivar balas mientras haces 'stride' alrededor de un enemigo. De una buena partida de Doom Eternal sales hasta cansado, pero con el cansancio que deja atrás la adrenalina, con la risilla floja de no tener ni idea de cómo has sobrevivido a lo que te acaba de pasar.

La premisa de Doom Eternal es bastante sencilla: nuestro protagonista, el Doom Slayer, vuelve a enfrentarse a las fuerzas del infierno para salvar a la Humanidad, con la Tierra conquistada por los ejércitos al mando de los Sacerdotes Infernales. A partir de ahí hay muchos detalles en una historia más cercana a la fantasía futurista que a la ciencia-ficción (más Warhammer 40,000 que Star Trek), para entendernos. El argumento es épicamente disparatado, escrito con la consciencia de que uno puede elegir sumergirse en la historia lo más posible o ignorarla casi por completo como poco más que el decorado de fondo para la violencia en primer plano.

Vídeo.

Y la premisa jugable no es mucho más compleja: qué mejor forma de salvar a la Humanidad que masacrar hordas y hordas de toda clase de demonios, oscuras creaciones biotecnológicas y todo tipo de criaturas impías. A diferencia del estándar de FPS tipo Call of Duty, en Doom no se aspira a dar una cierta imagen de realismo. Las armas del Doomguy son todas enormes y capaces de reventar en dos un elefante puesto de esteroides, y no hay que elegir llevar sólo una o dos: nuestro protagonista se echa a las espaldas una armería completa y listos. Una vez encontramos un arma, a partir de ahí la tenemos siempre.

Publicidad

En cada momento podemos elegir entre un amplio arsenal de destrucción según nuestro gusto, preferencias de combate, enemigos que tengamos enfrente o el humor del que estemos: cuando uno está de mal humor, un escopetazo en la cara de un demonio puede alegrarte la tarde. Cuando un enemigo sufre bastante daño empieza a parpadear, y si en ese momento realizamos una ejecución cuerpo a cuerpo con la espada retráctil que (por supuesto) llevamos en el traje-armadura soltará recargas de vida, o munición si usamos la clásica motosierra, o armadura si antes les hemos prendido fuego con el lanzallamas portátil. ¿Por qué? Porque sí. Porque Doom puede y es lo que esperamos, deseamos y merecemos.

Y esto me lleva al tema de la velocidad. No es que el juego sea rápido porque te presente muchos enemigos y te obligue a estar en constante movimiento, que también. Es la rapidez con la que pasan cosas, con la que tomas decisiones que se entrelazan sin transición. En cuestión de quince segundos puedes haber usado tres armas distintas, lanzado una granada, vaciado el lanzallamas, saltado con un propulsor por encima de una masa de enemigos mientras sueltas fuego de artillería, y cuando estás a 1 de salud al fin el dichoso bicho parpadea, lo ejecutas, recuperas vida – y vuelta a empezar. Pues claro. Dénme dos de estos al año y déjense de shooters 'realistas', hagan el favor.

Publicidad

A esta velocidad contribuye un astuto diseño de niveles: aunque los niveles en conjunto son pasilleros (vamos casi de la manita de batalla en batalla), cada arena de combate ofrece innumerables opciones y rutas de movimiento. No es que no haya dos batallas iguales, sino que en el mismo combate no hay un minuto igual al siguiente. Me ha pasado a menudo que al terminar un encuentro he visto algunas plataformas o rincones de los que ni me había percatado. No me he puesto a rejugarlo todavía, pero me parece bastante claro que es un juego difícil de agotar: no hay manera de aburrirse en esos escenarios, y a la que uno se pasa el juego siempre puede volver a la carga en una dificultad más alta aprovechando el conocimiento del que ahora dispone como ventaja.

