
ZIGOR ALDAMA
Miércoles, 27 de abril 2011, 04:04
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En los alrededores de las oficinas gubernamentales indias todavía se escucha el característico repiqueteo de las máquinas de escribir. Es una frenética banda sonora que se repite en todos los países del subcontinente. Los músicos buscan un hueco bajo improvisadas tejavanas y, sentados sobre cajas de fruta, rellenan con sus notas monocordes todo tipo de documentos y escriben currículos o cartas. Sus instrumentos son vetustas máquinas en las que hay que apretar las teclas a fondo para que se marque bien cada letra, y que perfectamente podrían estar en un museo.
Las máquinas de escribir todavía dan servicio a la población más desfavorecida, muchas veces también analfabeta, en los países en vías de desarrollo. Incluso en los despachos de los burócratas siguen dándole a la tecla sin pantalla alguna frente a sus ojos. Porque la globalización es sólo para unos pocos. A partir de ahora, todos ellos tendrán que mimarlas al máximo: ayer cerró en Bombay Godrej and Boyce, según el diario 'India's Business Standard', la última empresa que las fabricaba.
Era una muerte anunciada. Incluso en el Tercer Mundo, la máquina de escribir estaba siendo apartada del mercado por ordenadores cada vez más asequibles. Ha querido la casualidad que haya sido India, un país que lidera la revolución del software y de los portátiles económicos, el país en el que ha fallecido este invento de 1870 que cambió para siempre la forma que tenemos de escribir. El teclado QWERTY al que dio vida se sigue utilizando y goza de buena salud gracias a las tabletas y otros dispositivos móviles que lo han adoptado, aunque en muchos sólo se pueden apretar teclas virtuales. Eso sí, los nostálgicos pueden hacer que su forma y su sonido se asemejen a los de la difunta máquina mecánica.
La compañía Godrej and Boyce comenzó a fabricarlas en 1950, momento en el que el primer ministro Jawaharlal Nehru las consideró «un símbolo de la independencia de India». Hacia finales del siglo XX vivió su época dorada, con 150.000 unidades. Pero su demanda ha ido cayendo. «A partir de 2000 los ordenadores comenzaron a dominar el mercado», reconoce Milind Dukle, jefe de operaciones de la empresa. «Todos, menos nosotros, fueron cerrando. Hasta 2009 producíamos una media de 12.000 unidades». El año pasado fueron sólo 800 y, ahora, ya sólo les quedan 500 en stock. Sin embargo, el mercado de segunda mano sigue bullendo, y se pueden encontrar antigüedades de la marca desde 6 euros, y hasta más de cien.
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Los responsables de la última fábrica de estos aparatos avisan de que quienes quieran adquirir uno de los últimos modelos tendrán que comprarlos en persona, nada de tiendas online. Y el museo en el que se podrán ver todos los modelos de la empresa tampoco estará en el ciberespacio. Será de los de tocar y oler.
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