Una tradición milenaria
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Una tradición milenaria
En la fundición no hay ordenadores ni instrumentos electrónicos. Todas las campanas se hacen enteramente a mano. En la imagen, el grabador Vittorio Lemme comprueba si la decoración está perfecta. «Nosotros le damos su alma a las campanas», dice Armando Marinelli. Su hermano Pasquale y él son la vigésima sexta generación al frente del negocio.
Desde que se fundieron las primeras campanas del mundo, en la lejana China, unos 2500 años antes de Cristo, se convirtieron en voces del cielo. Este arte llegó a la pequeña localidad de Agnone, al norte de Nápoles, hace unos mil años. Y todavía se emplea la misma aleación de cobre y estaño que se usaba en 1040. «Cuando estuve en la fonderia, era como si el tiempo desapareciera», cuenta el fotógrafo Roberto Salomone.
Los procesos que van desde la mesa de dibujo al fundido final de la campana también son los mismos que hace mil años. Lo que a primera vista pudiera parecer tosco en realidad obedece a la máxima precisión. Y es que de la exactitud del molde de barro y de su firmeza al verter la aleación depende la pureza del sonido final de la campana.
El corazón son tres moldes de barro, unos dentro de otros, que se envuelven con ladrillos, cubiertos a su vez por barro. De ahí surge la llamada 'camisa' o falsa campana, que sirve de recipiente para echar después el metal líquido. Cuando se vierte el bronce a 1200 grados, se reza. La tradición establece que el vertido ha de tener lugar los viernes a las tres de la tarde, la hora a la que murió Jesucristo en la cruz.
El tamaño de la campana determina la forma y el peso del badajo. Como norma, las campanas están hechas de un 80 por ciento de cobre y un 20 de estaño. Es la mezcla que produce el mejor sonido. Pero cada campana tiene una personalidad propia. Los hermanos Marinelli aseguran que pueden reconocer con los ojos cerrados todas las salidas de su fundición.
No es solo su sonido lo que hace únicas a las campanas, también las representaciones iconográficas y ornamentos que las cubren de arriba abajo. A menudo se añaden inscripciones que describen a quién está consagrada, a quién se debe su encargo y cuándo fue fundida. También se pueden añadir deseos de naturaleza sobrenatural, como que protejan a los feligreses de los espíritus malignos.
No todos los que se interesan por las creaciones de los Marinelli vienen de la Iglesia. Aquí vemos al compositor y percusionista Giulio Costanzo probando algunas campanas para sus obras musicales. A la derecha, uno de los adornos de las campanas. En 1924 a los Marinelli se les permitió añadir 'Pontificia' al nombre de su fundición y adornar sus creaciones con las llaves cruzadas de san Pedro y la tiara papal.