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Como pequeñas pinceladas de un cuadro. Insignificantes, miméticas, discretas notas de color en las que casi nadie repara. Y sin embargo sin ellas la obra estaría incompleta, dejaría de ser una pintura para quedarse en un mero boceto a lápiz. Izaskun Santiago, Ainhoa Gómez y Ainara Goikoetxea son como esos tímidos trazos pero en otra disciplina, la cinematográfica. Lo suyo es figurar, ejercer de 'extras'. «Podría decirse que nos dedicamos a hacer bulto», abrevian, medio en serio.
Quien alguna vez ha vivido de cerca un rodaje sabe que en esencia figurar significa, efectivamente, abrazar el rol de un personaje de relleno, pero también que es una labor mucho más importante de lo que parece 'a priori'. Es un arte, el arte de pasar desapercibido. «Si el espectador no se da cuenta de que estás ahí significa que has hecho bien tu trabajo», afirman estas tres guipuzcoanas con varios largometrajes en el currículum.
Poca gente ajena al mundillo percibe de forma consciente la cantidad de personas que aparecen en un solo filme. Las cifras resultan reveladoras. Según César Sabalia, de la agencia artística IVIM, «una película media, normalita, emplea a entre 250 y 300 figurantes». El número prácticamente se duplica si la producción es de directores reconocidos y, en caso de tratarse de una ficción épica, el dato se dispara a más de mil. «Para 'Sabotage' se utilizaron 2.500 'extras'», pone como ejemplo Sabalia, en referencia al largometraje que los hermanos Ibarretxe rodaron hace una década en Euskadi con las guerras napoleónicas como telón de fondo. «Recuerdo alguna otra película en la aparecen 3.800 vecinos de una misma localidad», asegura el fundador de IVIM. No tan elocuentes, pero también significativos, son los volúmenes que se han manejado en títulos más recientes como 'Handia' -con 300 figurantes según la agencia donostiarra Binahi- o 'Madre', de Rodrigo Sorogoyen, que convocó castings en Irun y Donostia hace dos meses para contratar a 500 'extras'.
«Todos esos personajes anónimos que arropan al protagonista de una escena son importantísimos», defiende Sabalia. Sin ellos las películas quedarían «desnudas, faltas de vida y credibilidad. ¿Te imaginas una persecución en la que los coches circularan a toda velocidad por calles desiertas? ¿O una guerra cuyas batallas solo libraran los actores principales?», evoca. «Sin figurantes las películas no existirían».
Sin embargo dicen quienes lo viven de cerca que es un trabajo poco agradecido. «Está mal pagado», lanza el responsable de IVIM. Opinan lo mismo en la agencia de cásting y figuración Binahi. «Ser figurante es aceptar un sueldo bastante precario», apoyan. El primer convenio de figuración estatal, firmado el año pasado, fijó para 2018 en 45,5 euros el salario por jornada. «El problema es que, por norma general, un figurante no va más de dos o tres veces a un mismo rodaje. Imagínate, no puede ser un día el panadero y, al otro, el recepcionista de la consulta del médico», explica César. «Es más un complemento, una actividad que puede servir para ganar un dinerillo extra», sugieren desde Binahi.
Incluso en el caso de una figuración especial, con un personaje próximo a uno de los protagonistas y que por tanto suponga varios días de contrato, es raro juntar un sueldo, convienen ambas agencias donostiarras. «Desde luego es imposible vivir de ser figurante de cine», esclarecen. Y eso que en este momento en Euskadi la creación cinematográfica vive un momento dulce. La radiografía del cine vasco que daba a conocer el periodista Ricardo Aldarondo a principios de año en este mismo periódico dejaba ver que ya hay en la comunidad autónoma una «industria asentada, con productoras trabajando en continuidad», cuya cara visible han sido una quincena de películas vascas estrenadas este 2018.
AINARA GOIKOETXEA
Si hay alguien que ha podido comprobar por experiencia propia que el séptimo arte está en plena eclosión, esa es Ainara Goikoetxea. Empezó poco antes de verano haciendo de costurera en 'El hijo del acordeonista' y, desde entonces, ha ido encadenando un rodaje con otro. Tras la obra escrita por Bernardo Atxaga y llevada al cine por Bernués, se ha puesto a las órdenes de Telmo Esnal y Asier Altuna en 'Agur Etxebeste', y de Rodrigo Sorogoyen en 'Madre'. Estudiante de tercer año de Magisterio, fue precisamente en este último trabajo donde conoció a Izaskun Santiago y Ainhoa Gómez. «Es una de las cosas buenas de ir a un rodaje, que te relacionas con gente con la que, por edad y trayectoria vital, en tu día a día probablemente no habrías coincidido».
Goikoetxea reconoce que hasta la fecha nunca le había llamado la atención este mundillo. Su afición hasta hace un año, de hecho, era el remo. «Empecé en Urki y luego estuve un año en la Donostiarra, pero me exigía demasiado tiempo y tenía otras prioridades», explica. «Fue mi madre la que me animó a probar la figuración», atribuye. Reconoce que repetir una escena «quince veces» se le hace pesado, pero antepone que, en general, la experiencia le agrada. «Si me llaman de más proyectos pienso seguir diciendo que sí».
