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El silencioso canto de la piedraNúmero cuatro y a la vez nueve. Continuador de la tradición escultórica vasca iniciada por Chillida y Oteiza, tras su primera exposición en solitario presentada en 1990 en Azpeitia bajo el nombre 'Meditaciones barrocas', el escultor y pintor alkizarra Koldobika Jauregi (1959-2024), fallecido a mediados del pasado mes de junio, ha protagonizado durante las últimas décadas más de 150 exposiciones colectivas e individuales, dejando numerosas obras en espacios públicos.
La quietud y el silencio son la esencia que define toda su obra escultórica. En la serenidad de su refugio natural en Alkiza, un verdadero santuario de introspección y contemplación, encontraba el eco de sus pensamientos más profundos, los cuales luego esculpía en la piedra con su cincel.
Tolosa es uno de esos lugares que lleva su impronta. Una de sus obras más representativas para sus ciudadanos, junto a los techos murales que pintó en la plaza Euskal Herria junto a Iñaki Epelde, José Luis Longarón y José María Hernández, se encuentra en el parque Zabalarreta. Pertenece a la serie 'Kantu ixila' (Canto silencioso) y lleva por nombre el número nueve, como parte de un conjunto de esculturas monolíticas de gran formato realizadas en piedra negra de Markina.
Se trata de la última incorporación a la Muestra Permanente de Escultura Vasca Contemporánea de Tolosa, que fue inaugurada en el marco del 750 aniversario del nacimiento de la villa de Tolosa. La Fundación Tolosa 750 encargó a Jauregi una obra especial en la que el escultor llenó el municipio con una serie de quince esculturas en bloque de piedra de grandes dimensiones a la que finalmente llamó 'Kantu Ixila', inspiradas en el canto que emerge de la tierra, en este caso en canciones tarareadas durante generaciones en Zuberoa que imitan el sonido del vuelo de los pájaros.
La idea inicial era que la muestra fuera temporal y que una de ellas se quedara de modo permanente en un espacio de Tolosa, pasando a formar parte del patrimonio local. La Fundación llevó a cabo un referéndum para escoger la obra y su ubicación en la que participaron alrededor de 400 vecinos. Finalmente, la exposición al aire libre se celebró en septiembre de 2006, mientras que la pieza número nueve se inauguró en el parque Zalabarreta el 18 de enero de 2007.
Tal y como reflejó el artista, la ventana que posee la escultura señala el camino al barrio de San Blas, como una unión de comunicación entre diferentes caminos, con el simbolismo y significación que cada uno quiera otorgarle.
Asimismo, la pieza, al igual que otras obras, buscaba llevar a los paseantes a una inesperada contemplación. «La gente está alejada de la piedra. Cuando se la bajas y la pones en un medio urbano, se sorprende y le hace plantearse cosas. Estaría bien que hubiese iniciativas como estas más a menudo, para mantenernos abiertos a la sorpresa y comprobar que las ciudades pueden transformarse», señalaba Jauregi.
La experiencia de Tolosa ha quedado como una iniciativa singular, ya que no fue una institución la que decidió adquirir obras de arte para decorar sus calles y transformar su entorno, sino que el proyecto es fruto de un grupo de ciudadanos particulares, agrupados en el Centro de Iniciativas de Tolosa.
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