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Agustina Moruno y sus vecinas toman el fresco en la calle de la Cruz. J. M. Moreno
Puebla de la Calzada: encerrados en casa y piscina para aguantar la solana
Vacaciones asfixiantes... o a la fresca

Puebla de la Calzada: encerrados en casa y piscina para aguantar la solana

Los vecinos de esta localidad extremeña salen a la calle cuando cae el sol: «Tomar el fresco es una de las mejores cosas que se pueden hacer cada verano»

Celestino J. Vinagre

Jueves, 3 de agosto 2023, 18:44

Agustina Moruno y su grupo de vecinas (Toni, Beni...) tienen un remedio tan sencillo como habitual para combatir las sofocantes jornadas veraniegas extremeñas. Se llama tomar el fresco y para eso solo se necesitan ganas y sillas. En Extremadura, cuando se pone el sol y la noche empieza a dominar, las personas que viven en las zonas rurales salen de sus viviendas y ocupan las aceras, es el momento en el que el aire tórrido del día se torna ahora agradable.

Se trata de un cónclave ciudadano para, en el fondo, sociabilizar... y respirar mejor. Estamos en la calle Cruz de Puebla de la Calzada, un pueblo de Badajoz de 5.800 vecinos en las Vegas del Guadiana. «No salimos a la puerta antes de las diez de la noche a tomar el fresco porque no se puede. Esto se ha hecho así de toda la vida y está muy bien. Muchas veces nos vamos a dormir a la una de la madrugada, cuando medio se empieza a estar bien», relata Agustina.

Muros de metro y medio

Las Vegas del Guadiana es una de las zonas más cálidas dentro de una región ya habitualmente calurosa que se las ingenia para sobrellevar el estío. «Nos lo pasamos muy bien las vecinas. Tomar el fresco es una de las mejores cosas que se pueden hacer cada verano», indica Agustina, aunque reconoce que es una costumbre que empieza a perderse entre las generaciones más jóvenes. «Con la vida moderna es algo que se hace menos», admite.

Muy cerca de donde ese cónclave de mujeres se reúne cada noche a tomar el fresco, Catalina Grajera disfruta de lo que es un lujo a todas luces. Ni ella, ni su marido, ni sus cuatro hijos saben lo que es tener que encender el aire acondicionado en su vivienda, situada en el número 7 de la calle Calzada. Ni tiene instalación ni siquiera ventilador de pie. La refrigeración llega a su casa de forma natural, a través de una solución arquitectónica tan vieja como eficaz.

«Anda que no me ahorro nada en la factura de la luz», suelta sobre lo que significa vivir en una vivienda con muros de casi metro y medio y repleta de bóvedas en casi todas sus dependencias. Una casa antigua, como las que antes había en los pueblos extremeños, diseñada para combatir el calor a través de bóvedas y fachadas e interiores encalados.

Catalina vive en esa casa de 792 metros cuadrados desde hace 26 años. Ahí vivían también sus abuelos. «Esto es muy cómodo. Me siento en este salón a leer y se está en la gloria en verano con tantas bóvedas por la casa. Y en la habitación de dormir paso las noches con sábanas gorditas, aunque esto no sé si lo debo contar. Me da cosa decirlo». Como forzada, para compensar, añade: «Bueno, por buscarle un defecto, las casas con bóvedas en invierno son más frías, eh».

Así de junio a septiembre

Puebla de la Calzada, a medio camino entre Badajoz y Mérida, es un pueblo llano, típico de una comarca de regadío, donde los 40 grados de temperatura máxima son el pan nuestro de cada día entre junio y septiembre. Por eso, los poblanchinos –como los miles de extremeños que viven en zonas rurales– se guían por una rutina anticalor instaurada desde hace generaciones.

Tomar el fresco y poder vivir en casas con bóvedas son dos ventajas. Además, se practica el recluirse en sus viviendas entre las 13 y las 19 horas, aproximadamente; y levantarse un poco antes de lo normal que el resto del año para aprovechar las horas de menos calor del día. Hasta que se puede pisar la calle al final de la jornada.

Otra de las rutinas que no falta es la peregrinación hacia las piscinas municipales, y en los pueblos con mejor suerte sus piscinas y charcos naturales, frecuentes en el norte extremeño. Con la llegada de la autonomía política, los pueblos extremeños se llenaron de casas de cultura, polideportivos... y piscinas.

«Una piscina pública no es tema de ocio sino un asunto de pura necesidad», reseña el alcalde poblanchino, Juan María Delfa.«El calor de 40 grados solo se puede sofocar con agua», añade. Recuerda el regidor poblanchino que la de su pueblo vende al día 100 entradas y además tiene 1.200 bonos de baño para toda la temporada estival. Es decir, una quinta parte de la población de su localidad se lo ha sacado.

En Puebla de la Calzada la hora punta de acceso al baño público es entre las cinco y las seis de la tarde. Es improbable que sea antes. En ese momento, por calles prácticamente desiertas, lo único que se ve es a vecinos cargados de sillas, bolsos y gorros camino de la piscina. Algunos, pese a la corta distancia, se desplazan en coche y los adolescentes utilizan la bicicleta, dando forma a la eterna estampa de verano. El sol derrite el asfalto para todos ellos.

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