Tanto desde IVIM como desde Binahi dejan entrever que, si bien muchas personas como Ainara Goikoetxea quedan encantadas con la experiencia, no es una labor que enganche a todo el mundo. «Hacer figuración supone un sacrifio», advierten los responsable de Binahi. «Hay muchos jóvenes que van a un rodaje porque quieren ver cómo se cocina una película pero, una vez satisfecha esa curiosidad, deciden que han tenido suficiente», expone Sabalia. Las «largas jornadas de rodaje» y los «tiempos muertos sin hacer nada» son, según los profesionales, la principal circunstancia disuasoria.
IZASKUN SANTIAGO
Precisamente todas esas «horas y horas perdidas» son lo que a Izaskun Santiago menos le gusta de hacer figuración. Actriz de teatro y monitora de risoterapia, está acostumbrada a hacer malabarismos con una agenda que incluye además formarse para ser directora de actores 'amateur', realizar paseos saludables con personas mayores de 50 años y atender los requerimientos propios de la maternidad. De ahí que le cueste asimilar que trabajar como 'extra' signifique estar buena parte del día sin hacer nada. «Los figurantes somos por regla general de los primeros en llegar y de los últimos en marcharnos. Una parte del trabajo consiste en estar disponible por si te necesitan para una escena, lo que se traduce en pasar mucho tiempo a la espera», explica.
El aburrimiento se le olvida en cuanto le toca salir al ruedo y poner en práctica esos mandamientos del perfecto figurante que conoce al dedillo. «Ser discreto, natural, resultar creíble haciendo mímica y nunca, jamás, mirar a cámara».
Santiago es veterana en lo que a figuración se refiere. Tuvo su minuto de gloria en la película 'Ione subre al cielo' (1.999), de Joseba Salegi. «Como tenía frase y bastante presencia en cámara no estaba considerada como figurante, sino como parte del cuerpo de actrices. Una gozada. Recuerdo que estuvimos grabando un mes entero y que se hizo una especie de estreno en los cines de Amara». Comparte que fue un momento precioso, pero que la anécdota le dejó un sabor agridulce. «La película fue un fracaso. Una pena».
AINHOA GÓMEZ
Todo lo contrario le ha ocurrido a Ainhoa Gómez. Su primera experiencia como figurante fue en una producción «chiquita», de un director debutante. «Mi labor era chocarme con la protagonista en una discoteca». La película consiguió despuntar poco después en el Festival de Cine de San Sebastián. Era 'La Herida', de Fernando Franco, que mereció un Premio Especial del Jurado y por la que Marian Álvarez ganó la Concha de Plata a Mejor actriz. Unos meses después los Premios Forqué confirmaron el éxito del filme.
«Formar parte de algo tan mágico como una película» es, precisamente, lo que mueve a esta joven residente en Oiartzun a invertir parte de sus días de fiesta en trabajar como figurante. Empleada en una empresa completamente ajena al mundo del cine, el flirteo con el séptimo arte lo limita a aquellos momentos en los que puede disponer de vacaciones. Los astros se alinearon a finales de octubre, cuando pudo acudir dos días al rodaje de 'Madre'. «Parece que lo mío es pegarme a la protagonista», bromea. Quiso la casualidad que, en el último largometraje de Sorogoyen, Ainhoa Gómez también tuviera que colocarse en un momento dado muy cerca de la actriz principal, Marta Nieto. Nunca se sabe si una escena sobrevivirá a la mesa de montaje, en la que se desechan muchas de las partes filmadas, no obstante, situarse junto al elenco protagonista multiplica las posibilidades de salir en la gran pantalla.
«En ese momento lo que menos pensé es si entraba en cuadro o no», confiesa no obstante Ainhoa Gómez. «Marta Nieto y yo íbamos igual vestidas pero nadie se percató hasta después de la primera toma. Me pidieron que fuera rápidamente a cambiarme. A ellos les hizo gracia pero yo me apuré un poco. Si hay algo que nunca debe hacer un figurante es llamar la atención y, mucho menos, alterar el ritmo de un rodaje».
Cientos de guipuzcoanos ejercen cada año de figurantes de cine en las diferentes películas que se ruedan en el territorio, o cerca. Los profesionales del sector reconocen que es una labor que está mal pagada y en ocasiones poco reconocida. Quienes la practican, que requiere de gran paciencia por la cantidad de horas muertas. Entonces la pregunta del millón es: ¿por qué hay tanta gente que se presta, e incluso repite? Binahi apunta a que «ver cómo se fabrican los sueños y aventuras a los que nos traslada el mundo del celuloide es una experiencia que hay que vivir al menos una vez en la vida. La gente llega en busca de esa sensación inolvidable». César Sabalia, Izaskun Santiago, Ainhoa Gómez y Ainara Goikoetxea coinciden en concluir: «por amor, por un intenso y gran amor al cine».
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Lucía Palacios | Madrid
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