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A. GONZÁLEZ EGAÑA
Martes, 24 de mayo 2011, 09:48
Amaia Guridi se presta a «remover la olla», como ella dice. Es la olla del dolor y la tragedia que carga sobre sus espaldas desde que aquella mañana del 24 de mayo de 2001, un terrorista de ETA disparó siete tiros sobre su marido, Santiago Oleaga, director financiero de EL DIARIO VASCO, cuando acudía a rehabilitación a la Fundación Matía, en Donostia. Diez años después, a pesar de la emoción, de muchas lágrimas y del profundo sufrimiento que le acompaña, la viuda de Santiago Oleaga ya no pide explicaciones porque sabe que «no las hay» y asegura que ha aprendido a salir a flote gracias a la ayuda de la familia y los amigos. Se lamenta de todo lo que su marido no ha podido vivir junto a los suyos y afirma que no se puede hacer como que aquí no ha pasado nada porque sí ha pasado».
- ¿Cómo se encuentra diez años después de aquel 24 de mayo?
- Con muchos recuerdos en la cabeza. Desde el principio hasta ahora, que han pasado diez años, el dolor no es el mismo, se va mitigando. Y, gracias a Dios. Porque si llega a ser el dolor como al principio no estaría hablando aquí contigo ahora. Te vas sujetando en la familia, en los amigos y vas sacando la cabeza como puedes, intentando superarlo. Muchas veces pienso que ésta no es mi vida, que alguien me ha puesto en un camino que yo no elegí.
- ¿Cómo están sus hijos?
- Ellos tienen el tema oculto en un cajón. Y hasta ahora la cuestión es que nadie lo abra. No hablan del día del atentado, no quieren. Estuvieron mucho tiempo con psicólogos y llorando mucho. Pero pienso que el tema está ahí metido en una caja fuerte. En casa normalmente no se habla del tema, ni se toca, ni yo lo toco hacia ellos ni ellos hacia mí. Se lleva muy suave y que ese cajón no se abra.
- ¿Qué ha sido lo más duro?
- Lo más duro es el principio y el asumir que Santi se ha ido. Cuesta mucho remontar. Los primeros años son durísimos. Necesitas muchos apoyos. Yo tengo que dar gracias a una familia estupenda que tengo que me ha apoyado y ha estado siempre muy cerca. Pero es muy difícil de superar y tirar para adelante. Es muy duro.
- ¿Y lo más difícil de asimilar?
- Lo más difícil de asimilar es que Santi no está en tu vida. Es dificilísimo. Pasan días y meses y te despiertas cada mañana pensando que eso no me ha podido suceder a mí. Creo que me costó dos o tres años asumir que Santi ya no estaba.
- ¿Qué ha h echo para poder sobrellevar su vida?
- Pienso que esto no se supera. Yo puedo vivir 120 años que la mochila que me han echado encima, que no me correspondía, ahí la tengo. Te cambian muchas cosas en tu vida. Me costó mucho hacer las cosas del día a día que hacía con él. Para mí ha sido fundamental mi familia, mis hijos, mis padres y mis hermanas..., porque les he sentido muy cerca, en todo momento han estado muy pendientes de mí. Luego me ha ayudado mucho, y lo recomendaría, el deporte.
- ¿Sigue pidiendo explicaciones?
- No, no pido explicaciones porque pienso que no las hay. Además, ya no las necesito. Al principio sí porque te preguntas, pero cómo ha pasado, pero por qué, pero qué ha hecho. Vas buscando algo pero llega un momento en que eso ya no te vale y piensas además que no hay ninguna explicación, que no hay nadie que me lo vaya a explicar.
- Se habrá preguntado por qué él, quién puso su nombre en una lista.
- Sí, pero tengo la respuesta. Fue Santi porque era una presa fácil en ese momento, no llevaba escolta y lo tuvieron fácil.
- ¿Cómo era Santi? Cuéntenos.
- (Se emociona. No puede seguir... Hacemos una pausa). Como todas las personas tenía cosas buenas y no tan buenas, pero creo que conmigo era excepcional. Yo le sentía muy enamorado, muy familiar y adoraba a sus hijos. Hombre..., tenía mala leche. Santi vivía para su trabajo y su familia. Su vida era EL DIARIO VASCO, para él era su casa, su empresa, porque no era vuestra ni de nadie, era suya, de nadie más que de él. Allí dejaba la vida. Yo he contado bobinas de papel una y otra vez, domingos y domingos. Había que saber cuántas bobinas teníais para trabajar. Yo he ido allí con la bici y él me decía: tú cuentas éstas, yo esas otras. Fue una persona muy entregada a su trabajo, le encantaba y siempre pensó que el periódico era suyo. Era una persona muy íntegra, cuidaba el periódico como si fuese su casa, su familia. Le preocupaba que todo fuese bien, que saliese adelante. También le preocupaban sus hijos. Yo un poco menos porque iba con él de la mano y no tenía de qué preocuparse.
- ¿Tiene algún recuerdo especial de su vida con Santi?
