J. Zabala
Lunes, 20 de mayo 2024, 13:15
Poco queda bajo el barro en Lazkao. Tras la extraordinaria tromba de agua y granizo que el domingo anegó las calles de la localidad, los vecinos seguían este lunes entre incrédulos y resignados mientras se afanaban en limpiar viviendas, locales y garajes. «No tuvimos tiempo ... para reaccionar. Para cuando nos dimos cuenta, el agua cubría todo a nuestro alrededor y salvamos lo que pudimos», relataba este lunes Pedro Jiménez, vecino de la calle Antzalde, mostrando las toallas y mantas que él y su familia utilizaron para tratar de frenar el imparable avance del agua dentro de su domicilio.
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En la misma calle, Pello Begiristain lamentaba sus pérdidas. «El coche se ha llenado de agua, no tuve tiempo de sacarlo. Según vi por la ventana que el agua subía, traté de bajar al patio para sacarlo, pero en el tiempo que tardé el agua ya me llegaba por las rodillas y era demasiado arriesgado. Al vivir en un primero, el agua no me ha entrado en casa, a diferencia de Pedro (su vecino), pero todo el garaje ha quedado anegado... ¡La bicicleta eléctrica, la nevera y toda la comida, el cortacésped, la desbrozadora... todo está para tirar, nada funciona!», se resignaba Begiristain.
Pocos de los lazkaotarras con garajes, casas y locales a pie de calle se han podido librar de las torrenciales lluvias que provocaron las inundaciones. «El sumidero situado al lado de casa se desbordó rápidamente y vimos que el agua estaba entrando a los coches que tenemos estacionados en la entrada de la casa. El primero pude sacarlo accediendo a él por la ventanilla, pero para cuando llegué al segundo, el agua ya había entrado y lo saqué como pude. Hoy los dos arrancan, pero todos los chivatos se encienden y no sabemos hasta dónde están dañados», afirmaba Begiristain.
Con similar impotencia vivió Martín Aranburu este fenómeno meteorológico. «Pusimos un generador en marcha para tratar de dar energía a la casa (se cortó en el momento en que el agua llegó), pero no tuvimos nada que hacer. Para cuando quisimos reaccionar, la fuerza del agua se abrió paso y todo nuestro bajo quedó lleno de agua. Medio metro de agua cubría todo lo que estaba por debajo de esta altura, y el barro está por todas partes. Veíamos autobuses marcha atrás, a la gente corriendo para mover los coches... ¡un caos!», recordaba el lazkaotarra mientras mostraba su sótano, ya sin agua pero lleno de barro.
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«No sabemos por dónde comenzar», explicaba Laida Begiristain, directora del euskaltegi Maizpide, que todavía no daba crédito a lo vivido durante la tarde del domingo. «Lo que vivimos fue de no creer. Litros y litros de agua bajaban de la zona de Lazkaomendi, mezclados con tierra y rocas que hacían más imparable, si cabe, el caudal que arrasó con todo. Veíamos cómo el agua entraba a nuestro sótano, y por las escaleras de acceso desde dentro del edificio veíamos que el nivel del agua crecía rápidamente. Todo se llenó de agua y éramos conscientes de lo que guardamos ahí. El archivo histórico de cerca de 40 años del centro se ha perdido con el agua, y no es lo único», recordaba afectada Begiristain.
El sistema del ascensor, las lavadoras de la lavandería... Todo se vio sumergido bajo el agua, quedando inservible. «Ahora mismo estamos valorando todo lo que se ha visto afectado, aún es pronto para tener una valoración exacta. Tras conseguir sacar el agua del sótano, la imagen es desoladora... Hay 10 centímetros de barro y, tras medir la altura a la que ha llegado el agua, hemos visto que llegó hasta los 110 centímetros», apuntaba la directora del centro.
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Una de las imágenes más sobrecogedoras de la tarde fue la del lazkaotarra Xabier Garmendia, vecino de una de las viviendas afectadas por el agua en el barrio Mikelar, tratando de abrir la puerta de su garaje para sacar el agua. Este lunes, varias horas después, describía lo vivido: «Tratamos de abrir las alcantarillas de la calle lo antes posible, pero no era suficiente. El agua bajaba con demasiada fuerza y con un caudal increíble por la zona de San Prudencio y llenó nuestros garajes de agua en pocos minutos. Cuando conseguimos abrir la puerta del garaje, nos encontramos todo inundado, lleno de barro e inservible... Estuvimos sacando nuestras pertenencias hasta las dos de la mañana. ¡Y lo que nos queda todavía!», se lamentaba Garmendia.
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Aiende S. Jiménez
Los vecinos trataron este lunes de hacer un recuento de sus pertenencias afectadas antes de las visitas de los peritos. «Estamos llamando a los seguros, pero todo está colapsado y nos piden paciencia. Tenemos miedo a que se 'limpien las manos' y nos quedemos con lo puesto», advertía Pello Begiristain, mientras señalaba la marca del agua en su coche y su garaje. El barrio de San Prudencio también se vio especialmente afectado por la tormenta, donde la lluvia se llevó por delante huertas, invernaderos y todo lo que se encontró a su paso.
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«Desde un primer momento hemos sentido el apoyo de los lazkaotarras. Fueron varios los que se pusieron las katiuskas y se acercaron a intentar echar una mano», valoraba Laida Begiristain. «Varios vecinos se acercaron a empresas de la zona en busca de motobombas para tratar de achicar agua y otros muchos llegaban dispuestos a ayudarnos. Dentro de la tragedia, nos hemos dado cuenta de que nos tenemos los unos a los otros. Eso es algo que de verdad se agradece», apuntaba Xabier Garmendia.
Mientras los operarios del Ayuntamiento trabajaban para retirar el barro de las calles, el alcalde, Kepa Zubiarrain, avanzaba que aunque la declaración de zona catastrófica está sobre la mesa, de momento se deben cuantificar los daños. El primer edil agradecía la colaboración de los lazkaotarras, Bomberos y Cruz Roja, y recordó el teléfono 943 088 080 para quienes precisen de asistencia tras la fuerte tromba de agua.
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