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MIKEL G. GURPEGUI
Jueves, 13 de mayo 2010, 09:17
No podemos evitarlo. Siempre que evocamos uno de los grandes establecimientos hoteleros de nuestra ciudad, el desaparecido hotel Continental, en pleno paseo de La Concha, se nos hace la boca agua al leer el afrancesado menú que la alta sociedad degustó el 14 de mayo 1884, con motivo de su inauguración: «Hors d'oeuvres. Potage mock-turtie a l'angloise. Saumons de la Bidasoa. Sauce Joinville a la hollandoise. Filet de boeuf a le Richelieu. Volailles a la Royale. Punch Imperial. Petits pois a la francaise. Cannetons nouveaux a la ronannaise. Salade. Glace aux ananas. Gateaux financers, Desserts et fruits».
El elegante hotel llamaba la atención por su jardín en el lado que daba a la calle Zubieta, con palmeras y plantas decorativas, así como un invernadero cuya estructura de hierro había traído de París. Otros elementos que causaban sensación eran un ascensor y un montacargas, de los primeros que existieron en San Sebastián, para cuya instalación hubo de acometerse una profunda perforación en los arenosos terrenos.
Contaba el Continental con un comedor con capacidad para 150 comensales, decorado con espejos y ventanales, así como un cenador y una sala de billar.
Iba a llamarse hotel de La Concha pero acabó adoptando el nombre de Continental a imitación del recién abierto en Biarritz. Se convertiría en lugar de referencia durante la 'belle epoque'. Varias veces durmieron en sus suites María Cristina, Alfonso XIII y Victoria Eugenia. También el príncipe de Gales, cuando era heredero al trono, y el duque de Windsor se asomaron a la bahía desde sus balcones.
Agustín Galíndez fue el propietario del hotel, cuya explotación arrendó a Emiliano Lestgarens. Muchos donostiarras recordarán el Continental ya en su última época (cerró sus puertas en setiembre de 1972) junto al hotel Orly.
Sobre el diseño del edificio, obra de José Goicoa, Antonio Mendizabal Etxeberria, en su libro 'José Goikoa, arquitecto, autor de San Sebastián', explicaba: «La fachada era una construcción que, con su mansarda, frontones, y diseño de sus balconaduras, obedecía al mejor parisino. En cuanto a su interior es donde Goikoa da la talla de su inmensa capacidad artística: un sorprendentísimo vestíbulo oval con tres puerta-ventanas y tres puertas simétricas enfrente; un comedor con mesa para 150 comensales» al lado del paseo de La Concha y «salida a un jardín exótico en el otro, decorado con otros tantos grandes espejos entre puertas y ventanas, y lámparas que producirán una entremezclada suntuosa grandiosidad sin par».
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