
FRANCISCO APAOLAZA
Viernes, 20 de septiembre 2013, 13:19
Las bases del sistema económico mundial son tan complejas y se pierden en tantos meandros que muchos creen que son filfa. Existe hasta una moneda que se jacta que detrás de ella no hay reservas de oro, ni organismo que la regule, ni intermediarios de confianza, ni siquiera administraciones que fiscalicen sus transacciones. Es una divisa virtual, una 'criptodivisa', le dicen, y circula entre ordenadores, como un dinero P2P. Se llama Bitcoin, ha multiplicado por 2.200 su valor en tres años y el gobierno alemán la va a aceptar como una «unidad de medida», algo así como un dinero privado.
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En realidad, Bitcoin no es nada. Nada físico más allá de ceros y unos. En 2008, una persona o un grupo de ellas nunca identificadas crearon bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto una moneda virtual al margen del sistema. Resumiendo la historia, la divisa está basada en complicadas operaciones creadas en una red gigantesca de ordenadores de particulares. Cada uno de estos equipos llamados 'mineros' contribuye a la fabricación de algoritmos matemáticos complejísimos que se concretan en unidades de moneda que cualquiera puede intercambiar por dinero y a su vez por algunos bienes en la red. Nadie controla qué se compra ni quién lo paga, como el dinero en metálico.
La opacidad le ha hecho ganar adeptos, pero también ha puesto al fenómeno en el punto de mira de las autoridades. Hace unos días, los defensores de la moneda se reunieron con las autoridades estadounidenses que ven en Bitcoin una puerta a la compra de bienes ilegales en la red -sospechan, por ejemplo que se pagan pedidos en webs de venta de drogas- y al blanqueo de capitales. Recientemente, el FBI apuntaba a que la divisa debía cumplir las mismas normas que las demás para que no fuera una máquina de lavar dinero. El principal intermediario de cambio, Mt Gox, ha visto cómo el Departamento de Seguridad Interior le embargaba dos cuentas por denuncias relacionadas con el tráfico de capitales. Los legisladores estadounidenses van a por ellos.
Esa cruz es también su cara. La falta de controles permite transacciones en países en donde están vetadas ciertas operaciones con tarjetas de crédito o Paypal y en contextos más delicados. Wikileaks, por ejemplo, se saltó los controles de pagos al aceptar apoyo económico mediante Bitcoin, la misma opción que ha tomado Edward Snowden, el hombre que destapó la trama de espionaje de la administración Obama, actualmente en Rusia. Su mayor fallo es que, pese a la seguridad de que presume, cualquier fallo deja expuesto al operador, pues no hay detrás ninguna institución que responda por esos fondos.
Como toda moneda, es limitada. En 2140 habrá en el mundo 21 millones de Bitcoins (hora se calcula que hay 11 millones). Al ser un 'bien' limitado, está sujeto a todo tipo de especulaciones e inversiones con más o menos riesgo. Como el oro, pero sin oro. Esa supuesta escasez futura (nadie sabe si se usarán en esa fecha) ha hecho que los Bitcoin naveguen entre convertirse en la divisa del futuro o en una burbuja a punto de estallar. Actualmente, un Bitcoin se cambia a unos 97 euros. Nació a 0,06, pero por el camino ha habido fluctuaciones más adecuadas para los amantes de las montañas rusas extremas que para los ahorradores. El primer año multiplicó su valor por 500. Después de algunos vaivenes, escaló hasta lograr un pico de 260 dólares (unos 200 euros) por Bitcoin a principios de abril. En esos días se había anunciado la quita de los depósitos bancarios en Chipre y una moneda sin un supervisor era la última Coca-cola del desierto. En esos días, 'Financial Times' avisaba en un artículo que la divisa era poco más o menos el timo de la estampita (el mundo se divide entre estos y los que creen que será el germen de una auténtica revolución financiera). A los pocos días, cayó hasta los cien dólares, dicen los expertos que por la recogida de beneficios de los inversores.
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Casas por Bitcoin
«Es volátil, como toda nueva moneda». Habla Eduardo Mier, un santanderino de 41 años que acepta pagos con Bitcoin en su inmobiliaria Altamira 21. «Si se generaliza su uso, al ser una unidad limitada, cada Bitcoin puede valer millones de euros, así que por si acaso se debería tener uno. Al fin y al cabo, cien euros no son tanto». Mier vio una oportunidad hace un par de años cuando escuchó hablar de la divisa virtual y decidió que en el negocio de su familia se pudieran pagar inmuebles con este método. «Creo que hay gente que tiene muchos y qué mejor inversión que un inmueble hoy en día», asegura este agente que no quiere hacer público cuántas Bitcoin tiene, aunque confiesa que son «pocas». En el momento en el que instaló el sistema, no encontró otra inmobiliaria que ofreciese el servicio. «Fuimos los primeros del mundo».
Él mismo los ha usado. Los compró a otro usuario, la manera más rápida de hacerse con estas misteriosas monedas, aunque cueste un 5% más que en los grandes intermediarios como Mt Gox. Él utilizó las monedas virtuales para adquirir un artículo electrónico en la red. «No me acuerdo de qué fue, pero resultó seguro, como con los demás métodos de pago». De momento, no se puede hacer cualquier cosa con un puñado de Bitcoin, pero es posible alquilar un apartamento, contratar a empresas de software, comprar material de pesca en España (Deportes Pineda) o pedir una pizza en Estados Unidos. Algunos empresarios se propusieron incluso montar cajeros de Bitcoin. en Chipre. Nadie sabe si dentro de un siglo será la moneda del cambio o una anécdota más en la historia de la red.
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