M. A.
Domingo, 16 de octubre 2011, 04:30
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Las facturas falsas -no hay contraprestación de servicio- o sin IVA son una de las principales vías de fraude fiscal, aunque no son las únicas. La picaresca se extiende a otras fórmulas, como son camuflar los beneficios de una empresa abonando gastos, que en realidad son personales. A ello se unen otros también clásicos: la fuga de capitales o el fraude inmobiliario, declarando en las escrituras un valor inferior al abonado en una transacción.
En lo que respecta a las facturas sin IVA, por cada 100 euros de valor añadido que se produce en estas transacciones Hacienda deja de recaudar entre 42 y 46 euros. Los actores más acostumbrados a esta práctica son trabajadores autónomos o pequeñas empresas, aunque desde el estallido de la crisis parece haber aumentado el tamaño de las sociedades mercantiles que se animan a adentrarse en este tipo de fraudes. Su efecto se ve con claridad al comparar las declaraciones de impuestos de los asalariados y de quienes tributan como 'profesionales, empresarios o artistas'. En Euskadi, los primeros declaran una media de 21.274 euros al año y los segundos tan solo 13.141 euros.
Otra vía de evasión fiscal es la que emplean algunas empresas, con un reducido número de socios, que utilizan la contabilidad de la sociedad para abonar gastos, que en realidad son personales, como coches, equipos informáticos, obras en domicilios, vacaciones e incluso viviendas que se camuflan como oficinas. De este modo la empresa transforma el beneficio en gasto puro y se ahorra entre el 24 y el 28% del impuesto de sociedades sobre esas cantidades.
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