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JUANMA GOÑI
Domingo, 28 de septiembre 2014, 01:01
Su vida ha transcurrido entre sacos de patatas, cajas de naranjas, montañas de cebollas, básculas gigantes y ristras de ajos. Miguel Angel Bermúdez se jubila mañana. Con él se cierra un emblemático establecimiento, que apenas ha experimentado cambios externos en sus 114 años de historia, y que ha sido el sustento de cuatro generaciones. «Ha llegado el momento de dejarlo», cuenta su propietario, que desgrana vivencias e intrahistorias en esta charla con DV.
«Antes no era tienda», rememora Miguel Angel. Funcionaba como almacén de frutas y distribuidor al por mayor de hortalizas, frutas, patatas, incluso «exportador» de castañas. «El local estaba regentado por mi aita, Benito Bermúdez, en sociedad con Alfredo Espinosa. Les habían precedido mi tío Anibal Yánez y anteriormente mi bisabuelo Crisóstomo Saenz, que fue el pionero del negocio. Éste empezó su andadura en 1900. Yo soy la cuarta generación», exclama con nostalgia.
¿Cómo empezó en la tienda?, le preguntamos. Y Miguel Angel rememora con emocionada afabilidad. «Yo era mal estudiante. Dejé muy joven los Escolapios y comencé a trabajar con mi padre de muy chaval. Tenía 16 años y desde el principio disfruté con el negocio, repartiendo el género por todo Tolosa. Y fue ese primer año, en 1965, cuando usé el vehículo motorizado de la tienda para sacar, junto a otros dos amigos, mi primera comparsa carnavalera, The Beatles. Luego usaríamos el trasto para transportar las carrozas. Más tarde saqué el carnet de conducir y yo mismo repartía por los pueblos. Me acuerdo que llegaba hasta el balneario de Betelu. ¡Qué edificio! ¡Qué salones!. En verano me bañaba en Insalus. ¡Qué recuerdos!».
Y Bermúdez sigue aflorando vivencias. Recuerda como su aita y su socio hacían el reparto de género por todo el pueblo. Dice que usaban un vehículo eléctrico, lo que suponía toda una novedad en la década de los sesenta. «Se vendía todo por cajas. No teníamos local para vender al detalle. Los propietarios de las tiendas eran nuestros clientes. También suministrábamos a clínicas, residencias, restaurantes.Tuvimos muchos aparatos motorizados de transporte. Y no sólo distribuíamos en Tolosa, también en otros muchos pueblos».
¿Qué ocurrió después? «Nuestros clientes se fueron haciendo mayores. Llegaron las grandes superfices, el IVA, el euro. Las pequeñas tiendas de ultramarinos que había en Tolosa fueron desapareciendo, también los puestos del mercado. Había que tomar una determinación. Hace veinte años empezamos a vender por kilos y también ampliamos el negocio con otro tipo de productos como conservas, aceites, zumos. No ha sido un camino fácil», explica.
Miguel Angel no quiere dejar la conversación sin mencionar a las mujeres de la familia, a Petra, Rufina, Gloria, Rufi, Mari Carmen. «Sin ellas no habríamos podido hacer nada», admite. Y también apunta que su negocio siempre ha estado situado frente a la iglesia de los Corazonista. Y al respecto añade: «Me alegra que me vaya a jubilar antes de su derribo. ¡Me da mucha pena!»
El complicado futuro del pequeño comercio ha sido el factor determinante para cerrar el negocio. «Mi hijo Mikel estaba por la labor de seguir», apunta Miguel Angel. «Habría sido la quinta generación. Le gusta el trato con la gente. Pero viendo cómo está la situación, le quité la idea de la cabeza». Y a renglón seguido espeta un discurso crítico. «Nuestro sector lo tiene difícil. Se implantan grandes superficies con aparcamientos gratis, nuestros clientes tienen que pagar la OTA, hay más puntos de venta que nunca, tenemos competencias desleales con comercios que abren domingos. También opino que el pequeño comercio ha recibido muchas zancadillas de nuestros ayuntamientos: cierre de calles, colocación de contenedores en lugares inadecuados, prohibiciones de carga y descarga, cierre de accesos a almacenes para descargar camiones....».
Bermúdez ha sido testigo privilegiado de la evolución experimentada por el municipio. «Tolosa ha cambiado mucho», cuenta. «Saliendo del Casco Viejo, había muy poco comercio. En San Francisco todo eran villas. Yo siempre digo que pasando el arco del Triángulo estaba la zona rica de Tolosa. En el entorno de la avenida de Navarra no había nada, pero tras la peatonalización del Casco muchos comercios se trasladaron a esa zona».
A Bermúdez siempre le ha gustado decorar su local con fotografías y carteles alusivos a la historia de Tolosa, los carnavales, el montañismo (su gran pasión).... «El año es largo y el trabajo machaca. Siempre me ha gustado cambiar los escaparates, o decorarlos con temas ligados al pueblo, a la montaña. Tengo mucho material acumulado. También hemos solido poner en la calle género acorde con las ferias, el maniquí de castañera, el motocarro con naranjas. Si durante el año haces estas pequeñas cositas, te escapas de la rutina».
Los carnavales siempre han sido un referente para Miguel Angel. «Ahora ya no salgo como antes, aunque no los he abandonado por completo», cuenta. Y añade: «Celebro el jueves gordo en el almacén con clientes y amigos y el domingo de Piñata lo vivo con intensidad desde los años setenta. Me gusta llevar mis parodias a los residentes en Yurreamendi y el centro gerontológico».
«Creo que tengo un carácter ilusionado, alegre. Y este rasgo me ha hecho superar muchas barreras. Me río y me sigo riendo mucho», se sincera Miguel Angel en esta autodescripción, antes de contar una jugosa anécdota que vivió en carnavales. «Estaba yo en mi almacén preparando las marmitas, disfrazado de lechera para ir a la Alborada, cuando se me acercó un baserritarra que me hizo proposiciones. ¡Hasta que me identifiqué y salió pitando!».
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