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Qué es la fatiga de ligar por app
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24 min.
Hubo un tiempo en el que las aplicaciones de citas eran lo más. Todo el mundo quería estar en ellas, incluso los que tenían pareja. ... Porque era como entrar en el bar de moda: había que ver qué se cocía por allí. Pero eso es pasado. Ahora, apps como Tinder, Bumble y demás afrontan su futuro con más dudas que certezas. Y una de ellas es por qué ya no enamoran a la gente. Aunque suene a excusa mala, no son ellas, somos nosotros. Resulta que ahora nos da pereza y hasta ansiedad utilizar estas herramientas. Nos hemos cansado. Los expertos lo llaman fatiga de ligar por app, una denominación muy descriptiva.
Hace unas semanas, los propietarios de Tinder despidieron a su CEO después de un 'annus horribilis', solo comparable al de Isabel II de Inglaterra en 1992, cuando sus hijos Carlos y Andrés se separaron y pusieron en riesgo la continuidad de la Corona. Su beneficio neto se quedó en 550 millones de dólares, un 15% menos que el ejercicio anterior. Y han tenido que despedir a 2.600 trabajadores. Detrás de todo ello está este fenómeno.
Ligar siempre ha resultado agotador. Por eso, cuando hace quince años empezaron a florecer las apps de 'dating', su principal reclamo era precisamente ayudarnos con esta tarea, ponernos la alfombra roja. Y ha funcionado durante bastante tiempo. Incluso cuando muchas se volvieron de pago. Sin embargo, en los últimos tiempos, los usuarios se muestran desencantados, se quejan... hasta borran sus perfiles. ¿Qué está pasando?
Siempre se ha dicho que el sexo vende. Pero también ha perdido cuota de mercado. «Hemos vivido en una sociedad hipersexualiza, muy sexocentrada y esta burbuja parece haberse reventado», señala la psicóloga Isa Duque, autora del libro 'Acercarse a la Generación Z'. Para los jóvenes de ahora -no solo a los centenials, también a los millenials- mantener relaciones sexuales no es el summun de la modernidad. Valoran otro tipo de modelo relacional: «Basado en la intimidad, los buenos tratos, las relaciones de apoyo....». Se busca «la conexión, el contacto entre personas no necesariamente sexual», apoya Lucía Jiménez, sexóloga de la firma de bienestar sexual Diversual. Y claro, Tinder y las cerca de 1.500 apps similares pivotan alrededor del sexo, no de la amistad. Es el primer punto de este desamor.
Pese a todo, claro que hay gente que sigue usando las apps para ligar porque sigue confiando en conectar con alguien. El problema es que no es tan fácil como nos venden. Y cada vez menos por el propio funcionamiento de las herramientas, señala Alejandro García Alamán, investigador y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Sus algoritmos son los que manejan los hilos y premian ciertos perfiles, los muestran más que otros, etc.
Si por lo que sea -por ejemplo, porque no recibes 'likes' durante unas semanas- dejan de mostrar tu perfil, acabas en las cloacas. Nadie se fija en ti porque a nadie le sales: te vuelves invisible. Con lo cual, tienes que estar pendiente y buscar interacciones para que eso no suceda. En el otro lado, cuando estás tú buscando perfiles, también ocurre que se te muestran una infinidad de ellos. «Tienes que navegar, elegir... Se convierte en un trabajo de filtrado y selección a fondo. En un ratito a lo mejor has tenido que tomar nada menos que un centenar de decisiones». Ser el popular de la clase era divertido, pero aquí nos hemos pasado la pantalla y lo que resulta es abrumador. Como si fueras el encargado de hacer entrevistas en una multinacional.
Si conseguimos superar ese trabajo digno de recursos humanos, llegamos al siguiente escalón: el de hablar, quedar con los elegidos y ver si lo que nos encontramos se ajusta a la idea que nos habíamos hecho. «Es un proceso muy largo y con muchos elementos de frustración», señala García Alamán. Si tenemos prisa –«y normalmente es así»– acabamos abandonando.
¿Y si seguimos? Pues llegan los microduelos, como les llama Jiménez, que son esas decepciones porque, efectivamente, la realidad no se ajusta a lo que nos vendía. O porque ese perfil nunca responde a nuestras preguntas. O porque esa persona no aparece en la cita. O porque tras el primer contacto nos ignoran... «Todo esto nos genera estrés», mina nuestras expectativas y nos desenamora de la app.
Otro fenómeno que ha disuadido a muchos usuarios de las apps de citas es el estereotipado de los perfiles. La «necesidad de querer gustar a todo el mundo hace que todos sean muy similares», señala el docente de la UOC. «Como en Instagram», las fotos parecen todas cortadas con el mismo patrón... o mejor dicho, pasadas por el mismo filtro. Y las descripciones, más de lo mismo. «Cuanto más queremos dar una buena imagen a más gente desconocida, más tópicos nos volvemos», describe el experto. Y precisamente de esto es de lo que huimos cuando queremos tener una aventura con alguien: buscamos algo nuevo, fresco, diferente... Como no lo encontramos, perdemos la esperanza ¡y nos borramos!
Cuando las apps de 'dating' nacieron tenían entre ceja y ceja a los jóvenes como su público objetivo. Por su mente abierta, su manejo de la tecnología, su alejamiento del concepto de amor para siempre... Sin embargo, esto ha cambiado. Mientras millenials y centenials no quieren pagar por estos servicios y se han dado cuenta de que quieren conectar con la persona más allá del sexo, la Generación X se ha convertido en la auténtica disfrutona de Tinder y compañía.
¿Por qué? Como explica la escritora y periodista canadiense Mireille Silcoff, buscan «relaciones sin compromiso», en los ratos en los que no tienen a sus hijos en casa y son impermeables a la «negatividad sexual» imperante. Además, son ellas las que más están gozando con estas herramientas. Las mujeres a partir de los 50 «son como plantas perennes de jardín. Con las condiciones adecuadass florecen cada año», concluye la también editora.
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