
FERNANDO SEGURA
Martes, 17 de diciembre 2013, 09:02
Los cuatro vertederos que han dado servicio a Gipuzkoa en las últimas décadas deberían pasar a la historia a finales del próximo año, fecha en la que tenía que ponerse en marcha la incineradora. Los planes han cambiado tras la paralización de la planta de Zubieta. El único que se clausurará será el de San Marcos, en el que han vertido la basura San Sebastián y otros nueve municipios de su entorno. Sin embargo, los de Lapatx (Azpeitia), Urteta (Zarautz) y Sasieta (Beasain) seguirán abiertos y recibiendo los residuos de Donostialdea.
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San Marcos, el mayor basurero de Gipuzkoa, ha tomado la delantera a los otros tres. En sus 24 hectáreas se arrojaban los residuos generados por San Sebastián, Errenteria, Hernani, Lasarte, Pasaia, Oiartzun, Lezo, Urnieta, Usurbil y Astigarraga. Daba servicio a 305.481 ciudadanos, la mitad de la población de Gipuzkoa. Allí se dejaban cada año más de 36 millones de kilos de residuos.
La presión vecinal arrancó de las instituciones el compromiso del cerrojazo. La instalación, situada en las cercanías de barrios densamente poblados, como Altza (Donostia) o Beraun (Errenteria), provocó una fuerte contestación ciudadana. La mancomunidad aprobó en 2006 que el cierre se efectuaría el 1 de enero de 2007. Los vecinos exigieron su cumplimiento y lo lograron, aunque con retraso.
En San Marcos se dejó de depositar basura en octubre de 2008, pero los residuos siguen llegando para ser compactados y acto seguido trasladados en camiones a Beasain, Zarautz y Azpeitia.
Las obras de clausura definitiva del vertedero, iniciadas el 25 de noviembre, no evitarán que la planta de transferencia siga activa. Los residuos se seguirán llevando a San Marcos y desde allí a los otros tres basureros donde serán vertidos, ante la inexistencia de plantas de tratamiento. Bildu paralizó el plan anterior y el suyo sigue en barbecho.
El cierre no terminará por tanto con el trasiego de camiones, pero supone un cambio radical: el cerrojazo es irreversible y se abre el horizonte para la recuperación de una zona enclavada en las lindes de espacios urbanos densamente poblados. Su vocación es integrarse en el corredor natural formado por Lau Haizeta y Ametzagaña.
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Las obras se han iniciado sin problemas. El gerente de San Marcos, Kepa Ugartemendia, se muestra cauto a la hora de valorar la marcha de unos trabajos que inevitablemente provocarán molestias en los barrios cercanos, en especial los malos olores que se producirán al remover la basura. «Ahora se acometen las labores previas a la fase realmente comprometida. Es decir, estamos en el preoperatorio. En febrero procederemos a mover los residuos depositados y esperemos que el frío mitigue la salida de olores. A partir de esa fecha y durante los diez siguientes meses nos jugamos que la clausura se realice como es debido».
175.000 metros cúbicos
El gerente explica que mover «bien y rápido» 175.000 metros cúbicos resulta complejo. «Si estuviésemos alejados de cualquier núcleo urbano podríamos tomarlo con más tranquilidad. Aquí, en cuanto se mueven los residuos se pone el contador en marcha para producir las menores molestias posibles, sin posibilidad de demora».
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Ugartemendia señala que cada vertedero presenta dificultades específicas a la hora de proceder a su sellado. En el caso de San Marcos, el mayor problema radica en su punto más bajo, aquel que ha quedado cubierto por toneladas de basura. «Hay una indefinición errónea de origen, porque no se preparó el vertedero como era necesario para asumir todo lo que se le iba a venir encima. Esa zona baja es la que recibe los lixiviados y deberá ser reperfilada para que no haya problemas».
La clausura de un vertedero conlleva unas medidas de seguridad extremas. La normativa prohibe que la superficie ocupada por el basurero tenga uso público durante un plazo considerable de tiempo. De ahí que las 24 hectáreas de San Marcos deban esperar hasta 2019 para ser disfrutadas por los ciudadanos.
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Las normas de prevención resultan lógicas, la zona recuperada se asentará sobre los 3 millones de toneladas de basura acumuladas en San Marcos durante cuarenta años.
El sellado definitivo requiere el aislamiento de la superficie y la impermeabilización de los laterales, así como de la base de la fosa en la que se depositarán los residuos.
Cinco capas
El espesor del cierre de la superficie será de 1,10 metros. Estará compuesto por cinco capas de diversos materiales. El objetivo del aislamiento es impermeabilizar el terreno, evitando la entrada de agua de lluvia a la masa de residuos y la consiguiente generación de lixiviados. Asimismo, se impide la emisión difusa de biogás durante la descomposición de la materia orgánica.
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El cierre también exige la desgasificación. Con este fin se instalarán doce nuevos pozos de extracción. Por lo que se refiere a los lixiviados, se construirá un sistema de captación y conducción hacia el drenaje de fondo del vertedero, para su posterior tratamiento.
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