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A nadie en Orio le encajaba ayer que el hombre que presuntamente asesinó a Lourdes era Alberto Casado, un oriotarra de la quinta de 1972. «Si de alguien te puedes esperar que pueda hacer algo así, pues Alberto era todo lo contrario». Un hombre tranquilo, deportista, afable, al que se le podía ver cualquier fin de semana «tomando unos potes con sus amigos» en los bares de la localidad, y que de manera asidua asistía como espectador a los partidos del Orioko en el campo de fútbol de Mendibeltz.
Alberto tenía un hermano y una hermana, y en la actualidad residía con su madre, viuda desde hace ya años, en un primer piso a escasos metros del lugar donde ayer acudió con una escopeta manipulada y con el cañón recortado al banco donde se encontraba Lourdes leyendo y, según los poquísimos testigos que presenciaron la escena, le pegó un tiro a ella y luego él se habría suicidado con el misma arma, tal y como ha confirmado el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka. «Era un hombre pacífico, al que nunca le veías en un conflicto», aseguran quienes le conocían. No tenía antecedentes y poseía licencia de armas heredada de su padre.
La vida de Alberto había sido muy normal, salvo su trágico final. De niño estudió en la localidad, y después lo hizo en la escuela profesional Usurbilgo Lanbide Eskola. En esta localidad «trabajó muchos años» en la firma de mármoles y granitos Ingemar, hasta su cierre en 2019. Ahora era empleado de otra empresa en el polígono industrial de Itziar, en Deba.
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Pertenece a una generación en la que las dos principales opciones deportivas en el municipio aguilucho eran el remo o el fútbol. «No había casi otra cosa entonces». Se inclinó por esta última, y jugó en el Orioko Fútbol Taldea desde las categorías inferiores hasta la de Regional, ya en edad sénior. Después siguió vinculado al balón en el fútbol sala, donde llegó a ser entrenador de pequeños equipos. Del balón le había quedado una lesión de rodilla y «muchos conocidos». Eso sí, «no era alguien que destacara por un carácter muy social ni alegre, pero era muy buena persona. Alguien muy normal». Ya no jugaba a fútbol, pero saciaba su lado «muy deportista» con la bicicleta.
Aunque nunca se había casado, Alberto mantuvo alguna relación sentimental. «¿Quién no ha tenido alguna novieta?». Las fuentes consultadas aseguran que habían salido alrededor de un año «o poco más» con Lourdes, aunque no habían tenido hijos en común. Durante su tiempo en común, «se dejaban ver juntos por el pueblo». Varias personas coinciden en que la mujer había decidido «romper hace poco» la relación. Por ello, «él estaba afectado», pero «ni por esas puedes esperar que fuera capaz de hacer algo así. Eso no era Alberto».
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