- Muchos. Los paseos por la playa, los encuentros cuando yo salía de trabajar y me iba hasta el túnel de El Antiguo a buscarle, los cumpleaños en familia, sobre todo de nuestros hijos, las cenas con mis padres, las fiestas familiares... Llevábamos mucho tiempo juntos. Yo era una chica de 18 años cuando le conocí y cuando le mataron tenía 49. Hace poco, cuando se casó mi hijo Jon, en la boda, pasaron unos vídeos con montajes de fotografías. Yo no sabía nada y se puso en un proyector enorme una fotografía del día de mi boda con Santi. Es una foto que está en casa en un cuadro, es superbonita. Pues Jon cogió la foto y encima escribió «Te echo de menos». Para mí fue algo.. Dije: «Dios mío...». Yo sé que ellos echan mucho de menos a su padre.
- ¿Es capaz de recordar el día del atentado?
- Sí, sí. Me acuerdo perfectamente y lo recuerdo como un día durísimo porque fueron unas circunstancias muy duras. Se desarrolló todo muy mal, muy mal respecto al lugar donde me encontraba y a cómo fueron pasando las circunstancias del día.
- Estaba en el colegio cuando le dieron la noticia.
- Oí la noticia en la radio, pero se hablaba de un tiroteo y que había sido como un atraco. Me fui al colegio tranquilamente. Yo estaba allí trabajando y los hechos se desarrollaron muy mal porque no supieron afrontarlo, todo fue muy traumático, lo hicieron muy mal. A mí me mandaron con dos ertzainas a casa. Nadie del colegio me acompañó. Vamos, las circunstancias que se dieron en el colegio fueron penosas y muy dolorosas para mí.
- ¿Ha vuelto a hablar del tema con ellos?
- No, porque para mí fue muy doloroso. Mi hija estaba en un examen en su aula, le sacaron y me la pusieron delante para que yo le dijese lo que había pasado. Me he sentido muy dolida con aquella actuación. Nunca he pensado que se hiciera a mala fe, creo que se desbordó y que no hicieron lo que debían haber hecho. Fue un no saber cómo actuar, peor no lo pudieron hacer.
- Sigue llorando mucho.
- No como al principio porque me habría desintegrado en agua. Pero siguen los recuerdos, las vivencias, a mí me hace mucho daño pensar que Santi no está y que se ha perdido muchas cosas de esta vida, de sus hijos, de su familia, de mí, de él. Mi hija no había empezado la carrera y la ha terminado, está haciendo un master, cosas que él hubiera disfrutado y que se le hubiera caído la baba. Mi hijo ha hecho dos carreras, va muy bien por la vida. Las cosas que él soñó que fuesen sus hijos se han cumplido y él no las ha visto. Y muchas veces pienso: ¿por qué le han privado de ver, de disfrutar todo lo que tenía que haber disfrutado, de que se casase su hijo, todo. ¿Por qué?
- ¿Se ha imaginado qué le diría a la persona que disparó a Santi si la tuviese enfrente?
- ¡Uff! No lo sé, no sé si yo estoy tan fuerte como para afrontar esa situación. Creo que ni me gustaría, porque pienso que no hay ningún porqué. ¿Cómo alguien ha sido capaz de hacer eso a una persona inocente? No lo puedo entender. Esto no es una guerra en la que tú tienes un fusil y yo otro. ¿Qué le pasa en ese momento por la cabeza?
- ¿En la medida en que vaya avanzando la normalización en Euskadi, usted sería capaz de darle una segunda oportunidad?
- No lo sé. Me parece muy difícil. Las leyes están para que se cumplan y si alguien ha cometido un delito pienso que lo tiene que pagar. No se puede hacer como que aquí no ha pasado nada, porque sí ha pasado. Se está viendo ahora que salen presos a la calle y llegará el momento en que será así. Pero a mí no me valen los arrepentimientos aunque prefiero que se arrepientan. Es que a mí, a mis hijos, a mi familia nos han destrozado la vida. Si me dicen ahora que el terrorista se ha arrepentido, le preguntaría por qué no se arrepintió antes de matar a Santi. Me parece tan duro, le han quitado la vida a él, ya no está aquí, tenía 54 años, una vida por delante para disfrutar. ¿Y ahora, qué quieres, pedirme perdón? No me cabe a mí eso en el cuerpo.
- ¿Necesita ese perdón?
- No, para nada. No necesito que me pidan perdón por matar a mi marido. Yo vivo perfectamente sin el perdón de nadie. ¿Perdonarle porque mi marido no está ahora aquí...? Si le asesinaron disparándole siete tiros. No me cabe en el cuerpo que me pidan ese perdón y además no lo necesito para vivir. ¿Acaso mañana va a resucitar Santi y mi vida vuelve a estar donde estaba? Pues no.
- ¿Cree que lo pasos que se han dado el último año pueden llevar a Euskadi a una paz definitiva?
- Deseo fervientemente que esto se solucione. Tiene que llegar un momento en que la sociedad entera se tiene que reconciliar, no particularmente Amaia Guridi con esa persona, no, porque yo no necesito reconciliarme con él ni lo quiero, pero tiene que llegar un momento de una convivencia humana y de que podamos vivir en paz, sin amenazas, sin tiros, sin muertes, sin terrorismo.
- ¿Qué pensaría Santi ahora sobre los avances que se están dando desde la izquierda abertzale?
- Estaría muy ilusionado con que viviésemos en paz, con que supiésemos buscar los medios para una convivencia en paz y en libertad. Cuando hablábamos de este tema siempre me decía que cuando se solucionase el problema del terrorismo Donostia iba a ser espectacular, que no íbamos a caber. Aunque nació en Durango era un enamorado de esta ciudad. Veíamos que se frenaban muchos avances en materia empresarial por culpa del terrorismo.
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