Secciones
Servicios
Destacamos
Hubo un tiempo en el que el pintor Juan Luis Goenaga se autoimpuso una suerte de aislamiento en la localidad de Alkiza durante el cual ... se entregó a la experimentación de la fotografía en su búsqueda de una nueva forma de expresión. Fue entre 1971 y 1976 y el resultado protagoniza el volumen editado por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, un trabajo de más de casi trescientas imágenes en blanco y negro, con predominio de las tenebrosas bajo el influjo de Lovecraft y Poe, y que abre otra puerta a la obra del artista donostiarra. La publicación coincide con el final mañana de la muestra que el centro ha dedicado al pintor fallecido el pasado año.
La hija del artista, Bárbara Goenaga, estuvo acompañada ayer en la presentación del libro en Tabakalera por el director del centro, Miguel Zugaza; los autores de los dos textos incluidos en el volumen, Mikel Lertxundi y Joseba Zulaika; y el presidente de Petronor y vocal del Patronato del Museo, Emiliano López Atxurra. Una edición que, en palabras de la hija del artista, recoge la parte del trabajo de su padre con el que estaba más familiarizada, por cuanto en el domicilio familiar permanecía el álbum con las fotos de 'land art' hasta hace apenas tres años. También asistió el otro hijo del artista, Telmo Goenaga.
La presentación de ayer daba cumplimiento al compromiso que Zugaza adquirió hace siete años en este mismo espacio de Tabakalera, cuando participó en la presentación del libro que la editorial Nerea dedicó a Goenaga. El volumen reúne por primera vez 281 fotografías que el artista realizó en aquella época, procedentes en buena parte de colecciones particulares, y acompañadas por los ensayos 'Un lustro de asombros cotidianos', de Mikel Lertxundi Galiana –comisario de la exposición y editor del libro (Departamento de Archivo y Documentación del museo)– y 'Yo no he pintado este cuadro. Un mes con Goenaga en Alkiza', del antropólogo y escritor Joseba Zulaika. Los textos se presentan en castellano, euskera e inglés.
Noticia relacionada
El primero, profundo conocedor de la trayectoria del artista, analiza las fotografías con una mirada integradora con el resto de su obra y en el contexto de su carrera, mientras que el segundo se desentiende de cualquier análisis artístico para centrarse en su relación con Goenaga. Lertxundi considera que «el Goenaga de los primeros setenta es heredero directo de la preocupación de varios de los miembros de Gaur por arraigar su arte en la herencia creativa y espiritual vasca; por profundizar en los orígenes de la existencia y los referentes culturales. Chillida, Oteiza y, especialmente, Zumeta y Mendiburu le inducen a desarrollar sus propias soluciones formales para intenciones compartidas».
En cuanto al material gráfico, arranca con seis imágenes de 1974 del fotógrafo lasartearra Antton Elizegi, que influyó decisivamente en la formación de su primo Juan Luis. Aquí Goenaga aparece en el bosque bajo el influjo de la lectura de las obras de Joxemiel Barandiarán –a quien trató personalmente–, Pío Baroja, H. P. Lovecraft o Edgar Allan Poe. De fondo, sobrevuela la intuición o la certeza de que el arte ejerce de mediador entre la realidad y lo intangible.
El álbum que el museo bilbaíno adquirió en 2022 ocupa casi sesenta página de fotografías de 1971 que documentan las intervenciones efímeras de piedras y palos en cruces, hileras y círculos que el artista realizó durante sus paseos por el bosque próximo al caserío. El monte Ernio, sus caminos, bordas, bosques y cascadas son objeto de la atención de su lente, junto con otros elementos naturales como hierbas, hojas, piedras y palos. Tampoco faltan los objetos rurales encontrados en su deambular y que en algunos casos acabaron formando parte de sus cajas objetuales. En opinión del Bellas Artes, este trabajo sitúa a Goenaga como pionero del land art en el contexto vasco y español.
Tras un año volcado en la naturaleza y la fotografía, Goenaga regresó a la pintura, que compaginó con la fotografía más experimental. De este modo, entre 1973 y 1975 produjo una serie de fotografías con elementos vegetales sobre el papel fotosensible o combinadas con pintura o dibujo, estrechamente relacionadas con su obra pictórica. En esos años, Goenaga realiza obras en las que se dan cita elementos reconocibles con composiciones abstractas: 'Itzal euriak' ('Lluvias de sombra'), 'Sustraiak' ('Raíces'), 'Belarrak' ('Hierbas'), 'Larruak' ( 'Pieles') y Hari-matazak ('Madejas de hilo'). Eran, en palabras de Zulaika, «pinturas nocturnas que podían estar en las cuevas de Santimamiñe o Ekain». El artista lo dejó dicho: «Mentalmente, también yo soy un pintor de Ekain».
Bárbara Goenaga agradeció uno a uno a los participantes en la presentación que se hubieran implicado en este proyecto, con especial mención de un Mikel Lertxundi que visitó a su padre en el hospital para explicarle detalladamente cómo sería esta exposición en el Bellas Artes que finalmente el artista no llegó a ver.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mejor restaurante de comida sin gluten de España está en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Falcon Crest, el bar que vuelve a Pasaia
Begoña del Teso
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.