Todo esto puede sonar a que Doom Eternal es sólo para veteranos del género; pero en realidad, como pasaba con su predecesor, no es un juego particularmente difícil. Te ofrece muchísimas formas de repartir dolor y otras tantas de recibirlo, pero también innumerables posibilidades para ganar tiempo en pleno combate. En el peor de los casos sólo te manda de vuelta al anterior punto de control; y para quien se atasque más de la cuenta la dificultad está modulada en suficientes niveles como para adaptarse a toda clase de jugadores.

Publicidad

A todo lo anterior se suman unas opciones de personalización de tu arsenal casi abrumadoras, hasta el punto de que bastaron tres días entre mi primera y segunda sesión de juego para que no me acordase de lo que hacían la mitad de mis recién adquiridos cacharritos. Todas las armas se pueden modificar en dos variaciones diferentes, que a su vez se pueden mejorar de tres formas distintas. Los mods se pueden cambiar a mitad de combate, por cierto, para aumentar la locura. Puedes evolucionar la armadura del Doom Slayer para obtener distintas capacidades y resistencias especiales. Hay runas que ofrecen pseudo-superpoderes nuevos. En fin: el Doomguy es una navajita suiza de destrucción masiva que podemos alterar y modificar constantemente para adaptarnos a cada situación.

Y aunque el juego se puede resolver a base de fuerza bruta sin sacarle partido a todas esas opciones, cada monstruo del variado catálogo de Doom Eternal cuenta con una serie de debilidades que nos invitan a usar hasta la última opción de nuestras armas. Salvo que estés jugando en el nivel de dificultad más bajo, pronto aprendes a aceptar las reglas que se te proponen y a jugar con ellas a tu favor. Uno igual no es muy de usar granadas, pero seguro que te esfuerzas en aprender a usarlas con efectividad en cuanto averigües que el cacodemonio se atonta si le encajas una en la boca.

Publicidad

Cuando sumas esa velocidad a la que todo ocurre, la enorme variedad del arsenal y sus opciones de modificación y la plétora de enemigos con sus debilidades y fortalezas, el resultado es una especie de ballet macabro, una coreografía de sangre y gore que te deja sin aliento. Aunque los FPS se pongan casi siempre (hay excepciones: véase 'Splatoon') ese disfraz de ultraviolencia, en el fondo no son más que juegos de reflejos y coordinación. Y en eso Doom Eternal, hoy por hoy, no tiene parangón. Sales de una buena partida pensando que si en tu casa no haces malabares con hachas ardiendo es porque no te has puesto.

Doom Eternal es sobre todo una versión extendida, refinada y mejorada de DOOM, pero sí cuenta con un añadido peculiar: pequeñas secciones de plataformas en cada nivel. Las capacidades de movimiento del Doomguy: salto doble y dash (movimiento rápido en cualquier dirección); pero además de su uso en combate, Doom Eternal incorpora fases donde debemos usarlas con precisón para superar obstáculos o evitar caer en algún pozo. La sensación de extrañeza de estos momentos del juego ha sido generalizada: a mí me parece un añadido un poco raro, y creo que es una sensación que comparto con muchos jugadores, por lo visto en redes sociales. Aun así, no son ni tan abundantes ni tan largos como para resultar molestos, y a veces se llegan a agradecer para aportar variedad a la exploración y la búsqueda de secretos.

Noticia Patrocinada

Nuestra valoración

Doom Eternal es un prodigio de diseño de juego, principalmente gracias a unas mecánicas muy sólidas y un bucle básico de jugabilidad tan divertido como frenético: salta y corre, ataca, quédate casi a punto de morir, ejecuta al enemigo para obtener salud o munición y vuelta a empezar. La sensación de estar siempre a punto de morir combinada con la de destruir tanto bicho a lo grande es difícilmente superable en el género. En estos días de encierro y (para el que no tenga hijos) aburrimiento, Doom Eternal es una de las mejores opciones para liberar tensión que se me pueden ocurrir. Siéntese cómodamente, arranquen su motosierra favorita y a disfrutar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad