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Hay investigaciones que de entrada se sabe que van a ser controvertidas y ésta es una de ellas. Un trabajo publicado en una prestigiosa revista ... internacional concluye que los cambios horarios de primavera y otoño no son tan malos como se dice. El estudio destaca incluso la «naturalidad» de la medida, algo que rompe con la idea de que adelantar o atrasar la hora trastocaría el reloj biológico del ser humano y favorecería múltiples problemas de salud. Las principales sociedades científicas españolas han defendido siempre justo lo contrario y algunas de ellas lo han explicado incluso en el Congreso de los Diputados. De la mano de la ciencia, una vez más, la polémica está servida.
Para más inri, por si había poco, el estudio lleva la firma de dos autores españoles, Jorge Mira Pérez, de la Universidad de Santiago de Compostela; y José María Martín Olalla, profesor de la Universidad de Sevilla. No es una revista cualquiera la que recoge su trabajo, sino todo lo contrario. Lo publica la prestigiosa 'Royal Society Open Science', que es la publicación oficial de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, la más antigua organización científica del Reino Unido y, en consecuencia, una de las más veteranas de Europa.
Organizaciones como la Sociedad Española de Sueño (SES) defienden la idea –también amparándose en criterios científicos– de que los cambios de hora alteran los ritmos circadianos, lo que puede causar desde somnolencia, fatiga e irritabilidad a otros problemas tan graves que pueden llevar a la muerte. La organización sostiene que un sueño insuficiente, desorganizado y de mala calidad, favorece la aparición de enfermedades «tan frecuentes, graves y con tan alto impacto social y económico» como cáncer, alzhéimer, hipertensión arterial, obesidad y diabetes, además de infartos de corazón, ictus, depresión y ansiedad.
El nuevo trabajo lo niega. En él, sus autores analizan los fundamentos fisiológicos y sociales que inciden en el cambio de hora estacional y revisan su impacto en la salud tomando como base del estudio las ciudades de Bogotá, capital de Colombia, y Nueva York (Estados Unidos). El análisis se realiza teniendo en cuenta dos tipos de efectos, los asociados al propio cambio y los que están ligados al periodo de vigencia del horario de verano.
Sobre los primeros, defienden que los estudios publicados en ningún caso contienen un análisis epidemiológico de la situación o lo que es lo mismo, un informe que determine sus posibles causas y el impacto real en la población. «Un estudio muy completo de Estados Unidos determina un aumento del 5% en los accidentes de tráfico registrados en la semana posterior al adelante de hora en primavera, pero pasa por alto que de un año a otro los accidentes de tráfico semanales fluctúan un 15%.El cambio de hora –admiten– tiene un impacto, pero es muy débil».
Sobre los factores ligados al horario estival, los investigadores sostienen que la controversia actual es fruto de «una interpretación errónea» del cambio de hora estacional. Según defienden, el hecho de que se muevan las manecillas del reloj (o cambien automáticamente gracias al satélite que rige tu teléfono móvil) no implica un salto de huso horario ni desalínea el ritmo de vida de las personas con respecto al sol o las horas de luz. «En cierto modo es al revés:el cambio de hora alinea el inicio de la actividad diaria con la salida del sol».
Como refuerzo a esta afirmación aportan un hecho histórico. Según cuentan, en 1810, en plena Guerra de la Independencia contra Francia, la Asamblea Nacional Española realizó ya un cambio horario de tipo estacional y entonces «no existían husos horarios ni nada parecido». La vida social, defienden, «se reorganiza porque la duración del día en verano permite hacer las cosas por la mañana antes que en invierno».
En torno al cambio de hora existen muchos intereses económicos, como por ejemplo los de la hostelería, que fue hace unos años la principal opositora a la idea de que España adoptara el huso horario que le corresponde, el de Reino Unido. El actual es fruto de un gesto de simpatía del dictador Francisco Franco hacia su homólogo alemán, Adolf Hitler, que consistió en alinear la hora española con la alemana. Hubo un momento en que el propio régimen franquista decidió dar marcha atrás a la iniciativa, pero la crisis del petróleo de 1973 acabó por revertir la situación un año después. Y así hasta hoy.
Los autores del estudio que evalúa, según ellos, el impacto real para la salud del cambio de hora critican con dureza los estudios y organizaciones que así lo defienden. «Estudian lo que ocurre en Nueva York y Detroit, en los extremos horarios de la costa Este de Estados Unidos, pero no tienen en cuenta que la diferencia horaria entre ambas es siempre la misma durante todo el año».
El principal efecto del cambio horario del siglo XX fue, según argumentan, aumentar las horas de ocio en primavera y verano para disfrute general. «La gente entonces coincidía en que iría a trabajar más temprano si eso significaba salir antes para disfrutar de un paseo, yendo al parque o la playa», sostienen. La información difundida no aclara quién financió este estudio.
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