Una indígena contempla el paisaje del lago Tititaca. :: JOSUNE MURGOITIO
MUNDO

Los indígenas renacen en Bolivia

Reivindican su raza y aseguran que tendrá lugar una «revolución bolivareña». El país vive asolado por la pobreza, la corrupción y el analfabetismo y asienta sus bases en una profunda división social

JOSUNE MURGOITIO

Lunes, 7 de febrero 2011, 03:08

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'También la lluvia', película dirigida por Iciar Bollaín -nominada a trece goyas y mimada por todas las taquillas españolas- muestra el paralelismo entre los estragos de la colonización española hace 200 años y la guerra del agua del año 2000 en Bolivia. El filme destapa la realidad de un país, que asolado por la pobreza, la corrupción y el analfabetismo, asienta sus bases sobre una profunda división social entre indígenas (collas) y criollos (cambas). «No quiero ser blanco. La colonia nos redujo a cero, pero nos hemos levantado. Es el renacimiento de los indígenas, la revolución bolivareña», afirma Félix Quintanilla. Este líder quechua nació hace 45 años en el Centro Minero de Independencia (Oriente de Bolivia), pero actualmente reside en Santa Cruz de la Sierra (Occidente). Licenciado en Derecho y casado con una guaraní, habla sobre racismo, «nace entre Oriente y Occidente. Lo crearon los blancos».

Yenny Morales, de 28 años y educadora en la guardería infantil de Nazareth en Santa Cruz de la Sierra, opina que «todos somos, queramos o no, indígenas. No queremos reconocerlo. Hay bastante diferencia de clases. La sociedad alta se cree superior, son sangre española, se mezclaron con ellos. Yo soy colla y estoy orgullosa».

«Es evidente que hay racismo, también entre nosotros, incluso en el País Vasco. Pero aquí, en Bolivia, es muy profundo», afirma Gregorio Iriarte (1925, Olazagutía, Navarra), misionero oblato de María Inmaculada, que en 1964 se mudó a la nación bolivareña para apoyar a los más desposeídos. Los 40 años de lucha de este escritor, intelectual, columnista y conferenciante desembocan ahora en libros didácticos para educar a la ciudadanía. Atrás han quedado los años de respaldo a los dirigentes sindicales mineros de la ciudad de Potosí o aquel «tremendo miedo» por esconder, en tiempos dictatoriales, a personalidades influyentes como Marcelo Quiroga. Alto, delgado y gafas de pasta a tono con la simpatía y el sentido del humor de este activista, explica que «el país ha vivido ignorando totalmente a los indígenas. Más que ignorancia es desprecio. Un atraso total. Hasta el año 52 no hay escuelas para los campesinos. Un desconocimiento total. Evo pretende reintegrar todo esto y se han dado algunos pasos. Éste es el cambio».

Nación más india

Bolivia encabeza la nación más india de todo Latinoamérica, según un estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Los 37 pueblos indígenas originarios reconocidos en la Constitución -destacan quechuas, aymaras, urus y afrobolivianos- alcanzan el 52% del total de los 10.226.299 habitantes. Tito Antonio López, asesor jurídico en el Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra, explica que «estas naciones tienen altas y bajas tierras con grandes diferenciaciones».

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«A día de hoy, las consecuencias de la colonización española se sufren con muchísima fuerza», reconoce Félix. La colonia extinguió los derechos de los indígenas y tras la independencia, el Estado republicano ignoró las diferencias étnicas, culturales y jurídicas de las minorías. La última modificación de la Constitución, en palabras de Tito Antonio «una reforma integral» jamás conocida en la historia del país, establece que Bolivia es un Estado 'plurinacional', la 'pluriculturalidad' como forma de relacionarse e introduce el término 'indígena originario' como discriminación positiva. Se rescata además el sistema jurídico propio de los pueblos indígenas, ignorado y reducido a la clandestinidad durante la época colonial, a través del cual, las autoridades campestres regulan la vida en comunidad y resuelven los propios conflictos del colectivo.

Retraso económico

Bolivia es, junto a Haití, el país con mayor retraso económico de toda América Latina. Seis de cada diez bolivianos es pobre, el salario mínimo nacional alcanza los 679,3 bolivianos (unos 65 euros), el 65% de la Población Económicamente Activa (PEA) recurre a la «informalidad» para sobrevivir, según el Colegio de Economistas de Bolivia, y el lavado de dinero y el contrabando mueve al año cinco veces más que las inversiones nacionales. A pesar de que, aun tras el declive de la minería, su exportación continúa siendo uno de los soportes de la economía en Bolivia.

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«Santa Cruz de la Sierra recoge toda la pobreza del país por las escasas condiciones de vida del altiplano», afirma Nicolás Castellanos, un cura progresista que dejó el Obispado de Palencia hace 20 años para trasladarse al Plan 3000 de la ciudad cruceña y fundar la Comunidad Educativa Hombres Nuevos, enfrentándose al reto de llevar a las aulas los 15.000 a 20.000 niños que trabajan en las calles.

«Ningún pueblo reacciona sin motivo. El país ha sido gobernado por blancos porque creen ser más inteligentes. Licenciados, doctores y grandes mariscales. ¿Qué han hecho de mi país? Tildan a Evo de ignorante. Esto demuestra un racismo profundo. Les cuesta aceptar que un indígena tenga intención, a pesar de sus errores y de sus aciertos», comenta el líder quechúa. Evo Morales, primer indígena que alcanzó la presidencia del país, fue reelegido el 6 de diciembre de 2009 con un máximo histórico de 64,07% de los votos. Iriarte afirma que son amigos, aunque no lo ve desde que es presidente, y lo describe «seguro de sí mismo, muy honesto y generoso», aunque «muy susceptible a la crítica, con tendencias autoritarias, a veces demasiado rígido y decepcionado con lo que le rodea porque todo está muy corrupto» y señala que «su gran defecto es que no lee. En eso no ha cambiado».

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La ley anti-racismo aprobada por el Gobierno de Evo Morales a mediados de septiembre pretende acabar con la discriminación de los indígenas. Mientras que los medios de comunicación interpretaron dos artículos de la ley como una restricción a la libertad de expresión, Gregorio Iriarte considera que «se queda corta porque sólo regula aspectos punitivos. No toca la educación ni la situación de la mujer, que es tremendamente oprimida».

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