El estreno de la cinta el 27 de septiembre será en un enclave singular: la Basílica de Loyola. «Fue una propuesta de los jesuitas porque yo tenía planeado hacer algo en torno a esas fechas quizás en Azpeitia, pero la idea de montar un cine dentro de un templo resulta muy atractiva y también muy peculiar. No sé si insólito, pero casi. El hecho de que la película no tenga música, ni diálogos y que los sonidos tomen ese vuelo entre las cúpulas de la basílica resulta muy excitante desde el punto de vista artístico». Imanol Rayo considera que «proyectar ahí la película, quinientos años después de los hechos que se narran, será como cerrar un círculo con una suerte de performance».
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En cuanto al itinerario que aguarda a la cinta tras su estreno, el director confiesa que es una incógnita. «Es una película hecha a tumba abierta. Estamos acostumbrados al circuito habitual de festivales de cine y luego estreno comercial. Ahora me apetecía hacer tabula rasa con eso y romper con la predestinación del producto para optar por algo completamente libre de ataduras». Rayo asume que «todo lo que a partir de ahora ocurra con la película estará bien porque el hecho de que se haya materializado ya es un triunfo personal para todos nosotros. Este producto es una rareza que tampoco me apetece 'quemar' de la forma habitual. Digamos que nos lo podemos permitir.
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