
TERESA FLAÑO
Miércoles, 12 de mayo 2010, 14:15
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La fachada que envolverá el nuevo edificio del Museo San Telmo ya comienza a vislumbrarse, aunque todavía no está concluida. De momento, se puede ver el avance en la colocación de las planchas de aluminio con las perforaciones que acogerán una pared vegetal. Es en ella donde destaca la singularidad del proyecto. Se trata de un muro con vegetación que sirve para delimitar los muchos conceptos sobre los que se asentará el futuro museo. La pared será la frontera entre la ciudad y el mar, lo urbano y lo vegetal, la plaza Zuloaga y el monte Urgull, lo antiguo y lo moderno, la arquitectura y las artes plásticas... Será en esta nueva estructura donde irán la entrada, el vestíbulo, la biblioteca, la zona de talleres o la cafetería del museo que está previsto que se inaugure la próxima primavera.
Enrique Sobejano, arquitecto responsable del proyecto con Fuensanta Nieto, comentaba ayer que «el edificio es complejo, se amplía en bastantes metros cúbicos el espacio. Desde el primer momento contemplamos esa sensación de límite en el paisaje. Los muros habitados iban a tener el sentido de una piel». Para desarrollar la idea solicitaron la colaboración de Agustina Otero y Leopoldo Ferrán.
En el proyecto con el que el estudio de Nieto y Sobejano ganó el concurso ya presentaban una propuesta en la que se combinaban los dos aspectos, el metálico y el verde. «La propuesta geométrica de los elementos metálicos de fundición de aluminio perforados permite tener en determinados puntos la presencia de la vegetación que establecerá la relación con el monte trasero», señalaba el arquitecto.
Los paneles tienen unas dimensiones de 1,8 por 0,6 metros, colocados en forma vertical y horizontal para romper la monotonía. Puede parecer que las perforaciones están dispersadas de forma aleatoria, en algunas zonas muchas, en otras pocas y en el resto ninguna, pero tienen su razón de ser. Al tratarse de una especie de piel que envuelve el edificio también tapa los ventanales. La luz entrará a partir de estos agujeros. Del resto saldrán las plantas que lo dotarán de ese aspecto orgánico. «Será una solución única y original. Un edificio muy especial», apuntaba Sobejano.
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La artista Agustina Otero también habló de la importancia del lugar donde se ubica el museo, «en el tránsito entre la ciudad y el monte. Realizamos una reinterpretación de las oquedades y cómo rompe la arenisca en toda esta zona de Urgull o Jaizkibel que tan bien conocemos. Hemos intentado mostrar la erosión». A partir de ese momento, en coordinación con los arquitectos crearon los paneles de aluminio con las perforaciones de diferente diámetro, colocadas en distintas direcciones e inclinación, para hacer la fachada más dinámica. «Ha sido como dibujar una forma plástica y orgánica, y al mismo tiempo eficaz para el edificio porque no tenemos que olvidar que detrás de esta fachada, de esta piel perforada hay ventanales».
La vegetación es, junto a este inmenso cuadro de aluminio, la gran protagonista de la fachada. «Los paneles invitan a las plantas a que surjan, van a emerger del propio edificio. No es algo excesivamente impuesto. Además la vegetación también hará su propio dibujo, respetando necesidades como la luz o la ventilación», apuntaba Otero
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La pared tiene tramos diferenciados. Empieza en la calle San Juan y termina en la plaza de la Trinidad, con zonas de sol y sombrías, que han obligado a buscar plantas distintas. Para la parte más luminosa se han elegido, entre otras, sedunes, y para la más oscura menta o afranquenias. «Hemos hecho un intenso estudio de jardinería porque va a estar todo el año verde y en primavera tendrá una pequeña floración». Para que los ciudadanos puedan ver el resultado final tendrá que estar terminada la fachada y después se deberá instalar el sustrato de tierra y el sistema de riego. A partir de ahí se instalarán las plantas.Octubre podría ser el momento para hacer el implante vegetal.
El mantenimiento no será especialmente costoso. «Se va a instalar un sistema de riego por goteo que cada noche entrará en funcionamiento durante cinco o diez minutos. El resto será como cuidar un jardín más de la ciudad».
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En la oscuridad el edificio también tendrá una pronunciada personalidad porque por los huecos que no tengan vegetación saldrá una luz emergente, que recorrerá la pared interna, y que formará en la plaza una especie de constelación luminosa.
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