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MARIAN GONZALEZ
Domingo, 18 de abril 2010, 04:41
Araotz es uno de los focos de atención del Plan Estratégico de Turismo 2009-2011. Enclavado en el límite con Alava, a un lado de la antigua calzada, que por Arrikrutz subía a San Juan de Artia y que, pasando por el castillo en la loma de la sierra del mismo nombre, bajaba a la llanada alavesa, morada de los Guevara, señores de Oñati, el origen del barrio y sus nativos ha sido objeto de no pocas leyendas.
El Ayuntamiento oñatiarra tiene claro que la excepcional oferta de turismo activo-deportivo en la naturaleza de su entorno es una baza a explorar, y se ha comprometido a adecentar el entorno de Sandaili, en cuyo interior se empotra una de las ermitas más curiosas de Gipuzkoa.
«Es un lugar estratégico», asegura el concejal de turismo y director de Turismo de la Diputación, Ernesto Murgiondo. «La escuela de escalada, Arrikrutz, Sandaili y un buen número de senderos convierten esta zona en un lugar excepcional que creemos que sería interesante potenciar».
El plan estratégico es más concreto y apuesta por la creación de un centro de actividades deportivas que facilite la práctica de escalada, parapente, senderismo, mountain-bike., pero en la Corporación tienen claro que para trabajar en este línea es «indispensable la participación de empresas privadas».
La crisis hace que la apuesta por potenciar Araotz sea, de momento, un proyecto de futuro, pero el compromiso de rehabilitar Sandaili bien merecer un repaso a su historia.
Ceremonias de fertilidad
Al pie de la gruta, al final del camino que con la llegada del buen tiempo se llena de escaladores, se levanta la vieja casona en la que vivía la serora. Y junto a las escaleras que suben hacia la ermita encontramos un abrevadero de piedra labrada, que recoge las gotas que rezuman de las paredes. Es el escenario de unas misteriosas ceremonias de fertilidad, que probablemente hunden sus raíces en remotas creencias de origen celta y que se prolongaron hasta la segunda mitad del siglo XX.
El etnógrafo José Miguel de Barandiarán recogía en su 'Diccionario ilustrado de la mitología vasca', que las mujeres de Salinas de Léniz iban hasta Sandaili y sumergían en la bañera de piedra tantos dedos de la mano como hijos quisieran alumbrar.
Entre las de Oñati, en cambio, la costumbre consistía en meterse en el agua hasta la cintura, «operación que se expresa con la palabra berau, ablandarse». Otras mujeres dejaban ofrendas de ceras y aceites, se lavaban las manos con el agua milagrosa o mojaban ropas infantiles.
También caminaban hasta la gruta los habitantes de algunos pueblos alaveses cercanos, que venían a pedir lluvias en tiempos de sequía. Estos baserritarras rezaban a San Elías, a quien está consagrada la ermita de la cueva, pero en realidad ese nombre podría ser la adaptación cristiana de un viejo culto pagano. La denominación de la gruta, Sandaili, quizá no derive de San Elías sino de Santa Ylia según las investigaciones del franciscano Martín Mendizabal.
Y Santa Ylia podría relacionarse con la diosa Ivulia, uno de los cultos anteriores a la llegada de los romanos, mencionado en una inscripción hallada en Forua (Vizcaya). La relación no se limita al parecido entre los nombres: la diosa Ivulia se vinculaba con el culto a las aguas, precisamente el que se practicaba en esta cueva de Araotz.
En el fondo de la gruta se hallaron huesos humanos y fragmentos de vasijas, probablemente de aquellos antepasados prehistóricos que iniciaron estas ceremonias mágicas con las aguas de Sandaili.
El origen del santo
Hoy en día se venera una imagen de San Elías, de la que también se cuentan un buen puñado de historias curiosas. Una leyenda recogida por el investigador Manuel Lekuona dice que San Elías era del pueblo alavés de Narbaxa. Como el santo se dedicaba a denunciar los vicios y las maldades de los vecinos, acabaron echándolo a pedradas y tuvo que refugiarse como ermitaño en esta cueva de Araotz.
En otra versión se cuenta que los araoztarras entraron en la iglesia de Narbaxa y se llevaron el santo para beneficiarse de sus poderes meteorológicos. Eso explica las peregrinaciones de los alaveses, que se quedaron sin santo y no les queda otra que caminar hasta Sandaili.
En la 'Historia de Oñate', del historiador local Iñaki Zumalde, por otro lado, se dice que el santo Elías se enfadó con sus hermanos San Julián y San Andrés, santos titulares de otras dos ermitas oñatiarras, y se vino a vivir a este agujero.
No cabe duda de que la ermita, además de enclavarse en un lugar excepcional y muy frecuentado por escaladores y aficionados a la naturaleza tiene mucha historia, y que el compromiso de rehabilitación merece la pena.
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