POLÍTICA

Oportunismo

Quienes participan en el teatro de la Conferencia sin creer en él tienen la obligación de proclamar la verdad de lo que en este país ha ocurrido en los últimos 30 años

JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA

Domingo, 16 de octubre 2011, 04:31

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La conferencia internacional tan mal llamada «de Paz» como «para la resolución del conflicto en el País Vasco» que mañana va a celebrarse en San Sebastián ha creado, entre otras cosas, desconcierto y confusión. La doble denominación con que se la viene designando, la vulgar y la oficial, es la mejor prueba de ello. Pocos saben cuál es su verdadera finalidad. Convendrá, pues, antes de enjuiciarla, situarla primero en el contexto en que se produce y definirla después en sus justos términos.

Digamos, antes de nada, que ETA se encuentra en una situación en la que su única salida posible, si quiere evitar el humillante reconocimiento de su derrota, es la declaración del cese unilateral y definitivo de sus actividades. A esta situación la ha conducido la aplicación de las cada vez más rigurosas medidas que el Estado de Derecho ha ido adoptando en su propia defensa, junto con la creciente repulsa de la sociedad vasca y la progresiva pérdida de apoyos entre quienes durante años han sido sus adeptos. Este último factor, el del distanciamiento de los propios, ha resultado determinante para que lo que podía haber sido una muy prolongada agonía entre probablemente en una fase terminal de corto recorrido.

Como uno de los postreros estadios de esta fase terminal es como ha de entenderse la conferencia que mañana va a celebrarse en San Sebastián. En este sentido, el acto constituye un hito, quizá el último, de toda la serie que ha jalonado este reciente período de la historia de la izquierda abertzale que dio comienzo con la aplastante victoria, no hace siquiera dos años, de la ponencia rupturista 'Zutik Euskal Herria' frente a la continuista 'Mugarri'. Con aquel documento, por así decirlo, fundacional de la nueva estrategia de la izquierda abertzale, el brazo político del MLNV se impuso de manera definitiva en el pulso que venía manteniendo con el militar desde que se produjeron la ruptura de la tregua de 2006 y la consiguiente liquidación de cualquier posibilidad de ulterior negociación.

En esta fase terminal del terrorismo de ETA, dos han sido las preocupaciones básicas de la izquierda abertzale. La primera, que, como reconoce el documento que ayer mismo difundió este diario, aún se encuentra en marcha, consistía en la asunción e interiorización de la nueva estrategia por parte de todos los sectores del 'movimiento', de modo que ninguno se descolgara del proceso. A ella corresponden, por ejemplo, tanto la disolución de Ekin como la adhesión del colectivo oficial de presos al Acuerdo de Gernika. La segunda, que es en la que se encuadra precisamente la conferencia en cuestión, trata de arropar el final de la banda, de manera que su derrota pueda disfrazarse de victoria o, cuando menos, de empate.

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Según esto, no es en absoluto inexacto calificar lo que mañana va a tener lugar en San Sebastián de teatro o payasada, como algunos ya han hecho. Se trata, en efecto, del último acto de una pieza dramática que comenzó con el Acuerdo de Gernika y continuó con la constitución, por parte del abogado Brian Currin, del Grupo Internacional de Contacto y, más adelante, del de Verificación. Todas estas iniciativas, y algunas más, constituyen un conjunto teatral mediante el que se pretende escenificar, dignificar y solemnizar lo que, sin ellas, habría sido el triste y desmañado final de una banda terrorista en descomposición.

Vistas así las cosas, no cabe duda de que promotores y partícipes de la conferencia están haciendo un evidente ejercicio de oportunismo, es decir, tal y como el DRAE define el término, están «aprovechando al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones». El provecho que obtienen ETA y la izquierda abertzale es evidente; el que sacan algunos de los otros participantes, también, aunque sólo sea porque su presencia les servirá para inflar sus currículos de mediadores en conflictos que para nada han contribuido a resolver.

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Pero, como es obvio, para quienes no pretenden camuflar la derrota de ETA, sino sólo acelerarla, su presencia en esta conferencia encierra serios riesgos. En efecto, la ventaja que la iniciativa podría reportar a todos en cuanto a la aceleración de la declaración del final por parte de la banda podría verse anulada por la palabrería que los invitados internacionales se sentirán obligados a usar para justificar su papel y que abundará en improcedentes conceptos como ese del «conflicto político vasco» que habría de resolverse, bien con carácter previo al cese de la violencia, bien como consecuencia de él, o ese otro aún más ofensivo e hiriente de las «dos violencias enfrentadas» y de los correspondientes sufrimientos que una y otra habrían causado en medida comparable. La participación en tal tergiversación de la realidad sería imperdonable.

Verdad es que el montaje propagandístico que toda esta palabrería supone durará lo que la Conferencia dure y podrá ser desmontado de inmediato con la proclamación de un relato que haga justicia a los hechos. Pero, para que éste resulte creíble, será absolutamente imprescindible que quienes han decidido participar en este teatro sin creer realmente en él, a saber, el PNV y el PSE, no dejen de lado sus «principios y convicciones», es decir, renuncien a ser oportunistas, y aprovechen al máximo la circunstancia que la conferencia les brinda para proclamar en sus intervenciones, sin esperar a que aquella haya terminado, qué es lo que en este país ha ocurrido a lo largo de estos últimos treinta años y quiénes son los que en él se han obstinado contra toda razón en imponer sus ideas por la fuerza de las armas, causando un sufrimiento injusto e inútil a miles de víctimas. No teman una marcha atrás de ETA, porque ETA sabe que su recorrido ha terminado.

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