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O.C.FERNÁNDEZ
Miércoles, 22 de junio 2011, 04:27
El prolífico historiador José Antonio Azpiazu vuelve de nuevo a la carga con un nuevo trabajo «Esa enfermedad tan negra. La peste que asoló Euskal Herria (1597-1600)», publicación en la que aborda el desastre demográfico y económico que ocasionó la enfermedad en el País Vasco y particularmente en Oñati. El libro, de la editorial Ttar-ttalo, se presenta esta tarde,a las 19.00 horas, en la casa de cultura.
-¿Eligió por algún motivo especial el tema de la peste bubónica?
-La mayor parte de mis publicaciones estudian la economía y los modos de vida vascos en el siglo XVI, al que se puede denominar como el siglo de oro de Euskal Herria. Lo cierto es que el final de un siglo tan brillante acabó con la peor de las catástrofes, precedida de una crisis de alimentos y destrucción de la flota vasca en las numerosas e insensatas guerras de Felipe II. La peste fue la puntilla que acabó con la prosperidad y con las ilusiones de un largo período de bonanzas. Estudiar el final del siglo XVI es darse de bruces con este abismo de miseria tan en contraste con el optimismo que había reinado a lo largo de practicamente todo el siglo.
Un valle de lágrimas
-¿Cómo afectó esta enfermedad a Oñati?
-La peste de fin del siglo XVI fue, sin duda, la mayor catástrofe que ha sufrido Oñati a lo largo de su historia. La gran prosperidad que se había vivido desde finales de la Edad Media se derrumbó a causa del contagio, que trajo dolor, muerte y un desastre económico y social sin precedentes. La enfermedad, transmitida por las pulgas que acompañaban a las ratas, provocaba bubas o hinchazones en cuello, sobacos e ingles, aparte de fuertes fiebres. La gente, desesperada al verse enferma sin remedio, se volvía loca, y moría a los dos o tres días presa de grandes dolores. Oñati se convirtió en un verdadero valle de lágrimas, preludio del Apocalipsis. La muerte, tan habitual y aceptada en la época, se convirtió en una obsesión cuando adquirió carácter colectivo y se temía que toda la comunidad podía desaparecer por la enfermedad. Los enfermos eran encerrados en sus casas, otros eran trasladados a la calle Mendikoa (Mendikokale), donde quedaban confinados, presas de la desesperación, la miseria y el hambre. Bastaba que un vecino de la casa enfermase para que se cerraran sus puertas, quedando con el enfermo tanto sus familiares como la servidumbre.
-¿Afectó por igual al resto de la comarca?
-La peste se mostraba caprichosa: Oñati quedó afectada, pero ni Arrasate ni Bergara la padecieron, aunque crearon una especie de cordón sanitario para evitar cualquier contacto con el condado, lo que agravó la situación de falta de grano. El pánico se extendió por el valle, cualquier viajero se consideraba sospechoso, el miedo se instaló en la sociedad, provocando situaciones tremendas.
Documentación
-Oñati, en particular, generó en aquellos años sobre este tema un enorme volumen de documentación. ¿A qué se debe este hecho?
-A varias razones; primero, las autoridades se sintieron especialmente preocupadas por el cariz que iba tomando el mal pestilente, y trataron de ponerle remedio; en segundo lugar, la gente enferma quería dejar hecho su testamento, pero los escribanos o notarios habían escapado, refugiándose, como lo hizo la gente rica, en los barrios no infectados. Fueron algunos voluntarios, como el cura Orueta, quienes, a riesgo de enfermar, proporcionaban no sólo consuelo espiritual sino que se encargaron de redactar unos testamentos que, al volver los escribanos, se validarían; y en tercer lugar, el conde, patrono de la parroquia, era el que tenía derecho a cobrar los diezmos, que arrendaba a vecinos de la villa. Durante la peste los campos quedaron abandonados, las mieses se perdieron, por miedo al contagio y por la enfermedad de muchos vecinos, por lo que no se pudieron cobrar, por ejemplo, los diezmos del trigo. Ante las exigencias del conde, vecinos ilustres, curas y escribanos, dejaron testimonio de las desgracias que afectaron al campo oñatiarra y de la imposibilidad de cobrar los diezmos y hacer llegar al conde.
-La recopilación de documentación, las tareas de investigación,....¿cuánto tiempo ha dedicado a este libro?
-Durante años fui recogiendo datos que reflejaban la magnitud de la tragedia, pero fue hace aproximadamente año y medio, cuando me decidí a abordar el tema; los más negros presagios quedaron oscurecidos por la triste realidad que le tocó vivir a la sociedad vasca tras años de prosperidad y bienestar, y que quedaban reflejados en una rica documentación. Sin pretender establecer comparaciones entre la situación que se adueñó de los oñatiarras en aquel período y la actual crisis de abundancia que se vive a comienzos de este siglo XXI, huelga todo comentario.
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