XABIER GALARTZA
Miércoles, 5 de mayo 2010, 09:33
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La mayor alegría de la tempoda. Anoche el júbilo se apoderó del polideportivo de Ipurua y no es para menos, dado que la ansiada victoria que cristalizaba el Arrate le garantiza su octava temporada consecutiva en Asobal.
Después de librar una dura batalla, se hizo con el preciado tesoro. Atravesó el ecuador con un tan esperanzador resultado (14-12) como engañoso, a juzgar por el comportamiento que tuvo durante la primera mitad. Desde el principio era muy consciente del valor que tenía la consecución de los dos puntos de oro que estaban en juego.
El equipo no se pudo desinhibir de la situación, de ahí que diera muestras de nerviosimo desde el principio. Necesitó que transcurrieran los minutos para ir templando los ánimos y centrarse en el partido. Aún así, hubo jugadores que no acabaron de lograrlo, lo que les llevó al banquillo. La presión originó que muchos optaran también por encoger el brazo y descargar responsabilidad.
Las reiterativas imprecisiones cometidas en ataque favorecieron al Octavio para pasar a tomar las riendas de la contienda a través de los contragolpes que fueron eficientemente resueltos por su máximo anotador, el extremo Masachs. La defensa tampoco rindió al nivel acostumbrado. La falta de intensidad y agresividad quedó sobre todo en evidencia en las acciones de superioridad dibujadas por un Octavio que acabó por encontrar un filón a través de sus extremos.
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La sensación completamente opuesta la experimentaron los extremos arratearras. Esta vez ni Berrios ni tampoco Toro, dos de sus puntales, tuvieron su mejor tarde. El único que fue capaz de mantener el tipo y de conservar las ideas claras fue el veterano capitán Dalibor Cutura, el mejor del Arrate en este primer periodo junto con el meta Voncina, que volvió por sus fueros. Su inestimable colaboración evitó que el Octavio llegara a abrir una renta superior a dos goles. Tampoco se puede obviar la valiosa aportación de Rédei.
Al cuarto de hora de la reanudación el panorama se tornaba altamente positivo, dado que los albiazules llegaron a abrir un generoso margen de cinco goles (23-18). Este fue el mejor intervalo del partido. Parecía que se habían sacudido definitivamente el nerviosismo, pero resultó ser una sensación irreal, dado que la alegría resultó efímera. En lugar despegarse definitivamente volvió a sentir de inmediato el aliento de los gallegos en su nunca (23-21). A partir de aquí, el equipo se volvió a atenazar. En los últimos minutos el Octavio llegó a meterles miedo verdaderamente en el cuerpo tras ver reducida su renta a la mínima expresión (25-24). La agonía se prolongó hasta que a falta de un minuto Cutura anotó el 27-25 que supuso el pasaporte directo a la tranquilidad.
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