Ya han pasado 5 años desde que entrara en vigor el famoso RGPD (Reglamento General de Protección de Datos). Si se acuerdan de aquel mayo de 2018 (le aseguro que los que se dedican a la normativa de protección de datos tienen pesadillas con esa ... temporada) no olvidarán cómo nuestros buzones de correo electrónico se vieron inundados, de la noche a la mañana, con solicitudes de consentimiento para continuar enviándonos publicidad y boletines, o para seguir utilizando servicios ya contratados. Un verdadero tsunami que no se vio venir y, como casi siempre, por hacer los deberes en el último momento.
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Más allá de esta situación anecdótica, y pasado ya un tiempo prudencial, toca hacer una valoración sobre el alcance de la normativa europea en materia de privacidad y determinar si ha logrado fortalecer nuestro derecho fundamental a la protección de datos personales. El veredicto puede no ser tan favorable como esperábamos y sin duda presenta matices, pero es difícil imaginar cómo sería el panorama actual sin restricciones en el tratamiento de datos personales O si lo piensas puedes mirar a otras sociedades asiáticas o del otro lado del charco donde la seguridad a menudo se prioriza por encima de otros derechos fundamentales.
En el aspecto positivo, es innegable que la sociedad europea ha experimentado un aumento significativo en la conciencia sobre la protección de datos. Este avance se manifiesta en el ejercicio activo de nuestros derechos para salvaguardarlos, como el «derecho al olvido» cuando se indexa información personal que preferimos que no se conozca. Sin embargo, resulta paradójico que a pesar de este elevado nivel de conciencia, nosotros mismos a menudo seguimos regalando nuestros datos al usar herramientas digitales que satisfacen nuestra curiosidad, nos permiten «bichear», alimentan nuestro ego o facilitan el acceso a nuestros deseos con solo un clic. Afortunadamente, el RGPD nos ha proporcionado herramientas poderosas para mantener el control sobre nuestros datos en la economía digital.
En el lado menos alentador, esta misma semana hemos sido testigos de la multa más alta jamás impuesta por infracción de la normativa de protección de datos: 1.200 millones de euros a Meta (Facebook). Este hecho ilustra cómo algunas de las principales empresas de tratamiento de datos continúan procesando y comerciando con nuestra información sin remordimientos. Si retrocedemos a 2018, aún resuenan los ecos del escándalo de Cambridge Analytica y, cinco años después, encontramos a empresas como Meta en el punto de mira nuevamente. Pero no se trata solo de Meta. TikTok está en constante debate por sus políticas de privacidad, Amazon fue objeto de la multa más alta hasta la reciente sanción a Meta, y Google tampoco escapa a este panorama…
No podemos permitirnos dar un paso atrás. Si bien puede parecer que el progreso tecnológico ha sido gradual en la última década, estamos al borde de un salto evolutivo considerable. La Inteligencia Artificial ya está aquí y promete revolucionar la forma en que interactuamos con el mundo digital. Sin embargo, este avance no debe hacer que olvidemos la importancia de proteger nuestros derechos fundamentales, como los datos personales, la intimidad y la imagen. Por tanto, es esencial que sigamos fortaleciendo y actualizando nuestras legislaciones para mantenernos al paso con los cambios tecnológicos y asegurar que nuestro futuro digital siga siendo seguro y respetuoso con nuestros derechos.
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