El postre, para el final

El danés encontró un aliado: Mikel Landa. Como se dice ahora, el alavés cerró el hueco. No estaba junto al maillot amarillo en el momento del ataque y reaccionó con fuerza. Otros no pudieron. Después, bastante hizo con aguantar el tren infernal que el ganador del último Tour impuso en la ascensión. Como para darle relevos... Tomó Landa el mando en el descenso de La Arboleda, donde conocer el terreno permite trazar mejor las curvas. Prestó una gran ayuda a Vingegaard, quien cargó con la mayor parte del trabajo a la hora de tirar. Era el principal interesado. Landa colaboró con él, si bien no encontró la recompensa de la victoria de etapa.

El postre lo había dejado para el final. Sabroso. De estar Landa 20 o 30 segundos por detrás en la clasificación general, Vingegaard habría obrado con mayor camaradería. Ante diferencias tan cortas y con los perseguidores encima, no queda otra que luchar cada segundo y las bonificaciones, llamadas a jugar un papel fundamental.

Muy bien Barrenetxea, que se deja ver a diario con la ayuda de su equipo, Caja Rural. Sé por experiencia propia lo que supone pelear cada punto en cada puerto.

Pasaron por Trapagaran, donde siempre han organizado carreras, de aficionados y de profesionales. Los organizadores locales subieron un escalón con la llegada de la Itzulia gracias al grupo de panaderos del pueblo. Ellos pusieron la panoja. Les conocía mucho. Y se les oía. No eran de los que andaban calladitos.

Rigoberto Urán se ha quejado del recorrido, de tanto descenso. «Siempre hacen etapas para arriba, y este año todo bajando», ha dicho. Durante mi tiempo de ciclista disputé varias Vueltas al País Vasco y Bicicletas Eibarresas sin llegadas en alto. No por eso carecían de dureza. Los dos últimos días, el colombiano va a tener subidas hasta para indigestarse. Que pase al ataque.