ANTONIO SANTOS
Domingo, 30 de octubre 2011, 13:55
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«Si conseguimos la mayoría social, si la sociedad nos respalda, el relato de lo que aquí ha sucedido será muy cercano al nuestro. El que lo haga mejor en política...». La frase, pronunciada por un dirigente de la izquierda abertzale a un círculo reducido de personas, pone de manifiesto una de las 'batallas' que se abren tras el anuncio por parte de ETA del «cese definitivo» de su actividad. La pugna aborda una de las cuestiones que partidos, intelectuales de diversa ideología y representantes de la sociedad civil consideran «clave» y una de las más «complicadas» para el futuro de Euskadi: fijar una narración de lo que ha sucedido en el País Vasco durante el medio siglo de existencia de la organización armada.
La partida de ajedrez que ahora se inicia, una vez que ETA permanece fuera del tablero, parte de dos interpretaciones. La primera, la que utiliza desde hace décadas como bandera la antigua Batasuna, se sustenta en un concepto: la existencia de una «confrontación armada» entre los estados español y francés, de un lado, y Euskal Herria de otro. Una 'guerra' de dos bandos propiciada por el «conflicto político» que ambas partes mantendrían desde mucho antes del nacimiento de la organización terrorista -algunos dirigentes de la izquierda abertzale están contraponiendo estos días, frente a las 800 víctimas de ETA, «otras 500» entre los independentistas-. La misma versión que hicieron suya en San Sebastián exmandatarios mundiales encabezados por el exsecretario general de la ONU Kofi Annan cuando incluyeron el término «confrontación armada» en el primer punto de la ya conocida como Declaración de Aiete.
La segunda interpretación lleva poco más de una década calando de verdad en la sociedad vasca. La defienden PSE, PP y también el PNV, y habla de una banda terrorista que atemorizó a miles de ciudadanos, que asesinó a 858 personas de todos los espectros sociales y que trató de derribar con las armas el Estado democrático que dio sus primeros pasos en 1975. Una versión que subraya nombres propios como los de Miguel Ángel Blanco, Isaías Carrasco, Fernando Buesa...; y crímenes como el de Hipercor en Barcelona o el de la casa cuartel de Vic.
Un relato que enfatiza la idea de que ETA ha salido derrotada y ha anunciado su final sin haber conseguido ni la independencia, ni el reconocimiento de los siete territorios como una nación propia, ni la implantación del socialismo revolucionario, algunas de sus reivindicaciones clásicas. Una historia que también contempla que, junto a las víctimas del terrorismo, existen damnificados por abusos de las fuerzas policiales, sobre todo en los primeros años de la Transición, que merecen un reconocimiento.
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Las dos maneras de ver el problema tendrán que confrontarse en los próximos años. Los 'jugadores' esbozan ya las estrategias que pretenden emplear. La izquierda abertzale está convencida de que el relato que vaya a perdurar lo establecerá «la sociedad». A su juicio, en la medida en que la antigua Batasuna pueda erigirse en la primera fuerza del País Vasco, con la suma de otras formaciones independentistas, predominará su versión. Y si no es en su expresión completa, sí al menos en la parte más significativa: la que justifica el nacimiento de ETA.
«Como Euskadiko Ezkerra»
Algunos de los dirigentes de este sector político creen que en ese trayecto podrán 'ganarse' al PNV. El partido de Iñigo Urkullu mantiene en la actualidad una posición muy cercana a la de socialistas y populares a la hora de subrayar que ETA no ha sido más que una banda terrorista que no ha tenido razón alguna de existir desde la Transición. Una posición que la antigua Batasuna espera mover «a partir de 2013». Sus dirigentes entienden que un buen resultado para la izquierda independentista «obligará» a los peneuvistas a bascular hacia posiciones menos centradas que las que ahora exhiben los principales responsables de Sabin Etxea. Esperan hacer aflorar el ala más soberanista de los jeltzales.
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«Si alguien tiene que moverse, no seremos nosotros», responde el presidente del partido en Bizkaia. Andoni Ortuzar descarta «por completo» la previsión a futuro que plantea la izquierda aber-tzale. Si alguien «evolucionará», entiende el burukide, será la izquierda abertzale. «Sin ETA, tendrán que entrar en la dinámica normal del resto de partidos. Les pasará como en su tiempo a Euskadiko Ezkerra», sostiene el dirigente del PNV, que recalca que el recuerdo de las víctimas está muy presente en su formación. Tampoco olvidan las agresiones y amenazas que «muchos» concejales peneuvistas «han soportado» en los últimos años.
«Ochocientos muertos no se meten tan fácilmente debajo de la alfombra de la historia», insiste el líder del Bizkai Buru Batzar que, no obstante, reconoce que la antigua Batasuna tendrá la «tentación de mitificar» a ETA como un «movimiento de liberación» y valorar «sus últimos años igual que su época en la dictadura». Un intento, sostiene, «infructuoso» porque «el 95% de los vascos tiene claro qué es lo que ha sucedido». «Estoy convencido -añade- de que el relato que va a prevalecer no es el de que los etarras eran unos 'gudaris'».
