![«Me ha dado tiempo a sacar el coche del garaje, pero la moto ya la pierdo»](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/02/28/villabona-ok-k1EI-U2101676103919rUC-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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La experiencia pocas veces traiciona, y menos a alguien que vivió en primera línea las inundaciones más graves en al menos 200 años, las de 1983, cuando el agua alcanzó prácticamente el techo de su garaje en el centro de Villabona. «Llegó a una altura ... de 1,90 metros», le apuntaba una vecina a Jose, quien no podía evitar una sonrisa al recordar que «esta vez no ha sido para tanto». A sus más de 70 años, no vio venir la crecida del Oria cuando antes de las seis y media de la mañana se asomó a la ventana y vio el caudal que traía el río. «Venía crecido, claro, pero aún tenía cierto margen para salirse, faltaba un cacho majo». Como en ese momento «no llovía», dedujo que el agua seguiría discurriendo por el cauce «sin mayores problemas». Sin embargo, «en poco tiempo el nivel del río subió muy rápido, y sobre las 9.00 ya empezó a inundarse».
Varios vecinos coincidieron en apuntar a la apertura de compuertas de la presa Ibiur, que abastece el agua de la mancomunidad. «Cuando abren las puertas, aquí se nota porque sube mucho el río, y ayer ya habían avisado de que estaban al 90%, por lo que tenían que evacuar». En cualquier caso, la mayor parte del vecindario de Kale Berria, la calle principal que atraviesa Villabona casi paralela al río y a la N-I, pudo reaccionar y evitar grandes males. Sobre todo, los propietarios de garajes y plantas bajas del extremo norte de la vía, que resultó afectado por el desbordamiento. «A primera hora de la mañana hemos podido vaciar los garajes», explica Martxel Pita mientras achica agua del portal número 5 con un gran cepillo junto a varios vecinos más. «Guardamos las cosas en cajas, y así las podemos meter y sacar más fácilmente». Para ello contó con la ayuda de sus hijos, Markel y Danel, que a las 8.00 salió de casa para coger el tren hacia el trabajo, pero se tuvo que dar la vuelta para ayudar en casa.
Aseguran que «ningún vecino» se quedó sin poder sacar el coche de los garajes subterráneos. Reaccionaron «rápido». Al observar el organizado trabajo de 'auzolan' que al mediodía todavía estaban llevando a cabo en la comunidad para evacuar el agua del portal y el cuarto de contadores, se les supone un punto de escarmiento. «Es la cuarta vez que se inunda en los 22 años que tiene la casa, la última hace 2-3 años», apuntan. De hecho, tanto en el acceso al portal como en la rampa del aparcamiento habían colocado unas barreras de metal a medida, que cumplían bastante bien con su función de evitar la entrada de agua. Lo que les jugó una mala pasada fue su bomba de achique, «que dejó de funcionar», aunque el Ayuntamiento les agenció una casi a las 13.00 horas.
Las obras de mejora llevadas a cabo en los últimos años en prevención de inundaciones en la zona permiten que «ahora el río se salga menos. Antes era peor. Pero falta la segunda fase, a partir de donde se acaba esa barandilla. A ver si después de esto la culminan», apostilla un vecino.
De un garaje a pie de calle en la trasera de Kale Berria salía con sus katiuskas el nicaragüense José Herrera. «Me ha dado tiempo de sacar el coche, pero la moto la pierdo porque el agua le llega a la altura del motor», se lamentaba por «segunda vez en dos años».
La zona comercial apenas se vio afectada, más allá del incordio para la clientela de tener que ir en botas, y para los repartidores de ver el acceso principal cortado. «¿Sabes cómo puedo llegar a Zizurkil?», preguntaba un camionero al ver cortada la rotonda de entrada en Agaraitz.
Una de las imágenes de la jornada, hasta el punto de convertirse en viral, fue la de una furgoneta aparcada en un pabellón de Anoeta, de la que solo su techo negro había quedo sin sumergirse en el Oria. Era de un albañil rumano afincado en Beasain. Un compañero le avisó la víspera «a las 11 y pico de la noche» para que retirara su vehículo, pero no pudo hacerlo y ayer lo lamentó. «Cuando he venido a las 6.30 horas desde Tolosa, he podido pasar justo justo por el agua que ya había en la carretera», afirmó un trabajador de Climaxvic, que ya entonces se encontró el furgón bajo el agua.
Los almacenes de la empresa también quedaron anegados. «Cuando se sale el Oria, el agua nos entra hasta arriba, así que guardamos cosas de poco valor». Casi a la par pero al otro lado del río, en la fachada del último pabellón de la avenida Donosti de Tolosa, se mantienen pintadas la fecha y la altura de anteriores riadas. Las peores, las del 26 de agosto de 1983 y el 15 de octubre de 1953. A cierta distancia, queda ya la del 4 de junio de 1885. La de ayer no pasará a la historia.
A las 5 de la mañana, el trabajador más madrugador de Aguas Insalus, en Lizartza, dio la voz de alarma al ver las instalaciones con un palmo de agua. No procedía del Araxes, que pasa justo al lado, sino «del monte –observaron–. Aún estaba de noche y bajaba un torrente. Apagamos las máquinas por precaución y no hemos podido producir. Hemos pasado la mañana limpiando, pero por suerte no tenemos averías y mañana (por hoy) recuperaremos la normalidad».
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