Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1975) es uno de los más reconocidos autores y directores argentinos, ahora residente en España. Obras como 'La omisión de la familia Coleman' lo pusieron en la escena internacional. Llega este sábado al Victoria Eugenia como actor y director de una ... obra dura y emocionante, basada en la novela de Sergio Bizzio.
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– Al leer la novela cuesta imaginarla en escena y más como monólogo.
– Cuando la vio el autor me dijo algo que me gustó mucho: que era como otro dispositivo, que no negaba la literatura, pero que también se hace cargo del teatro, del espacio, la escenografía, el sudor del actor. Que no intenta disimular el origen literario. Lo interesante de esta novela hecha teatro es que tanto el espectador como yo nos asomamos permanentemente al peligro y, sobre todo, al descubrimiento. El mismo que vive el personaje al descubrir la soledad, la supervivencia, su capacidad de manejarse en la oscuridad y en el silencio; al descubrir los celos, el amor, la violencia y la ternura.
– ¿Qué aportan novela y representación?
– La novela es un puntapié hacia un recorrido emocional. Es un relato atravesado por lo personal, que no se transforma en un monólogo teatral que sea una declaración o una confesión. El relato escénico está absolutamente bombardeado por momentos emocionales.
– El personaje principal es un hombre capaz de matar y amar con la misma pasión.
– Absolutamente. Y lo más interesante, y lo que me sucede cada vez que hago la obra, es sentir cómo funciona la cabeza de alguien que tiene impulsos violentos y a la vez una capacidad infinita de amar, casi enfermiza. Pero que también accede a la ternura y tiene un sentido de la justicia porque siempre su violencia nace de lugares de impotencia ligados a cuestiones de clase social. Donde se siente sometido o someten a alguien que él quiere, donde aparece el poder él no encuentra otra reacción más que la violencia.
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– Hay bastante de surrealista en la situación que vive este hombre, casi un náufrago en esa casa.
– El teatro hace mucho que dejó de preocuparse por el realismo, porque una cosa es el realismo y otra la posibilidad de creer. Uno puede creer en cosas que no son reales, en extraterrestres o en fantasmas. El tema no es tanto la verosimilitud, sino el desafío de que uno pueda creer que eso está sucediendo. En los ensayos no podía dejar de pensar en Ana Frank y en tantas situaciones en las que alguien vive escondido. El autor lo que hace es llevarlo al extremo y llenarlo de pequeñas situaciones que hacen sabrosamente posible lo irreal. Mi preocupación y mi desafío más grandes, y creo que lo hemos logrado superar, es que el espectador haga también el viaje.
– ¿Adónde le lleva ese viaje?
– Una mujer me dijo que le fascinó la función porque sintió que la obra sucedía en su cabeza. Y eso es un desafío porque no queríamos hacer algo donde el actor y la puesta en escena forman el show, sino ser estímulo. Mi tarea es estimular y mi mayor logro es que yo deje de verme a mí, que tampoco el espectador me vea y empiece a sentir la casa. Hace tiempo que necesito del teatro estímulos, no me divierte tanto cuando la explicación, el discurso o la emotividad están llevados de una manera eficaz, pero tajante. Que te digan esto es lo que tienes que pensar y sentir y de esto tienes que hablar.
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– Dice que lo que más le atrae de la realidad «es su parte más absurda». ¿Casa bien con la obra?
– A los que hacemos teatro, pero a todos en general, nos gusta lo sobrenatural. Cuando esa cosa sobrenatural convive con lo cotidiano. La ventana de mi casa es la misma, pero un día un rayo de luz lo cambia todo. Lo mismo en la calle, con esas personas que nos llaman la atención cuando esperamos para pagar en el supermercado y nos dan ganas de saber más de ellas y de su mundo. Yo lo relaciono con el impresionismo, que es un realismo donde los bordes no están tan claros y los colores son más extremos, pero que parte de un paisaje o de un retrato.
– ¿Qué le atrae más, o menos, del teatro?
– Lo que más me aburre es el teatro pedagógico. Me gusta mucho la idea de estar viendo algo, pero sin embargo que lo más importante sea otra cosa no tan evidente. Puedo ver la historia de un hombre que se esconde en una casa y, sin embargo, pienso que está hablando de la posibilidad de amor que tiene alguien humilde, de la opresión de clases o de la obsesión del hombre por dominar el mundo de lo femenino.
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– ¿Cómo ve la situación en su país tras la llegada de Milei al Gobierno?
– Con mucho dolor y miedo porque se esta destruyendo la red social. Hay una ideología de desprecio por quien no sea rico. Los enemigos han sido los jubilados, los estudiantes, los científicos, los artistas. Los únicos beneficiados los de siempre: los financieros y las grandes empresas. Eso que ya pasó en mi país, ahora se repite, pero con una crueldad que nunca había visto.
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