![10 inventos españoles que cambiaron el mundo](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202105/22/media/cortadas/fregona-kFhB-U1404447515205TF-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
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SARA BORONDO
Domingo, 23 de mayo 2021, 10:28
«Inventen ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones», hace más de un siglo que el filósofo español Miguel de Unamuno escribió estas palabras en El Pórtico del Templo, un artículo en forma de diálogo. Pero no es cierto, y de España han surgido ... algunos que están en la mente de todos, desde el futbolín al botijo pasando por el sacapuntas, el chupa chups y, claro está, la guitarra española. Varios de ellos han cambiado la historia de la Humanidad, ya sea en pequeños detalles cotidianos, salvando vidas o cambiando la manera en que hemos explorado el mundo. Estos son algunos ejemplos:
Juanelo Turriano, aunque de origen milanés, se considera uno de los inventores más importantes del s. XVI. Era relojero profesional y creó varios relojes astronómicos. También diseñó las campanas del monasterio de El Escorial, algunas máquinas voladoras y un aparato antropomórfico de madera que podía mover piernas y brazos, conocido como Hombre de Palo. Pero por lo que ha pasado a la historia es por el Artificio de Juanelo, un proyecto encargado por el Ayuntamiento de Toledo para subir el agua del río Tajo a la parte alta de la ciudad superando un desnivel de 100 metros. Utilizaba una gran cantidad de brazos de madera unidos por engranajes que iban pasando el agua de unos a otros. Por desgracia, no logró cobrar por aquella obra: el líquido elemento llegaba al alcázar y el ejército propietario de éste no quiso compartirlo con el resto de la urbe.
Desde el s. XVI el ser humano intentó diseñar una nave que sirviera para ir por debajo del agua, y varios de esos ensayos fueron españoles. Como el de Cosme García, que patentó el primer submarino en 1860; o el de Narciso Monturiol, que en 1858 construyó El Ictíneo I, un sumergible de 7 metros de eslora fabricado en madera con el que realizó 69 inmersiones sin accidentes (tenía un depósito de oxígeno así como una hélice horizontal que giraba para sumergirse). Más tarde construyó El Ictíneo II, que ya tenía un motor propulsado por vapor. Pero a quien se considera inventor del submarino es a Isaac Peral, porque diseñó el primero que se propulsaba eléctricamente y, además, podía lanzar torpedos; de hecho, lo denominó «proyecto de torpedero submarino». La nave, con casco de acero y 22 metros de eslora, tenía forma fusiforme y contaba ya con periscopio. Fue botada en Cádiz en 1888.
El descubridor de los Rayos X (en 1895) e inventor de una máquina para plasmarlos fue el físico alemán Wilhem Conrad Roentgen. Los llamó equis porque es el nombre que se asigna a aquello de lo que no conocemos su naturaleza. Es tal vez el invento médico más relevante del s. XIX, sobre todo en la especialidad de traumatología. Ya en el s. XX el ingeniero ciudarrealeño Mónico Sánchez trabajaba en la Van Houten and Ten Broeck Company, dedicada a usos de la electricidad en los hospitales. Inventó un aparato de Rayos X portátil que cabía en un maletín y pesaba unos 10 kilos (frente a los 400 de las máquinas que ya existían). El invento de Sánchez ayudó a salvar miles de vidas en la I Guerra Mundial, ya que las ambulancias iban dotadas con estos rayos x portátiles.
En 1935 el ingeniero militar y aeroespacial granadino Emilio Herrera concibió la escafandra estratonáutica, con una tecnología en la que se basó la NASA estadounidense para diseñar los trajes espaciales de los astronautas. Herrera diseñó un traje para poder volar a 22.000 metros de altitud en un globo de barquilla abierta. Incluía un micrófono, un sistema de respiración y una visera para evitar los rayos de luz ultravioleta. El inicio de la Guerra Civil le impidió realizar ese vuelo proyectado. Años más tarde, exiliado en Francia, la NASA le ofreció participar en su programa espacial, pero lo rechazó.
El inventor e ingeniero murciano Juan de la Cierva siempre mostró interés hacia el mundo de la aviación y con tan solo 16 años construyó e hizo volar un avión biplano. En 1917 el autogiro, que es como denominó a su invención, realizó un primer vuelo de 200 metros. Más tarde este rotor articulado se usó en el diseño de helicópteros, aunque en éstos el motor mueve el rotor y en el caso del autogiro el motor está en la hélice del morro, que empuja el aparato hacia delante (el movimiento del rotor está inducido por la propia corriente de aire en dirección vertical, que sujeta el aparato, y en horizontal, que es la que hace que giren las palas).
El ingeniero aeronáutico y oficial del ejército del aire Manuel Jalón fue uno de los inventores más conocidos que hubo en España en el s. XX y quien liberó a las mujeres de arrodillarse para fregar los suelos. Estando en Estados Unidos observó que los hangares se fregaban con una mopa plana y un cubo con rodillos. Al volver a España fundó Manufacturas Rodex S.A. y diseñó y patentó la fregona (en 1964) para limpiar el suelo de pie y sin tener contacto directo con el agua con lejía. Durante 30 años exportó su invento a más de 40 países.
Cuando Jalón abandonó el negocio de las fregonas inventó la jeringuilla hipodérmica desechable utilizando plástico, con lo que era más barata de fabricar. Hasta entonces se fabricaban de vidrio y metal y se esterilizaban para prevenir infecciones. El émbolo de la jeringuilla de Jalón no se atascaba, por lo que era más fácil de utilizar. También diseñó la aguja desechable, con un cono de plástico para ajustarla a la jeringuilla. La empresa Fabersanitas exportó el invento desde Fraga (Huesca) a más de 80 países antes de vender la fábrica al grupo Becton Dickinson.
El madrileño Manuel Patricio Rodríguez, conocido como Manuel García, fue un cantante de ópera interesado por la anatomía de la laringe. Formó parte de la Administración de los Hospitales Militares Metropolitanos franceses, asistió a numerosas sesiones clínicas junto al cirujano de Napoleón (Jean Dominique Larrey) y se aficionó a los estudios anatomo-fisiológicos de la laringe en relación al canto. La inquietud por ver el funcionamiento de este órgano en funcionamiento en una persona viva le llevó a inventar un aparato que la iluminase y mostrase a través de un sistema de espejos: el laringoscopio, que más tarde el médico alemán Johann Czermak desarrolló para uso médico.
El ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo fue un prolífico inventor a finales del s. XIX y principios del XX. Dirigió la creación de varios dirigibles a los que incrementó la seguridad al diseñar el globo con tres lóbulos. En 1887, para salvar un desnivel de 40 metros en su casa, concibió el primer transbordador (de unos 200 metros de longitud) con una silla como barquilla y accionado por dos vacas. Este invento le llevó a patentar el funicular aéreo de múltiples cables, que triunfó sobre todo en países con orografía complicada como Suiza. En 1907 construyó el primer transbordador para el transporte de personas en el monte Ulía de San Sebastián. Suyo es también el Spanish Aerocar de las Cataratas del Niágara.
Torres Quevedo también realizó importantes avances en las máquinas analógicas de cálculo (precursoras de las calculadoras actuales). Con el Telekino (1903) desarrolló la capacidad de enviar órdenes a una máquina a distancia utilizando la telegrafía, lo que mostró en la ría de Bilbao controlando una barca con 8 personas. El telekino sentó las bases del radiocontrol, hoy utilizado con el mando a distancia del televisor o en el manejo de drones.
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