¿Años noventa o 2013 en Artaleku?

El fin de semana ha sido una tormenta de sentimiento azul y amarillo. El Club Deportivo Bidasoa ha vuelto a mover a las masas y ha permitido que el balonmano vuelva a ser el centro de atención en la comarca. Hacía demasiado tiempo que este deporte no dejaba tantos momentos para el recuerdo. El play-off de ascenso a la Liga Asobal acabó con lágrimas en los ojos de los bidasotarras porque el premio se lo llevó el Puente Genil, pero al club, al equipo y a la afición hay que ponerle un diez. La alegría y el orgullo debe ser máximo. Y es que lo más importante, el camino que hay que seguir para que el Bidasoa vuelva a ser lo que era, está marcado.

Una plantilla plagada de jugadores formados en la cantera bidasotarra y con un director de orquesta como Fernando Bolea, ha asombrado a propios y extraños. La temporada ha sido de sobresaliente y sólo se podría haber mejorado con la matrícula de honor que hubiera supuesto conseguir el ascenso.

Pero hay cosas que no tienen precio. El Bidasoa-Irun ha vuelto a colarse en las portadas, ha vuelto a estar en boca de todos. Los rivales del equipo irundarra en el play-off no han hecho más que mostrar su admiración por la gran afición y los deseos para que los amarillos vuelvan a la Liga Asobal han sido generalizados en el mundo del balonmano.

La temporada en la que el club ha cumplido sus cincuenta años hubiera sido histórica con la vuelta a la máxima categoría, pero las imágenes y sonidos que deja este fin de semana quedarán para el recuerdo.

Artaleku (y Hondartza) ha estado lleno hasta la bandera y eso nos ha permitido recordar lo grande que es el Club Deportivo Bidasoa. Además, la afición dio una lección de conocimiento de balonmano, de cómo animar, cómo apretar y cómo querer al Bidasoa. Aupa Bidasoa.