Cita con el maestro

Cuando uno ama lo que hace, todo es más fácil. Esto ocurre aún más en el caso de disciplinas artísticas como la música, en las que la comunicación de ese placer que se siente al hacer algo que sale de muy dentro convierte algunos momentos en únicos. El sosiego, el respeto, el respiro, la alegría, la tranquilidad y muchas otras sensaciones pudieron vivirse ayer en el recital de Gustav Leonohardt en el Victoria Eugenia. El artista holandés, un verdadero maestro del clave, pero sobre todo un enamorado de la música, volvió a dejarnos atónitos con la desnudez de su clavecín y un programa en torno al gran Bach.

Su limpieza y su claridad expositiva sorprendieron desde la primera pieza, una pausada 'Meditación sobre mi muerte futura' de Froberger que dio paso a tres obras más del mismo autor, pero de distinto carácter. Las 'Toccatas' resultaron más libres en ritmo y ornamentación, mientras que la 'Fantasía', de estilo más imitativo, permitió descubrir su nitidez en la presentación y el desarrollo de los temas.

La aún increíble técnica del maestro -¡tiene 83 años!- fue palpable a lo largo de toda la velada, en la que el público pudo disfrutar especialmente de piezas como la 'Canzona' de Kerll, de inmensa claridad en los motivos o del 'Preludio en do mayor' del primo del padre del gran Bach. Realmente deliciosas fueron las tres breves 'Fugas' de Pachelbel, un compositor conocido por su famoso 'Canon', pero poco habitual en los conciertos. La primera de ellas, alegre, contó con una muy clara exposición de su tema central, un llamativo motivo en tres notas. Tras la segunda, de carácter más cantabile, llegó una página rítmica con una melodía muy reconocible a la que Leonhardt sacó chispas.

Tras la calma y la intimidad de la 'Allemande' de Ritter y una preciosa 'Chacona' de Boehm, llegó el admirado Bach, al que el maestro volvió a dotar de toda su expresividad, creando un clima mágico que conquistó a todos.