Pintada de la 'República de Kosovo', término rechazado por Serbia, en una calle de Pristina. :: ARMEND NIMANI/AFP
MUNDO

Serbia y Kosovo hacen las paces *

Acuerdo sobre el nuevo Estado, que abre a Pristina los foros internacionales y a Belgrado, la UE. Tras un año de contactos auspiciados por Bruselas, las autoridades kosovares podrán moverse como entidad propia en los foros balcánicos

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL

Sábado, 25 de febrero 2012, 04:55

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Un encaje de bolillos diplomático e incluso ortográfico ha permitido lo que parecía imposible, poner de acuerdo a Serbia y Kosovo, enfrentados desde el fin de la guerra en 1999, para empezar a normalizar sus relaciones. Ese año una intervención de la OTAN frenó la limpieza étnica de las fuerzas de seguridad serbias sobre la población albanesa, el 90% del total, y las expulsó del territorio, que quedó bajo administración de la ONU hasta que Kosovo declaró su independencia de forma unilateral en 2008. Ayer, tras un año de conversaciones patrocinadas por la UE y tres intensos días de negociación final en Bruselas, Serbia aceptó que Kosovo pueda por fin tomar forma como Estado y moverse con entidad propia en los foros regionales balcánicos, un total de 36. Podrá firmar acuerdos directamente, algo que hasta ahora hacía en su lugar UNMIK, la administración de la ONU. Era la más clara prueba de que aún seguía bajo tutela internacional tras cuatro años de teórica independencia. Serbia boicoteaba a Pristina o se levantaba de la mesa.

A cambio, el Gobierno kosovar ha aceptado figurar oficialmente a nivel internacional como 'Kosovo', y no 'República de Kosovo', para hacerse lo menos indigesto posible a Serbia. Un asterisco, que deberá acompañar siempre al nombre del país, ha hecho todo lo demás para contemplar los matices de cada parte y plasmar la ambigüedad real de este territorio. Aclara que sigue bajo el marco legal de la ONU pero, al mismo tiempo, que el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) ha reconocido su independencia, aunque de forma no vinculante. Es todo lo alambicado que se quiera, pero tiene enormes ventajas prácticas. «Es un gran paso adelante», resumió ayer la Alta Representante de la UE para la Política Exterior, Catherine Ashton.

La última herida

La trascendencia de este acuerdo se proyecta tanto al pasado como al futuro. Termina de estabilizar la región, comenzando a cerrar la última herida de los Balcanes, y coloca a Serbia al final del túnel de su regreso a la comunidad internacional, al tiempo que sitúa a Kosovo al principio de un camino de integración europea. Tanto Belgrado como Pristina lo han hecho por eso, presionados hasta el final por la UE y Estados Unidos, porque ninguno de los dos gobiernos quería ceder tanto. Pero se ha impuesto el pragmatismo y el deseo de mirar hacia adelante.

De este modo Serbia ya toca con la mano su admisión como candidato a la UE, que pidió en 2009 y debe decidirse en la cumbre europea del 1 y 2 de marzo. Llegar a un acuerdo con Kosovo sobre este punto era la condición primordial, además de pactar la gestión de la frontera común, fuente de conflictos que se agudizaron este verano. También en esto ha habido acuerdo y, de hecho, la noche del miércoles la Policía serbia retiró las barricadas colocadas en los dos pasos fronterizos con Kosovo. Parecen haber caído también los últimos vetos diplomáticos, una vez entregados todos los criminales de guerra: Alemania, el socio europeo más severo con Belgrado, mostró el jueves su abierto apoyo al nuevo estatus de candidato, e Italia, Francia y Austria lo hicieron en una carta a Ashton.

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Cada parte ha vendido el pacto a su público de forma triunfal. Para el primer ministro serbio, Boris Tadic, es un auténtico espaldarazo ante las elecciones generales del 6 de mayo, pues por fin puede presentar resultados de su apuesta por Europa. La UE siempre ha manejado con cuidado los tiempos del palo y la zanahoria con Belgrado, que de hecho luego tendrá que esperar la fecha de entrada en Los 27, pues tampoco le interesa una victoria de la oposición ultranacionalista.

Tadic lo ha tenido muy difícil para compaginar el acercamiento a Bruselas con la defensa de Kosovo, irrenunciable para Serbia. Por eso ayer proclamó con orgullo el éxito de su anterior lema electoral: «Sí a Europa y también a Kosovo». «Solo la política realista da resultados, hemos superado un test histórico», afirmó, mientras repetía que Kosovo «no estará representado como un país independiente». La UE le ha apretado hasta el límite. La última cesión es, precisamente, que el Gobierno alegue problemas técnicos para no organizar los próximos comicios en el norte de Kosovo, en torno a Mitrovica, donde se aglutina la comunidad serbia. Es una forma de acabar con las estructuras paralelas al Gobierno de Pristina. Esta comarca celebró un referéndum hace dos semanas para rechazar el nuevo Estado y se siente traicionada por Belgrado.

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Por su parte, en Pristina han apostado todo a festejar que, con el acuerdo, «Serbia ha reconocido de hecho Kosovo», como anunció ayer la jefa de su delegación, Edita Tahiri. «A partir de hoy Kosovo es un Estado como los demás», aseguró. El primer ministro, Hashim Thaci, lleva diciéndolo desde el miércoles, mientras repite que el acuerdo «no compromete la integridad y la soberanía de Kosovo». La oposición interna al acuerdo en cada país es prueba de lo que ha tenido que tragar cada parte. En Pristina, donde desde hace semanas solo se habla del problema de «la nota a pie de página», los adversarios políticos de Thaci le acusan de haber renunciado para siempre a una plena soberanía. En Serbia, la oposición acusa a Tadic de «alta traición» y haber vendido a los serbios de Kosovo.

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