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Isaac Asenjo
Madrid
Domingo, 23 de octubre 2022
Hay a quien seguro que le llama la atención, pero los expertos en nutrición son firmes defensores de la grasa como fuente de salud. Pero, ¿no era más saludable comer 'sin grasas'? Expliquemos esto. De la misma manera que no todas las calorías son iguales ... ni nos engordan igual, con los lípidos ocurre lo mismo. «En términos de salud, es un error común a la hora de querer perder peso quitar todas las fuentes de grasa de la dieta», advierte Paloma Quintana, dietista-nutricionista, licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y autora del libro 'Cocina, come y pierde grasa'. Asegura que eliminarla traería consecuencias negativas para nuestra composición hormonal, principalmente en el caso de las mujeres, al poder provocar alteraciones en el ciclo menstrual debido a que este macronutriente aporta elementos esenciales que no puede fabricar por sí solo nuestro cuerpo.
En esta misma línea, el divulgador y experto en nutrición deportiva Saúl Sánchez explica que «si se limitan las grasas saturadas en exceso se reduce la producción de testosterona (en los hombres), lo que afecta no solo al músculo, sino al gasto energético y, por lo tanto, también se ve perjudicada nuestra vitalidad».
Esto no quiere decir que nos pongamos a comer grasas en grandes cantidades, claro. Los especialistas aconsejan que entre el 20% y el 35% de nuestra ingesta calórica diaria provenga de lípidos. «Menos de 1 gramo por kilo de peso al día no suele ser buena idea ni sostenible», añade el experto, que indica que, pese a haber sido demonizadas durante años, las grasas son tan necesarias como la proteína para el buen funcionamiento del sistema nervioso, el cerebral y el aparato cardiovascular. Pero, como decíamos, hay que saber diferenciar. Porque aquí ocurre como en las películas, hay malos y buenos. «Las únicas grasas que han demostrado con solidez un impacto negativo en nuestra salud son las trans e hidrogenadas. Por otro lado, con el paso del tiempo se ha puesto en evidencia también que los lípidos de tipo saturado no constituyen un peligro para la salud».
Es importante hacer una buena clasificación de las grasas para elegir las beneficiosas y desechar las perjudiciales. «Prioricemos las de alta calidad, como las grasas del aguacate, de las nueces, del aceite de oliva, de las carnes, los huevos, los lácteos y los pescados (blancos y azules), mientras que de las ultraprocesadas dulces y saladas –bollería o algunos alimentos de comida rápida, por ejemplo– es mejor alejarnos», orienta Quintana, que nos propone incluir algo de grasa en cualquiera de las comidas del día. «En el desayuno, mis preferidos son los huevos revueltos con aguacate y tomate; en la comida añadiría una ensalada de legumbres aliñada con aceite de oliva virgen, queso mozzarella y unos 20 gramos de frutos secos picados; mientras que en la cena podemos optar por un par de lomitos de pescado azul como el salmón, los boquerones o la caballa, acompañados por un manojo de espárragos. En caso de querer darnos 'un gusto', podemos tomar de postre un yogur griego, un puñado de almendras y una onza de chocolate con el 85% de cacao».
Este menú es solo un ejemplo, una orientación de la composición del plato (hemos calculado las cantidades con la aplicación FatSecret y este menú tiene alrededor de 65 gramos de grasa).
Una creencia errónea: dejar de comer grasa no hará que adelgacemos más. En términos de pérdida de grasa, se ha visto en diversos estudios que el consumo de hidratos de carbono en los que predominen los azúcares refinados (pan de molde, masas de pizzas, pasta o dulces) es peor que el de lípidos, además de influir en mayor medida en problemas de obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares, recuerdan los expertos.
A propósito del debate de las grasas, hay voces que defienden que la cetosis –un plan alimenticio bajo en carbohidratos y rico en grasas– es el estado metabólico natural, algo controvertido, ya que los especialistas solo lo recomiendan en periodos muy concretos de tiempo, a determinados pacientes y siempre pautado por un profesional. De hecho, varios estudios constatan que los mayores beneficios los aporta, principalmente, a personas con ciertas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, la epilepsia o la diabetes. «Se trata de una herramienta terapéutica que tenemos para abordar algunos casos, pero no la recomiendo de forma general sin la ayuda de un dietista-nutricionista», apunta la CEO de la firma 'Nutrición con Q'. En este patrón dietético, las grasas aportan el 75% de las calorías de ingesta diaria, las proteínas un 20 % y los carbohidratos, el resto. Para la experta, si uno está interesado en realizar algo así, recomienda mejor una dieta baja en hidratos y alta en grasas, pero que permita incluir alimentos saludables como frutas, hortalizas, tubérculos o legumbres.
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