BENITO URRABURU
Lunes, 9 de agosto 2010, 14:49
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Samuel Sánchez sigue haciendo historia con el Euskaltel-Euskadi a base de victorias o de puestos de honor. Logró los primeros podios de la formación vasca en la Vuelta a España (tercero en 2007 y segundo en 2009), además de ser cuarto en el Tour de Francia (2010), también el mejor logro conseguido en la carrera francesa por los naranjas tras los quintos puestos de Iban Mayo y Haimar Zubeldia.
Con los colores del Euskaltel logró el título olímpico de fondo en carretera en Pekín y dos cuartos puestos en sendos Campeonatos del Mundo de fondo en carretera.
Cinco años después de la victoria lograda por Aitor González en la Vuelta a Suiza, Euskaltel-Euskadi conseguía ayer adjudicarse una nueva prueba por etapas, la Vuelta a Burgos, en la que además Samuel ha ganado dos etapas. Koldo Fernández de Larrea había ganado la primera jornada al sprint.
Un cierre de ciclo, el segundo, de lo más brillante puesto que ha aprovechado la inercia del Tour para exprimir su forma. Iban Mayo, que ganó la Vuelta al País Vasco y el Dauphiné Liberé fue quien consiguió los primeros triunfos en carreras por etapas para la formación.
Samuel es uno de esos ciclistas inteligentes, que se mueven muy bien en las aguas pantanosas en las que se convierte la alta competición en sus momentos importantes. Comete pocos errores y, desde luego, no volverá a repetir otro como el de Morzine-Avoriaz en el Tour. Lo que le sucedió entonces fue más producto de un exceso de confianza inhabitual en él que de falta de seguridad o de calidad.
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Samuel llevó el planteamiento de la etapa final de la Vuelta a Burgos, con final en las Lagunas de Neila, a donde él quería: se fueron haciendo distintas selecciones. Contó con la inestimable ayuda de su equipo, y de Igor Anton. Primero, a 3,6 kilómetros se quedó con Ezequiel Mosquera, Morris Possoni y Vincenzo Nibali. Luego sólo serían Mosquera y Nibali sus compañeros, para finalmente quedarse solo con el líder del Xacobeo. A diferencia de lo que sucedió en Morzine-Avoriaz dejó que Mosquera se pusiese delante y espero a los metros finales para conseguir su objetivo: sacar tiempo. Un segundo le bastaba para vencer y eso fue lo que logró. Suficiente.
Se movió en el filo del alambre, uno de esos lugares mitad realidad mitad ficción en los que se desenvuelve con maestría. Cuando termine su contrato con Euskaltel-Euskadi habrán pasado dieciséis años de su vida -tres de ellos de aficionados -en la misma estructura de equipo. No estará nada mal para un chaval que llegó por medio de Mikel Madariaga, hijo de Miguel, cuando corría con la selección española juvenil al equipo Olarra.
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