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Una idea que también resalta Andoni Unzalu, asesor del lehendakari Patxi López. El representante del Gabinete del PSE destaca una cifra que, en su opinión, debe sustentar cualquier análisis: «Solo el 5% de los asesinatos de ETA se produjeron durante la dictadura; el resto de víctimas llegaron tras la aprobación del Estatuto». «Nunca hasta entonces ETA había sido tan asesina», recalca. En este sentido, el Gobierno Vasco tiene clara cuál debe ser su prioridad, que comparte con su socio, el PP, y que se resume en tres palabras: «evitar el olvido». «Si nos olvidamos de lo sucedido, el asesino dejará de ser asesino».
Torturas «innegables»
El Ejecutivo autónomo fía la tarea de combatir cualquier 'laguna' a dos proyectos. El primero, ya en marcha, el programa de Educación para la Paz en el que víctimas del terrorismo -no solo de ETA- ofrecen su testimonio en los colegios. El segundo, que debe ver la luz en un corto plazo, la apertura de un Instituto de la Memoria, que tendrá «como uno de sus objetivos, aunque no el único» la perpetuación de un relato de lo sucedido en Euskadi, muy en la línea de la perspectiva que mantiene la Oficina de Atención a las Víctimas que dirige Maixabel Lasa.
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Y para que el recuerdo «real» perviva, Andoni Unzalu alude al decálogo que el lehendakari presentó a finales de septiembre en el Parlamento Vasco. Una 'hoja de ruta' para los próximos años en la que, recuerda el asesor, se fija el siguiente relato: ETA intentó «imponer» su revolución cuando Euskadi «salía de una dictadura» y caminaba hacia un Estado democrático. En ese «tránsito» hubo «elementos del pasado y de la dictadura» que cometieron abusos. «No se pueden negar las torturas», sostiene Unzalu, que las considera «el precio que tuvimos que pagar» por la transformación institucional del país. «Pero no creo que debamos pedir perdón por ello, porque nosotros no queríamos esas torturas», insiste. Según su análisis, el viaje hacia la democracia acabó «a finales de los ochenta». El terrorismo de ETA aún continuó dos décadas más.
El asesor de Lehendakaritza ve, no obstante, grandes avances en los últimos diez años. Asegura que en la última década el PNV ha dado el paso de «sumarse al relato compartido» y asumir un vocabulario común en el que «llaman asesino al asesino y terrorista al terrorista». Y, por ello, ve «difícil» que los jeltzales se alejen de este camino por los «altibajos electorales», aunque reconoce que la izquierda abertzale tratará de «despojar» a ETA de su carácter «terrorista» para intentar «relegitimar» a la banda «realzando sus elementos fundacionales», lo que motivó su creación. «La democracia -insiste- venció al totalitarismo de Franco y ahora ha vencido a ETA. Eso no tiene vuelta atrás».
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«Perdonar los errores»
Los intelectuales consultados por este periódico tampoco se ponen de acuerdo sobre cómo debe alumbrarse un relato compartido de la historia de ETA. Todos los expertos consultados insisten en que en el futuro «pervivirán» dos interpretaciones de los sucedido, aunque la sociedad deberá alcanzar un consenso «de mínimos» para que se puede sustentar una reconciliación. Un relato que, en todo caso, necesitará del paso del tiempo; separarse de la actual vorágine política para que las cosas se vean con perspectiva y los actuales análisis «se destilen como los mejores licores».
Pero hasta aquí. Más allá de ese punto, los matices marcan la opinión de quien habla. Paul Ríos, coordinador de Lokarri, ha sido uno de los últimos en abrir la 'caja de Pandora' al proponer «indultos» para los presos de ETA ya que, en su opinión, la sociedad debe «perdonar los errores del pasado» para favorecer la reconciliación. En su opinión, las diferentes perspectivas de lo sucedido en Euskadi deben «tener su espacio». Sitúa el relato mínimo asumible «por ambas partes» en el reconocimiento de «aquellas conductas que han sido un error y no queremos que se vuelvan a repetir». A su juicio, el tiempo moldeará la verdadera interpretación de los hechos porque «ahora los partidos mantienen una carrera política por arrimar el ascua a su sardina» e, incluso, «justificar posiciones del pasado».
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El teólogo Rafael Aguirre discrepa en aspectos fundamentales del análisis del líder de Lokarri. Reconoce que «habrá relatos diferentes» en función «de los intereses de cada grupo», pero coloca el listón del consenso mínimo exigible en la asunción de tres elementos: que ETA ha sido derrotada, que la historia de la banda debe ser deslegitimada y que debe impulsarse la memoria de las víctimas desde el convencimiento de que «no se pueden equiparar sufrimientos».
Aguirre reconoce, no obstante, que existe «cierto riesgo» de que en el futuro «cale» el concepto de la «victoria política de ETA» porque teme que lo que algunos califican de «búsqueda de una salida» al problema terrorista se convierta en «tender un puente de oro» a la banda. «No se puede tragar con ruedas de molino», subraya el religioso.
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El filósofo Daniel Innerarity ha dejado varias reflexiones por escrito en los últimos años sobre cómo debe gestionarse la confección de un relato para alcanzar la reconciliación de los vascos. Innerarity, que ha defendido el 'Plan Ardanza' como la «mejor» fórmula esbozada hasta el momento, reconoce que es habitual que «coexistan interpretaciones dispares de idénticos acontecimientos» porque el «pasado siempre es controvertido». «Nuestra lectura de la Historia es un trabajo nunca acabado».
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